“Charlie Hebdo”, crimen de estado

 

por Leandro Albani

Hace unos pocos días el mundo se enteró de una noticia que volvió a despertar el miedo, ésta vez suscitado por un atentado “terrorista” en Francia.
A esta altura, catalogar la matanza perpetrada contra los 12 periodistas del medio “Charlie Hebdo” de otra cosa que no sea “terrorismo”, implicaría minimizar los hechos.

Sin embargo, que se le adjudique tal significado sin apuntar el dedo a quienes son los más grandes sicarios del mundo, puede derivar en una imagen positiva de los mismos, que aplaque una verdadera reflexión sobre lo que debe ser considerado “terrorismo”.

Hecha la ley hecha la trampa

Según la Real Academia Española, el terrorismo es una “Actuación criminal de bandas organizadas que reiteradamente pretende crear alarma social con fines políticos.”

Para la fuente europea, el Estado, como aparato político, no tiene nada que ver con el terrorismo.

Terrorismo no serían consideradas las desapariciones que tienen lugar a diario en México, no lo son las muertes por desnutrición en los países de los cuales los poderosos extraen sus ganancias, ni la utilización de doctrinas de eliminación del enemigo interno.

El sentido común difundido sobre el terrorismo estuvo históricamente asociado a perfiles de grupos extremistas religiosos y/o políticos que pueden ir en contra de los intereses del imperialismo occidental, pero jamás se lo atribuye a las injusticias cometidas por los políticos europeos ni yankees.

Los discursos sobre el terrorismo estuvieron vinculados a Al-Qaeda, Sadam Hussain, a Ocalan, hasta el Che Guevara pero no a la OTAN, a Bush, a Thatcher, a Le Pen.

La lógica es ya bien conocida: una vez identificado el causante de la alarma, los flamantes mandatarios antiterroristas pueden emprender su cruzada. En pos de la lucha antiterrorista pueden intervenir gobiernos o pueden fomentar el más terrible odio contra cualquier pensamiento adverso a sus aspiraciones “republicanas”. De esa forma pueden invadir Irak, pueden invadir Afganistán, África, y Latinoamérica. Terrorista es cualquiera que vaya en contra de sus ideas civilizatorias.

En este momento, para el actual presidente de Francia, François Gérard Hollande, el principal enemigo es el grupo Islámico que ha terminado con la vida de “inocentes” caricaturistas. No obstante, éste no demostró la misma preocupación tras del asesinato de militantes kurdas en su propio territorio en Enero del año pasado, ni los políticos europeos demostraron la misma condolencia con la muerte de los 43 estudiantes de México a manos de narcotraficantes.

Los gestos por parte de la diplomacia francesa y europea son un indicio de que el número de víctimas no es el que determina que tan trágico puede ser el suceso, sino que lo determinante es el origen ideológico de las víctimas. Para ellos cotizan más alto los franceses, que los latinoamericanos.

El mundo tiene que saber que los terroristas son los Islámicos, a pesar que el Estado Francés es uno de los mayores propulsores de la OTAN junto a Estados Unidos, cuyos mercenarios sirven también al Estado Islámico/DAESH. ¿Para combatir el terrorismo no habría que empezar por casa?

No. Tanto el Estado Islámico (financiado principalmente por millonarios de Kuwait, Arabia Saudita, y Qatar), como Francia, Estados Unidos, Alemania, Inglaterra y los países de la UE no están dispuestos a perder la oportunidad de valerse de pretextos religiosos para asegurar su predominio militar y económico en el mundo.

Y en el medio de esta guerra por el capital quedan los pobres, los jóvenes, las facciones religiosas y políticas que confían en que otro orden económico mundial es posible. Quedan los pueblos que luchan por su autodeterminación y no por culturas importadas, basadas en el extractivismo y la explotación humana.

Vale aclarar, que a diferencia del Estado Francés, algunas de las tendencias religiosas que quieren combatir, están a la izquierda de ese Estado hoy cómplice del terrorismo.

Las imágenes de Mahoma

Por otro lado, muy poco se menciona acerca de que el semanario satírico “Charlie Hebdo” fue financiado con fondos secretos de la presidencia de la República durante gobiernos anteriores.

No llama la atención que un medio de comunicación de tal índole, gran difusor de la “Islamofobia” sea considerado baluarte de la “libre expresión” francesa. De lo que se trata no es solamente de burlar a los extremistas del EI, sino a todos los seguidores de Mahoma.

Actualmente no me considero practicante de una religión, pero no me sentiría a gusto si un grupo de dibujantes hiciera chistes sobre la imagen de Cristo. Tampoco me sentiría a gusto si el propio Estado financia esas imágenes o si el mismo está relacionado con un grupo extremista cuya lógica es inhumana.

El Estado Francés es culpable por partida doble.

Mucho menos me sentiría a gusto si el primer mandatario de mi país, quien dicen querer “integrar” a otras religiones, marcha de brazo del antisemita por excelencia de Netanyahu (Primer mandatario de Israel) o con el expresidente francés Sarkozy, implicado en los atentados terroristas en Libia.

Hollande debería pedir perdón como también debió pedirlo el presidente de México Peña Ñieto en su momento.

Tanto los Ayotzinapenses como los dibujantes fueron víctimas del terrorismo del Estado, que a fin de defender su ideología es capaz de cualquier cosa. Hoy somos 43 + 5 +12 + miles.

La excusa del extremismo le viene perfecto a Hollande para expandir más la beligerancia encubierta de pacifismo. No obstante, como demuestran las fotos “no oficiales” de la movilización en Francia, no le será tan fácil contar con el total apoyo de la población, que se concentró muy lejos de la clase política.

Ante la amenaza yihadista, será cuestión de que quienes hoy en Francia no están a favor de ser nuevas víctimas o victimarios de otro tipo de guerra interimperialista, busquen sus formas de resistencia así como lo está haciendo el pueblo mexicano.
Al ver la foto de Hollande donde aparece junto a su staff hipócrita, es imposible no compararla con aquella imagen de 1960 en que Ernesto Che Guevara marchaba junto a Fidel Castro y el pueblo cubano, tras uno de los tantos atentados por parte de Estados Unidos.

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La gran diferencia es que los revolucionarios marchan del brazo, mientras que los imperialistas solamente se unen cuando la diplomacia lo reclama.

Hay motivos para la sospecha

 

por Miguel Ángel Ferrer


Hay lugar para la conmoción. Un grupo de hombres armados ingresa a las oficinas en París de una revista muy conocida por su tratamiento poco comedido de los temas del islam, y con rifles automáticos AK 47 asesina a once periodistas y a varias personas más. En muy breve plazo, la policía francesa afirma tener identificados a los matones. Incluso proporciona los nombres de los tres criminales, a los que sin mayor averiguación llama terroristas. En el lugar de los hechos se apersona el presidente de Francia y dice, frase cohete, que los asesinos serán perseguidos sin descanso y llevados ante la justicia.

