FRANCIA. ¿Choque de civilizaciones o crisis europea?

La masacre en la redacción de Charlie Hebdo es presentada como un capítulo más de una guerra mundial entre el bien y el mal, la democracia y la brabarie. Sin embargo, el atentado deja expuesta la crisis de identidad al interior de la sociedad francesa, así como el efecto boomerang de la política exterior de Europa contra los países del Medio Oriente.

diplomas do bem e do mal

 

por Federico Vazquez

 
Casi sin excepción los medios de todo el mundo esparcen la misma interpretación: el asesinato de doce personas en la redacción del semanario parisino Charlie Hebdo es un nuevo capítulo del choque civilizatorio entre Occidente y el Islam, entre la Democracia y la Barbarie.

Esta interpretación, aunque esquemática, permite que cada uno se acomode según su gusto ideológico: los hay quienes piden una devolución guerrera en términos de ojo por ojo, como quienes explican magnánimos que los grupos extremistas apenas representan una ínfima porción de la comunidad musulmana.

Ambas opiniones, sin embargo, comparten la misma matriz: se trataría de un conflicto donde la sociedad francesa, y por extensión la europea, fue víctima de un ataque externo, de un “otro” barbárico, incomprensible, ajeno.

¿Es correcto este enfoque? Volvamos sobre la escena del crimen. Según la información que brinda la misma policía francesa, quien comandó el ataque fue Chérif Kouachi, un joven de 32 años, nacido y criado en París. Un ciudadano francés matando a otros ciudadanos franceses. Este dato, más allá de cualquier otra interpretación, obliga a pensar a la matanza como parte de un problema al interior de la sociedad francesa. Por la sencilla razón de que quien perpetró la matanza nació, fue educado y se socializó al interior de esa sociedad.

Sigamos un poco más con la biografía del supuesto autor de la matanza: un video que circula por estas horas en la web, producido por el canal France 3 en el 2005, muestra a Chérif, que en ese entonces tenía 22 años, como un joven rapero de la periferia parisina. El contexto social de la época no es para nada aleatorio: ese mismo 2005 quedó surcado como el año de las grandes revueltas de jóvenes desclasados (ya sea por su origen social, étnico o religioso) quienes mostraban su inconformidad con el lugar que Francia reservaba para ellos. En el día más álgido de los disturbios 1.295 automóviles ardieron en el cinturón citadino de París. Probablemente, Chérif, que por entonces no tenía el extremismo islámico como brújula sino la música ni siquiera haya participado de esas protestas, aunque probablemente su entorno familiar y de amistades no estuvo ajeno a ellas. Como sea, la respuesta del Estado no fue tolerante ni democrática: en medio de la convulsión callejera el por entonces ministro de Interior, Nicolás Sarkozy, los catalogó públicamente “escoria”.

Según consignan los propios medios franceses, tres años después, en el 2008, Chérif inició sus contactos con células terroristas activas en Irak y Siria, que buscaban reclutar jóvenes del Primer