A las pocas horas, la policía informa que ya tiene localizados a los responsables del múltiple homicidio. Un poco después, los gendarmes afirman que los asesinos han sido muertos durante un enfrentamiento con las fuerzas del orden. Ya se sabe que los muertos no hablan.

También en brevísimo tiempo llegan a París un montón de jefes de Estado para encabezar una multitudinaria marcha condenatoria del terrorismo. Y llama la atención que en la vanguardia de la manifestación se encuentra un célebre practicante del más cruel terrorismo: el primer ministro de Israel.

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Acto seguido, como en un film de acción vertiginosa, ese montón de jefes de Estado, junto con el presidente de Estados Unidos, convocan a una conferencia internacional sobre seguridad para hacer frente, de manera conjunta y coordinada, al flagelo del terrorismo. Pero, ojo, no cualquier terrorismo, sino el terrorismo islámico. Y más concretamente el terrorismo islámico yihadista, al que sin mayor evidencia y del modo más categórico posible se atribuye el atentado contra la revista parisina.

Al calor del conocimiento de estos hechos vertiginosos, no puede uno evitar que venga a la memoria el incendio del Reichstag, atribuido por los nazis a “los comunistas”, atentado que produjo casi automáticamente, la llegada de Adolfo Hitler al poder absoluto.

Y cómo no recordar el hundimiento en la bahía de La Habana, en 1898, del Maine, buque de la armada estadounidense, atribuido por Washington al ejército español y que sirvió de perfecta excusa para el ingreso de Estados Unidos en la guerra de independencia de Cuba contra el dominio colonial español, y que tras la derrota de España permitió a Estados Unidos apoderarse militarmente de Cuba y ejercer sobre la isla un dominio neocolonialista que sólo terminó con el triunfo de la revolución de la Sierra Maestra.

¿Ya se olvidó el celebérrimo incidente del golfo de Tonkín en que, nos dijeron, unas lanchas torpederas de Vietnam del Norte habían cañoneado a un barco gringo, lo que más tarde se comprobó fue un hecho inexistente, una rotunda falsedad, pero que sirvió de pretexto para iniciar los bombardeos masivos de Vietnam del Norte, ocultados, por cierto, a la prensa y a la opinión pública estadounidenses?

¿Y las Torres Gemelas? También se responsabilizó a unos fanáticos musulmanes de ese feroz hecho. Pero hasta ahora nadie ha podido probar que, en efecto, las cosas ocurrieron como dice la versión oficial. Ni en Nueva York ni en Washington ni en Maryland, donde nos dijeron que, quién sabe cómo, un avión lleno de pasajeros se vino a tierra. En la literatura política mundial, a este tipo de acciones se les llama atentados con bandera falsa.

Aquel montón de mandatarios y sus servicios secretos y sus aparatos de inteligencia y espionaje y la policía parisina, ¿habrán siquiera considerado la hipótesis de un atentado con bandera falsa? ¿O sólo siguieron puntualmente y con cara de circunstancias el libreto preescrito para aumentar y justificar la islamofobia occidental y nuevas guerras coloniales contra los países musulmanes, Irán en primer término? De modo que si hay motivos para la conmoción, también los hay para la sospecha.

Blog del autor: http://www.miguelangelferrer-mentor.com.mx

La ocultación política y mediática de las causas del atentado contra “Charlie Hebdo”, sus consecuencias y retos

 

por Said Bouamama
Investig’Action

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Traducido del francés por Beatriz Morales Bastos.

El atentado contra el semanario satírico Charlie Hebdo marcará nuestra historia contemporánea. Falta por saber en qué sentido y con qué consecuencias. En el contexto actual de la «guerra contra el terrorismo» (guerra exterior) y de racismo e islamofobia de Estado, los autores de este acto ha acelerado, conscientemente o no [1], un proceso de estigmatización y aislamiento del componente musulmán, real o supuesto, de las clases populares.

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«Aún es fecundo el vientre del que surge la bestia inmunda», Bertolt Brecht, Arturo Ui

Las consecuencias políticas del atentado ya son desastrosas para las clases populares y van a ser peores si no se propone ninguna alternativa política a la famosa «Unión Nacional».

En efecto, la manera de reaccionar de los medios de comunicación franceses y de la abrumadora mayoría de la clase política es criminal. Son estas reacciones las que son peligrosas para el futuro y las que llevan en sí mismas muchos «daños colaterales» y futuros 7 y 9 de enero cada vez más mortíferos. Comprender y analizar para actuar es la única postura que hoy permite evitar las instrumentalizaciones y desviaciones de una emoción, una cólera y una revuelta legítima.

La ocultación total de las causas

El hecho de no tener en cuenta las causalidades profundas e inmediatas, el aislar las consecuencias del contexto que las hace emerger y el no inscribir un acontecimiento tan violento en la genealogía de los factores que lo han hecho posible condena a la tetania en el mejor de los casos y en el peor a una lógica de guerra civil. Nadie en los medios de comunicación aborda hoy las causas reales o potenciales. ¿Por qué es posible que semejante atentado se produzca hoy en París?

Como pone de relieve Sophie Wahnich, existe «un uso fascista de las emociones políticas de la masa» cuyo único antídoto es el «anudamiento posible entre las emociones y la razón» [2]. Lo que estamos viviendo actualmente es este confinamiento de los discursos mediáticos y políticos dominantes a una sola emoción ocultando totalmente el análisis real y concreto. Todo intento de análisis real de la situación tal como es o todo análisis que trate de proponer otra explicación que la proporcionada por los medios de comunicación y la clase política se convierte en una apología del atentado.

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Mirada al vientre fecundo de la bestia inmunda
Miremos, pues, hacia las causas y, en primer lugar, a las que de ahora en adelante competen a la larga duración y a la dimensión internacional. Francia es una de las potencias que está más en guerra en el planeta. Desde Iraq a Siria pasando por Libia y Afganistán debido al petróleo, de Mali a la República Centroafricana pasando por Congo debido a los minerales estratégicos los soldados franceses contribuyen a sembrar la muerte y el desastre en los cuatro rincones del planeta. El final de los equilibrios mundiales surgidos de la Segunda Guerra Mundial con la desaparición de la URSS unido a la globalización capitalista centrada en el descenso de los costes para maximizar los beneficios y a la nueva competencia de los países emergentes convierten al control de las materias primas en la causa principal de las injerencias, las intervenciones y las guerras contemporáneas. El sociólogo Thierry Brugvin resume de la siguiente manera el lugar que ocupan las guerras en el mundo contemporáneo:

«La conclusión de la Guerra Fría precipitó el final de una regulación de los conflictos a nivel mundial. Entre 1990 y 2001 se disparó la cantidad de conflictos entre Estados: 57 conflictos importantes en 45 territorios diferentes. […] Oficialmente siempre se legitima por medio de móviles virtuosos el emprender la guerra contra una nación adversa: defensa de la libertad, democracia, justicia… En los hechos, las guerras permiten controlar económicamente a un país, pero también facilitar que los empresarios privados de una nación puedan acaparar las materias primas (petróleo, uranio, minerales, etc.) o los recursos humanos de un país.» [3]

Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 el discurso de legitimación de las guerras se construye esencialmente sobre el «peligro islamista» que contribuye a que se desarrolle una islamofobia a gran escala en el seno de las principales potencias occidentales, islamofobia que los propios informes oficiales se ven obligados a constatar. [4] Estas guerras producen al mismo tiempo un fuerte «odio a Occidente» en los pueblos que son víctimas de estas agresiones militares. [5] Las guerras que lleva a cabo Occidente son una de las principales matrices de la bestia inmunda.

Próximo Oriente y Medio Oriente son un reto geoestratégico fundamental en la voluntad de control de las riquezas de petróleo y gas. Las estrategias de las potencias occidentales en general y de las francesas en particular se despliegan en dos ejes: el fortalecimiento de Israel como base y pilar del control de la región, y el apoyo a las petromonarquías reaccionarias del Golfo.

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De este modo, el apoyo incondicional al Estado de Israel es una constante de la política francesa que no conoce alternancia, desde Sarkozy a Hollande. El Estado sionista puede asesinar a gran escala con total impunidad. Sean cuales sean la magnitud y los medios de las masacres, el gerente local de los intereses occidentales nunca está verdadera y duraderamente inquieto. Así, François Hollande declaró durante su viaje oficial a Israel en Israel en 2013: «Seré siempre un amigo de Israel». [6]

Y también en este caso el discurso mediático y político de legitimación de este apoyo se construye sobre la base de una representación del grupo Hamás palestino pero también de la resistencia palestina en su conjunto (a través de recurrentes imprecisiones verbales), de la población palestina en su conjunto y de sus apoyos políticos internacionales, como portadores de un peligro «islamista». La lógica del «doble rasero» se impone una vez más a partir de un enfoque islamófobo adoptado por las esferas más altas del Estado y que retoman la gran mayoría de los medios de comunicación y de actores políticos. Este es el segundo perfil del vientre de la bestia inmunda.

Estos factores internacionales se conjugan con factores internos de la sociedad francesa. Antes hemos puesto de relieve la islamofobia de Estado, propulsada por la Ley sobre el pañuelo en 2004 y mantenida después regularmente (discurso sobre las revueltas de los barrios populares en 2005, Ley sobre el niqab, «debate» sobre la identidad nacional, Circular Chatel y exclusión de las puertas de salida de las escuelas de aquellas madres que lleven velo, acoso a las estudiantes de instituto que lleven faldas largas, prohibición de las manifestaciones en apoyo al pueblo palestino, etc.).

Hay que poner de relieve ahora que ninguna respuesta de las fuerzas políticas que se declaran de las clases populares ha hecho frente a este clima de islamofobia. Y lo que es más grave, en varias ocasiones se ha producido un amplio consenso con el pretexto de defender la «laicidad» o de no relacionarse con «quienes defienden a Hamás». Desde la extrema derecha a una parte importante de la extrema izquierda se han presentado los mismos argumentos, se han construido las mismas separaciones, se han producido las mismas consecuencias

El resultado de ello no es otro que el arraigo aún más profundo de las islamalgamas*, la profundización de una división en el seno de las clases populares, el debilitamiento aún mayor de los ya debilitados diques antirracistas y una violencia concreta o simbólica ejercida contra las y los musulmanes. Como propone Raphaël Liogier, este resultado se puede describir como la difusión por parte de un sector importante de la sociedad del «mito de la islamización» que desemboca en la tendencia a constituir una «obsesión colectiva». [7]

La tendencia a la producción de una «obsesión colectiva» aumentó todavía más con el reciente tratamiento mediático de los casos Zemmour y Houellebecq. Tras haberle ofrecido múltiples tribunas, Eric Zemmour fue despedido de I-télé por haber propuesto la «deportación de los musulmanes franceses». Esto le permite dárselas de víctima en el contexto de esta obsesión colectiva que hemos mencionado. Por lo que se refiere al escritor [Michel Houellebecq] lo defienden muchos periodistas con el pretexto de que no se puede confundir ficción y realidad. No obstante, en ambos casos queda una profundización del sentimiento de «la obsesión colectiva» por una parte y el sentimiento de ser una vez más insultado permanentemente por otra. Este es el tercer perfil del vientre de la bestia inmunda.

Este factor interno de una islamofobia banalizada tiene unos efectos decuplicados en el actual contexto del debilitamiento económico, social y político general de las clases populares. La pauperización y la precarización generalizada se han vuelto insoportables en los barrios populares. De ahí se desprenden unas relaciones sociales marcadas por una violencia cada vez mayor contra uno mismo y contra las personas cercanas. A ello se une el descenso de clase social de una parte importante de las clases medias, así como el temor a ese descenso en aquellas personas para las que las cosas todavía van bien, pero que no son «de buena familia». Cuando estas últimas personas se sienten en peligro disponen entonces de un blanco consensual que ya está completamente calificado de legítimo tanto mediática como políticamente: el musulmán o la musulmana.

El debilitamiento afecta aún más al componente surgido de la inmigración de las clases populares, que se enfrenta a las discriminaciones racistas sistémicas (ángulo absolutamente muerto de los discursos de las organizaciones políticas que se declaran de las clases populares), las cuales producen unas trayectorias de marginación (en la formación, en la búsqueda de vivienda, en la relación con la policía y con los controles según el color de la piel**, etc.). [8]

La profundización de la división entre dos componente de las clases populares en una lógica de «dividir a quienes deberían estar unidos (los diferentes componentes de las clases populares) y de unir a quienes deberían estar divididos (las clases sociales con intereses divergentes)» es el cuarto perfil del vientre de la bestia inmunda.

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¿Qué pare este vientre?
Esta matriz es claramente propicia para la emergencia de trayectorias nihilistas que se traducen en la matanza de Charlie Hebdo. Estas trayectorias, que son extremadamente minoritarias, son una producción de nuestro sistema social, así como de las desigualdades y discriminaciones generalizadas que lo caracterizan.

Pero lo que las reacciones al atentado han revelado es igual de importante y cuantitativamente está mucho más extendido que la opción nihilista (¿por ahora?). Sin poder ser exhaustivos, recordemos algunos elementos de estos últimos días. Por lo que se refiere a los discursos, tuvimos a Marine Le Pen exigiendo un debate nacional contra el «fundamentalismo islámico», al bloque identitario que declaraba la necesidad de «poner en tela de juicio la inmigración masiva y la islamización» para luchar contra el «yihadismo», al periodistas Yvan Rioufol de Le Figaro que conminaba a Rokhaya Diallo de desolidarizarse en RTL, a Jeannette Bougrab que acusaba a «quienes han calificado a Charlie Hebdo de islamófobo» de ser los culpables del atentado, sin contar todas las declaraciones que hablaban de «guerra declarada». A estas palabras se unen los pasos al acto de estos últimos días: una miembro de Femen se filma quemando y pisoteando El Corán, se producen unos disparos contra la mezquita de Albi, aparecen unas pintadas racistas en las mezquitas de Bayona y Poitiers, se lanzan granadas contra otra en Mans, se producen disparos contra una sala de oración en Port la Nouvelle, se quema otra sala de oración en Aix les Bains, se cuelgan una cabeza y vísceras de jabalí ante una sala de oración en Corte, Córcega, un kebab es objeto de una explosión en Villefranche sur Saône, un automovilista es el blanco de unos disparos en el Vaucluse, se molesta a un estudiante de secundaria de origen magrebí de 17 años durante un minuto de silencio en Bourgoin-Jallieu en Isère, etc. Estas palabras y actos muestran la magnitud de los daños que ya han causado las últimas décadas de banalización islamófoba. También forman parte de la bestia inmunda.

La bestia inmunda se encuentra también en la sangrante ausencia de indignación frente a las innumerables víctimas de las guerras imperialistas de estas últimas décadas. Al reaccionar a propósito del 11 de septiembre la filósofa Judith Butler se pregunta sobre la indignación desigual. Pone de relieve que la justificada indignación por las víctimas del 11 de septiembre se acompaña de una indiferencia por las víctimas de las guerras emprendidas por Estados Unidos: «¿Cómo es que no nos dan los nombres de los muertos de esta guerra, incluidos aquellos a los que ha matado Estados Unidos, aquellas personas de las que nunca tendremos una imagen, un nombre, una historia, nunca tendremos el menor fragmento de testimonio sobre sus vidas, algo que poder ver, tocar, saber?». [9]

Esta indignación desigual está en la base de un proceso de producción de una división muy real en el seno de las clases populares. Y es esta división la que es portadora de todos los peligros, sobre todo en un periodo de construcción de «la unión nacional», como el actual.

La unión nacional que sueñan con construir es «todas y todos juntos contra aquellos que no son de los nuestros, contra aquellas y aquellos que no enseñen su patita blanca***».

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Una formidable instrumentalización política
Pero el escándalo que vivimos hoy no se detiene ahí. Con un cinismo consumado se despliegan todo el día instrumentalizaciones de la situación y del pánico que esta suscita.

* Refuerzo de la seguridad y ataques contra las libertades democráticas

Algunos, como Dupont Aignan, reclaman «más flexibilidad a las fuerzas del orden» aunque el pasado otoño ya se votó una nueva «ley antiterrorista». Y haciéndose eco, Thierry Mariani alude a la Patriot Act estadounidense (cuya consecuencia fue un grave ataque contra las libertades individuales con el pretexto de la lucha contra el terrorismo): «Estados Unidos supo reaccionar tras el 11 de septiembre. Se ha denunciado la Patriot Act, pero desde entonces no ha habido atentados, aparte del de Boston». [10]

Instrumentalizar el miedo y la emoción para reforzar unas leyes y medidas liberticidas es la primera manipulación que se pone hoy a prueba para medir las posibilidades en materia de regresión democrática. Determinadas reivindicaciones legítimas y urgentes se vuelven ya inaudibles debido al enorme aumento de las medidas de seguridad que tratan de aprovecharse de la situación: por ejemplo, será mucho más difícil llevar a cabo la lucha contra los controles según el color de la piel y continuarán las humillaciones cotidianas que estos producen en medio de la indiferencia general.

* La unidad nacional

La construcción activa y determinada de la unidad nacional es la segunda instrumentalización importante en curso. Permite poner en sordina el conjunto de las reivindicaciones que traban el proceso de desregulación generalizada. Por muy burdo que sea, es eficaz en un clima de miedo generalizado, que el conjunto de los medios de comunicación producen cotidianamente. En algunas ciudades la unidad nacional se ha extendido ya al Frente Nacional que ha participado en las concentraciones de apoyo a Charlie Hebdo. [La ex ministra francesa de Justicia Rachida] Dati y [el ex primer ministro francés François] Fillon se indignan ya de «la exclusión» de Marine Le Pen de la unidad nacional. Esta «unidad nacional» también es lo que más daño político ha provocado puesto que destruye las raras referencias positivas que pudieran existir antes en términos de posibles alianzas e identidades políticas.

* La conminación a justificarse

Otra instrumentalización es la permanente conminación que se hace a los musulmanes reales o supuestos a justificarse por unos actos que ellos no han cometido y/o a desmarcarse de los autores del atentado.

Este hecho de ser permanentemente acusado es humillante. A nadie se le ocurrió exigir a los cristianos reales o supuestos una condena cuando el noruego Anders Behring Breivik asesinó a 77 personas en julio de 2011 reivindicándose como islamófobo y nacionalista blanco.

Tras esta conminación se encuentra la lógica que plantea que el islam es por esencia incompatible con la República. De esta lógica se desprende la idea de poner a los musulmanes, reales o supuestos, bajo vigilancia no solo policial, sino también de los medios de comunicación, de los profesores, de los vecinos, etc.

* ¿Ser Charlie? ¿Quién puede ser Charlie? ¿Quién quiere ser Charlie?

 

Por último, la consigna «todos somos Charlie» es la ultima instrumentalización desplegada estos días. Si el atentado contra Charlie Hebdo es condenable, sin embargo está fuera de cuestión olvidar el papel que ha desempeñado este semanario en la construcción del actual clima de islamofobia.

También está fuera de cuestión olvidar las odas a Bush que acogían sus páginas cuando este impulsaba esta famosa «guerra contra el terrorismo» en Afganistán y después en Iraq. Estas tomas de postura escritas o dibujadas no son detalles o simples diversiones sin consecuencias: son el origen de múltiples agresiones a mujeres veladas y de muchos actos contra lugares de culto musulmanes. Sobre todo, este semanario ha contribuido enormemente a dividir a las clases populares en un momento en que más que nunca necesitaban unidad y solidaridad. No somos más Charlie ayer que hoy.

Los tiempos que se avecinan van a ser difíciles y costosos. Para detener la escalada tenemos que acabar con la violencia de los dominantes: tenemos que luchar para parar las guerras imperialistas en curso y derogar las leyes racistas. Para detener la escalada tenemos que desarrollar todos los marcos y acontecimientos de solidaridad destinados a impedir la invasión de palabras o de actos racistas y, sobre todo, islamófobos. Para detener la escalada tenemos que construir todos los espacios posibles de solidaridad económica y social en nuestros barrios populares, con total autonomía respecto a quienes predican la unión nacional como perspectiva.

Necesitamos más que nunca organizarnos, cerrar filas, rechazar la lógica que «divide a quienes deberían estar unidos y une a quienes deberían estar divididos». Más que nunca tenemos que designar al enemigo para construirnos juntos: el enemigo es todo aquel que nos divide.

Notas:
[1] Por una parte es demasiado pronto para decirlo y por otra el resultado es el mismo.

[2] Sophie Wahnich, La révolution française, un événement de la raison sensible 1787-1799, Hachette, París, 2012, p. 19.

[3] Thierry Brugvin, Le pouvoir illégal des élites, Max Milo, París, 2014.

[4] Djacoba Liva Tehindrazanarivelo, Le racisme à l’égard des migrants en Europe, éditions du Conseil de l’Europe, Estrasburgo, 2009, p. 171.

[5] Jean Ziegler, La haine de l’Occident, Albin Michel, París, 2008.

[6] Le Monde, “Hollande «ami d’Israël» reste ferme face à l’Iran”, 17-11-2013.

* N. de la t.: “Islamalgame” es un neologismo creado para expresar todas las amalgamas, siempre con connotaciones negativas, que se hacen a propósito del islam (islam y terrorismo, islam y delincuencia, etc.).

[7] Raphaël Liogier, Le mythe de l’islamisation, essai sur une obsession collective, Le Seuil, París, 2012.

** N. de la t.: “contrôles au faciès” en el original. Se refiere a los controles policiales que se hacen en Francia sobre todo a las personas que no son de piel blanca y que los sufren con mucha más frecuencia que aquellas que tienen la piel blanca

[8] Véase sobre este aspecto mi último artículo en mi blog, “Les dégâts invisibilisés des discriminations inégalité sociales et des discriminations racistes et sexistes”, https://bouamamas.wordpress.com/

*** N. de la t.: Hay un juego de palabras intraducible con la expresión “montrer patte blanche”, cuyo origen está en una fábula de La Fontaine de la cabrita que pedía al lobo que enseñara su patita blanca para poder entrar y que actualmente significa “enseñar un signo de reconocimiento convenido, decir la contraseña necesaria para entrar en algún lugar”. Su traducción literal sería “enseñar la pata blanca”.

[9] Judith Butler, citada en Mathias Delori, “Ces morts que nous n’allons pas pleurer”, http://blogs.mediapart.fr/blog/math…, consultado el 9 de enero de 2015 las 18:00 h.

[10] Le Parisien, 8-01-2015

Animador del Collectivo Manouchian, Said Bouamama es un sociólogo, militante asociativo y político. Su especialidad es la inmigración, las discriminaciones y el racismo como procesos de dominación. Said Bouamama fue uno de los participantes de la Marcha por la Igualdad de diciembre de 1983 en la que convergieron hacia París miles de personas que luchaban por acabar con el racismo y las discriminaciones masivas del estado francés hacia una parte de sus ciudadanos, en especial aquellos de origen magrebí, en un contexto generalizado de crímenes racistas y banalización de la extrema derecha. Acaba de publicar Figures de la Révolution Africaine (de Kenyata à Sankara), Editions La Découverte, 2014. También es el autor de Les classes et quartiers populaires. Paupérisation, ethnicisation et discrimination, Éditions du Cygne, 2009; La France: Autopsie d’un mythe national, Larousse, 2008 y L’affaire du foulard islamique: production d’un racisme respectable, Le Geai bleu, 2004, entre muchas otras obras.

Edgar Morin : « La France frappée au cœur de sa nature laïque et de sa liberté »

La « une » de « Charlie Hebdo » à paraître mercredi 14 janvier. | « Charlie Hebdo »

La « une » de « Charlie Hebdo » à paraître mercredi 14 janvier. | « Charlie Hebdo »

 

 

La formule de François Hollande est juste : « La France a été frappée au cœur. » Elle a été frappée au cœur de sa nature laïque et de son idée de liberté, justement dans l’attentat contre l’hebdomadaire typique de l’irrespect, de la dérision atteignant le sacré sous toutes ses formes, notamment religieuses. Or l’irrespect de Charlie Hebdo se situe au niveau du rire et de l’humour, ce qui donne un caractère monstrueusement imbécile à l’attentat.

Notre émotion ne doit pas paralyser notre raison, comme notre raison ne doit pas atténuer notre émotion.

Contradiction non surmontable

Il y eut problème au moment de la publication des caricatures. Faut-il laisser la liberté offenser la foi des croyants en l’Islam en dégradant l’image de son Prophète ou bien la liberté d’expression prime-t-elle sur toute autre considération ? Je manifestai alors mon sentiment d’une contradiction non surmontable, d’autant plus que je suis de ceux qui s’opposent à la profanation des lieux et d’objets sacrés.

Mais bien entendu, cela ne modère en rien mon horreur et mon écœurement de l’attentat contre Charlie Hebdo.

Cela dit, mon horreur et mon écœurement ne peuvent m’empêcher de contextualiser l’immonde attentat. Il signifie l’irruption, au cœur de la France, de la guerre du Moyen-Orient, guerre civile et guerre internationale où la France est intervenue à la suite des Etats-Unis.

La montée du Daech est certes une conséquence des radicalisations et pourrissements de guerre en Irak et en Syrie, mais les interventions militaires américaines en Irak et en Afghanistan ont contribué à la décomposition de nations composites ethniquement et religieusement comme la Syrie et l’Irak.

Les Etats-Unis ont été apprentis sorciers et la coalition hétéroclite et sans véritable force qu’ils conduisent est elle-même vouée à l’échec, vu qu’elle ne réunit pas tous les pays intéressés, vu aussi qu’elle fixe comme but de paix l’impossible restauration de l’unité de l’Irak et de la Syrie, alors que la seule véritable issue pacifique (actuellement irréalisable) serait une grande confédération des peuples, ethnies, religions du Moyen-Orient, sous garantie de l’Organisation des nations unies, seul antidote au Califat.

Lire aussi nos autres tribunes après l’attentat contre « Charlie Hebdo » : L’esprit critique n’est pas mort

Coïncidence

La France est présente par son aviation, par les Français musulmans partis pour le Djihad, par les Français musulmans revenus du Djihad, et maintenant, il est désormais clair que le Moyen-Orient est présent à l’intérieur de la France par l’activité meurtrière qui a débuté avec l’attentat contre Charlie Hebdo, comme déjà le conflit israélo-palestinien est présent en France.

Par ailleurs, il y a une coïncidence, du reste fortuite, entre l’islamisme intégriste meurtrier qui vient de se manifester et les œuvres islamophobes de Zemmour et Houellebecq, elles-mêmes devenues symptômes d’une virulence aggravée non seulement en France, mais aussi en Allemagne, en Suède, de l’islamophobie.

La peur va s’aggraver

La pensée réductrice triomphe. Non seulement les fanatiques meurtriers croient combattre les croisés et leurs alliés les juifs (que les croisés massacraient), mais les islamophobes réduisent l’arabe à sa supposée croyance, l’islam, réduisent l’islamique en islamiste, l’islamiste en intégriste, l’intégriste en terroriste.

Cet anti-islamisme devient de plus en plus radical et obsessionnel et tend à stigmatiser toute une population encore plus importante en nombre que la population juive qui fut stigmatisée par l’antisémitisme d’avant-guerre et de Vichy.

La peur va s’aggraver chez les Français d’origine chrétienne, chez ceux d’origine arabe, chez ceux d’origine juive. Les uns se sentent menacés par les autres et un processus de décomposition est en cours, que peut-être pourra arrêter le grand rassemblement prévu samedi 10 janvier, car la réponse à la décomposition est le rassemblement de tous, comprenant toutes ethnies, religions et compositions politiques.
Edgar Morin (Sociologue et philosophe)

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Attentat de «Charlie Hebdo» : les musulmans de France n’ont pas à se justifier

Exiger spécifiquement des musulmans de France qu’ils condamnent cet acte, c’est enfermer ces Français dans un étiquetage religieux. C’est donc poser sur eux un regard qui n’est pas républicain.

por Thomas GUÉNOLÉ/ Libération

(Illustration Stefano Rossetto)

(Illustration Stefano Rossetto)

 

Quand le Ku Klux Klan pendait des Noirs au nom de la suprématie chrétienne blanche, nul n’exigeait que les clergés chrétiens américains s’en désolidarisent. Au fil des trente années d’attentats de la Fraction armée rouge en Allemagne, nul ne réclama que la gauche allemande réaffirme son attachement à la démocratie. De même, plus près de nous, dans la France des années 1980, personne ne songea à soupçonner l’extrême gauche de ne pas assez rejeter les attentats d’Action directe. Pourquoi ? Parce que dans tous ces cas, considérer les seconds comme a priori suspects de sympathie pour les premiers, c’eût été absurde, ridicule, et pour tout dire idiot.

Par conséquent, comment se fait-il que depuis l’attentat contre Charlie Hebdo, tant de voix s’élèvent pour sommer spécifiquement les dirigeants de l’islam français, et plus largement les musulmans de France, de condamner l’acte et de s’en désolidariser ? Ce raisonnement est tout à fait stupide. À ce compte-là, autant demander aux socialistes allemands de s’excuser pour le nazisme parce qu’il y a le mot «socialiste» dans «national-socialiste».

Ce n’est pas parce que quelqu’un met des mots-clés de vos croyances et de vos convictions sur ses actes barbares, que vous devez ensuite devenir a priori suspects de sympathie pour lui, sommé de crier votre désapprobation pour être disculpé.

Exiger spécifiquement des musulmans de France qu’ils condamnent cet acte, c’est enfermer ces Français dans un étiquetage religieux. C’est donc poser sur eux un regard qui n’est pas républicain. C’est aussi fantasmer sur une «communauté musulmane» au lieu de respecter l’individualité de ces Français. C’est donc être communautariste. Surtout, c’est mettre mentalement dans le même sac les Français musulmans et les terroristes obscurantistes-puritanistes. C’est donc aider ces derniers à installer de force en France la grille de lecture d’un «choc des civilisations».

Les millions de musulmans de France sont des gens sans histoires, qui ne demandent qu’à vivre en paix, qui sont aussi laïcs et républicains que n’importe qui, et que cet attentat horrifie comme tout un chacun. Il n’y a à les soupçonner de rien, ils n’ont à s’excuser de rien, et ils n’ont à se justifier de rien.

Thomas GUÉNOLÉ Politologue, enseignant à HEC

Por que não sou Charlie Hebdo

Eu_N_O_sou

por Rafo Saldanha

Nada justifica o massacre na redação do jornal Charlie Hebdo, mas algumas generalizações e relativizações na cabeça da sociedade são tão perigosas quanto kalashnikovs na mão de fundamentalistas.

O caso Charlie Hebdo levantou grandes discussões. Há políticos, instituições, governos, jornalistas e comentaristas de Facebook de todas as estirpes falando sobre o assunto em tribunas, periódicos e mesas de bar. Todos são unânimes em condenar a brutalidade dos ataques, porém as divergências de opinião são maiores que as concordâncias.

Enquanto muitos discursos falam sobre o perigo da amplificação do ódio contra comunidades muçulmanas na França e ao redor do mundo, não faltam aqueles que de pronto condenem a “selvageria e brutalidade” da religião islâmica e dos povos árabes, engrossando as fileiras de fundamentalistas nacionalistas que organizam marchas xenófobas contra a “islamização da europa”, a favor das intervenções militares criminosas dos estados ricos do Ocidente nos países do Oriente Médio e África e respaldando o racismo que tornou possível e aceitável a longa série de políticas coloniais e práticas exploratórias que sustentaram a economia e poder da França desde que esta se tornou um Estado-Nação.

Entretanto, não quero falar agora sobre as divergências de opinião, e sim sobre o consenso, expresso no slogan “Je suis Charlie” (Eu sou Charlie), que inundou as redes sociais e capas de jornais ao redor do planeta. O slogan é atrelado à ideia de que o que ocorreu ontem na França implica um atentado contra a liberdade de imprensa e valores democráticos ocidentais; implica dizer que toda imprensa é livre pra publicar irresponsavelmente qualquer conteúdo; implica dizer que o direito de zombar de uma religião é o mesmo que lutar pelo estado laico; e implica, principalmente, que o ataque foi simplesmente resultado do extremismo (ou da falta de senso de humor) religioso diante de uma critica “ácida e sagaz”, excetuando-se todo o contexto de marginalização e discriminação da comunidade muçulmana na França. Principalmente, implica ignorar à que se propõe e quais os efeitos dessas charges no contexto político-ideológico de um país com níveis alarmantes de racismo.

O argumento mais comum que encontrei nas redes sociais e comentários de jornais on-line é o de que o Charlie Hebdo fazia charges ofensivas sobre todas as religiões, e que portanto, se cristãos conseguem ver charges com Jesus e levar como uma piada, então muçulmanos também deveriam. Esse é um argumento raso porque coloca no mesmo patamar a situação das comunidades muçulmanas e das comunidades cristãs na Europa, ao mesmo tempo que reforça a ideia de superioridade ocidental racionalista. É o mesmo simplismo de quem diz que chamar um branco de “palmito” tem o mesmo peso de chamar um negro de “macaco”. Não é só uma piada.

A quem serve a islamofobia?

No dia anterior ao massacre de Charlie Hebdo aconteceram duas marchas na Alemanha: uma pela expulsão de árabes e muçulmanos do país e outra contra o discurso xenófobo da direita ultra-nacionalista alemã. Esse tipo de manifestações populares contra minorias étnicas fica cada dia mais comum em toda a Europa, e a França, sempre avant-garde, é um dos maiores focos de marchas e movimentos racistas, machistas e xenófobos na Europa.

Na França a “Questão Muçulmana” é uma obsessão prioritária dos grupos de direita. O jornalista Edwy Planel, autor do livro “Pelos Muçulmanos” (título dado em alusão ao artigo “Pelos Judeus”, escrito por Emile Zolá sobre o caso Dreyfus) aponta os ataques à comunidade muçulmana com sendo a principal plataforma de discurso eleitoral na França de hoje.

Nicolas Sarkozy é um exemplo claro da presença do discurso racista na política francesa. Podemos citar seu discurso na Universidade de Dakar, em julho de 2007, quando disse:

“O drama da África é que o homem africano não entrou totalmente na história. O camponês africano, que desde milhares de anos vive conforme as estações, cujo ideal de vida é estar em harmonia com a natureza, só conhece o eterno recomeço do tempo ritmado pela repetição sem fim dos mesmos gestos e das mesmas palavras. Nesse imaginário onde tudo recomeça sempre, não há lugar nem para a aventura humana, nem para a ideia de progresso. Nesse universo onde a natureza comanda tudo, o homem escapa à inquietude da história que inquieta o homem moderno. Mas o homem permanece imóvel no meio de uma ordem imutável, onde tudo parece ser escrito antes. Nunca ele se lança em direção ao futuro. Nunca não lhe vem à ideia de sair da repetição para se inventar um destino.”

Vamos lembrar que quando fala do “homem africano” (como se todos os povos de África fossem um único grupo homogêneo) Sarkozy alude especialmente à população muçulmana, uma vez que a França invadiu e colonizou a Argélia e o Marrocos, de onde vêm a maior parte dos imigrantes islâmicos da França.

Atualmente vem ganhando muito espaço ideológico o partido de extrema direita Frente Nacional, cuja principal voz é Marine LePen, famosa pelo discurso islamofóbico e pelas políticas anti-imigração. Le Pen, forte candidata para as próximas eleições presidenciais, declarou hoje, no embalo do ataque de ontem, que “a França está sendo atacada”, e aproveitou para reforçar sua proposta de instaurar a pena de morte no país.

O professor Reginaldo Nasser aponta, em artigo publicado ontem, pra o perigo do uso do caso Charlie para fortalecer as políticas ultra-nacionalistas francesas:

“Há de fato uma situação conturbada na França e que vai piorar a partir de agora, os preconceitos com os imigrantes podem aumentar e reforçar um sentimento nacionalista. Le Pen é a representante de um pensamento xenófobo no país. Mas temos que esperar ainda pra ver quais serão dos desdobramentos quando se descobrir os culpados.”

Portanto, a mobilização massiva criada em torno do slogan “Je suis Charlie”, se for ausente de uma crítica séria sobre a situação dos muçulmanos na Europa e as razões da islamofobia na França, tende a ser apenas combustível para a xenofobia e os partidos ultraconservadores.

A quem serve a liberdade de expressão?

Aqueles que ostentam orgulhosos o slogan “Eu sou Charlie” se dizem advogar pela liberdade de expressão, porém não questionam o que significa essa liberdade de expressão nem tampouco quem tem direito a essa liberdade. Ninguém se preocupa com a censura à liberdade de expressão religiosa islâmica na França.

Em 1989 o jornal “Le Nouvel Observateur” publicou uma capa contra o uso do hijab, o véu muçulmano, nas escolas. Isso levou a uma discussão que culminou na lei de 2004 proibindo que meninas islâmicas usem lenços nas aulas e desde 2011 há uma circular do Ministério da Educação recomendando que se impeça a presença de mães usando hijabs na área em torno dos colégios. Nunca houve proibição do uso de crucifixos ou camisas com slogans cristãos. A esquerda francesa (e a maior parte da esquerda ocidental) se mostrou favorável a esta lei ou, na melhor das hipóteses, silenciou sobre ela, sob o pretexto da defesa do Estado Laico. Esquecem-se que o laicismo serve para preservar o direito à liberdade de exercício de pensamento religioso ou à liberdade de não exercer nenhuma crença religiosa. E esquecem-se de que o islã não é apenas uma crença religiosa, mas também um referencial de identidade de toda uma comunidade historicamente oprimida, remetendo à questões religiosas, culturais, étnicas e políticas.

Proibir a expressão de sua religião é censura. Proibir a expressão de sua identidade cultural é eugenia. Imaginem, por exemplo, uma lei brasileira proibindo o uso de turbantes e símbolos da Umbanda e Candomblé em áreas públicas. Seria uma conquista do estado laico ou (mais) um ataque às crenças afro-brasileiras?

Na esteira das liberdades de expressão negadas pelo governo francês intrinsecamente conectadas ao Islã está a abominação legislativa sancionada no ano passado, quando a França tornou-se o primeiro país do mundo à proibir manifestações de apoio à Palestina, durante os bombardeios israelenses à Faixa de Gaza, que assassinaram 1.951 pessoas e feriram 10.193 civis. Qualquer pessoa que participasse de um protesto contra os crimes de guerra de Israel, práticas de Terrorismo de Estado respaldadas ideologicamente por políticos e formadores de opinião entre a população israelense através de fundamentalismo nacionalista e argumentos de fundamentalismo religioso judaico e islamofobia, seria preso por um ano ou pagaria multa de 15 mil euros. Se o manifestante cobrisse o rosto durante o protesto, a pena subia pra três anos de detenção.

Cabe ressaltar aqui que não sei qual foi o posicionamento do jornal Charlie Hebdo sobre esse caso em particular, mas certamente a comunidade internacional não se manifestou tão passionalmente sobre o direito dos franceses à liberdade de expressar apoio aos palestinos.

Então, cabe a pergunta:

A quem faz rir o humor de Charlie Hebdo?

Não existe piada sem um alvo, e o senso de humor tem poder político por natureza. Piadas podem ser um meio de contestação ou de sedimentação do senso comum, do status quo dominante. Quando um humorista faz uma piada racista, está endossando o racismo de quem ri, criando no riso um lugar seguro pra que os estereótipos racistas cresçam, legitimando ignorância e raiva disfarçados de senso de humor. As pessoas formam suas concepções de mundo, de certo e errado, de verdade e justiça, muito mais através de piadas e slogans simplistas do que de resoluções da ONU e tratados de sociologia.

Me lembro que, quando era criança, meu pai comprava livros de piadas em bancas de jornal e passava o dia atormentando minha mãe com piadas machistas sobre loiras burras e mulheres caricaturizadas da pior forma possível. Eram sessões ininterruptas de ofensas, mas ela as ouvia com um sorriso amarelo, uma vez que “era só piada”. Da mesma forma, ele contava as piadas mais ofensivas possíveis sobre negros, sempre respaldado pelo fato de que “não era o que ele pensava”, e sim “só o que estava escrito nos livros de piada”. Foram anos desse tipo de piada “inocente”, até o dia em que, sem tom de piada ou riso suave, ele me proibiu de namorar mulheres negras.

É muito comum que se veja, no Brasil, “humoristas” como Danilo Gentili e Rafinha Bastos, vindos de uma mesma escola de racismo, machismo e homofobia que geraram o riso bobo de Costinha e Renato Aragão, defenderem seu direito de se promover discurso de ódio como se isso fosse “liberdade de expressão”. E, mais triste ainda, é muito comum ver a população brasileira defendendo essa “liberdade” de humilhar, ofender e sedimentar preconceitos contra minorias, sob o rótulo falsamente liberal (e bastante estúpido) de “politicamente incorreto”. Muitas vezes eles dizem que estão fazendo humor político, “expondo o racismo” ao fazer piadas racistas. Esse é um argumento preguiçoso e altamente hipócrita pra manter seu direito de ser um racista alegre e ainda posar de Voltaire do facebook.

O humor das charges do jornal Charlie Hebdo estão na mesma esteira de qualquer senso de humor racista. Os defensores do “Je suis Charlie” não cansam de dizer que a revista é o Pasquim Francês. Dizem que as caricaturas são ácidas e corajosas, atacando todas as religiões e expondo a homofobia e o fundamentalismo do islã. Porém, o que as caricaturas de Mohammad fazem é respaldar o ódio e a ignorância sobre o islã, as comunidades muçulmanas francesas e os povos árabes.

Na caricatura em que o profeta Mohammad aparece beijando um cartunista branco não há contestação nem levantamento de discussão. Não é um canal de diálogo com as comunidades muçulmanas para contestar as posturas homofóbicas da religião e de suas muitas multi-culturais comunidades ao redor do mundo. É apenas um desenho de um homem branco europeu beijando o símbolo máximo de uma religião pertencente à outro povo. Não é assim que se levanta um debate, não é assim que se dialoga e não é assim que se contesta. Tudo o que a caricatura faz é zombar do Islã (cuja crença considera ofensivo representar graficamente seu profeta), cortar os possíveis canais de discussão com a comunidade que criticam e aumentar os preconceitos dos franceses islamofóbicos, que assim se sentem superiores aos seus vizinhos islâmicos. Não é um discurso que contesta a homofobia das comunidades islâmicas, e sim uma agressão que contesta a legitimidade de uma comunidade marginalizada e que não dá voz essa comunidade. Esse tipo de agressão só torna mais difícil que a sociedade em geral ouça à muçulmanos que buscam combater o discurso conservador dentro da sua religião à despeito de professarem sua fé.

Nos dias depois da publicação dessa edição com Maomé na capa, a redação do jornal foi incendiada. Na edição seguinte, o jornal meteu na capa o profeta Maomé a beijar um jornalista do Charlie Hebdo com a frase "O amor é mais forte que o ódio"

Nos dias depois da publicação dessa edição com Maomé na capa, a redação do jornal foi incendiada. Na edição seguinte, o jornal meteu na capa o profeta Maomé a beijar um jornalista do Charlie Hebdo com a frase “O amor é mais forte que o ódio”

Em outra caricatura, um muçulmano segura um Corão enquanto balas atravessam o livro e o seu corpo. A legenda diz “O Corão é uma merda”. Isso não levanta debate nenhum, apenas diz “sua religião é uma merda”, o que implica dizer, no caso, “sua sociedade muçulmana, sua história muçulmana, seus parentes e crenças muçulmanas, são uma merda”.

o corão é uma merda
As caricaturas da Charlie Hebdo retratam muçulmanos como sendo terroristas, estúpidos e perigosos. As pessoas se acostumam a pensar nessas imagens quando pensam em muçulmanos, e isso gera medo, ódio, deboche e xenofobia. Eu, enquanto estudante de língua árabe, perdi a conta de quantas vezes ouvi tanto piadas imbecis quanto preocupações sérias de meus amigos que pensavam que eu vivia uma terra de selvagens e fundamentalistas perigosos.

Esse tipo de humor raso e infantil não é razão para que se assassinem seus perpretadores. Eu não defenderia que militantes feministas armadas invadissem o Comedians e assassinassem Rafinha Bastos. Ainda assim, elas tem todo o direito de se sentir ultrajadas, agredidas e ofendidas quando ele usa seu poder de discurso para convencer sua platéia de que mulheres feias devem ser estupradas e ficar agradecidas pela “caridade”. Mais importante, é preciso ter em mente que, sendo elas o grupo diretamente atingido pelas piadas infelizes dele, é a elas que a sociedade deve ouvir. Não me cabe o direito de julgar se uma mulher pode ou não se sentir ofendida com uma piada machista, e não me cabe dizer se um muçulmano deve se sentir ultrajado por uma piada islamofóbica, porque existe todo um contexto social por trás dessas piadas que eu não compreendo e do qual eu não sou a vítima.

Acreditar que as reações de muçulmanos às caricaturas é simples extremismo é dizer que “é só uma piada”. Não é. A reação tem a ver com todo o contexto de discriminação social e econômica, ás humilhações diárias que essa população sofre nos países europeus, à invisibilidade de sua identidade, ao histórico colonial e também com as atuais politicas intervencionistas dos países ocidentais no Oriente Médio e África, que se negam a ouvir as vozes árabes e africanas enquanto financiam grupos extremistas e assassinam populações civis com drones e “democracias”.

Um relatório do Observatório Europeu do racismo e Xenofobia aponta que, na França, a chance de alguém de origem árabe/muçulmana conseguir um emprego é cinco vezes menos do que um caucasiano com as mesmas qualificações, possuem menos acesso á educação formal, vivem nas áreas mais sucateadas das cidades e estão sujeitos à todo tipo de descriminação e violência física. O relatório aponta o sentimento de desespero e exclusão social do jovem muçulmano que vê sua possibilidade de progressão social dificultada por racismo e xenofobia.

O massacre que ocorreu ontem foi um crime horrível de terror e silenciamento, cometido por alguém que não sabemos ainda quem é (e nada impede que seja uma operação de false flag) nem com qual intenção. Um crime horrível e abominável, como foram horríveis e abomináveis os crimes de terror e silenciamento promovidos pela Mossad quando assassinou o cartunista Naji Al-Ali, ou quando Bashar Al-Assad mandou quebrar as mãos do cartunista Ali Ferzat, ou todos os dias quando a polícia militar de Geraldo Alckmin aterroriza e assassina os jovens que imprimem sua critica e revolta com latas de spray nas paredes da minha cidade. Todos são crimes horríveis de silenciamento, e todos devem ser condenados, mas cada um tem suas particularidades, razões e contextos próprios e únicos, e não podemos cair no erro de diluir nossa crítica no simplismo maniqueísta, ou corremos o risco de que a voz que queremos dar à democracia seja um megafone para os absurdos da teoria de “choque de civilizações” de Huntington.

Por tudo isso, eu Não sou Charlie .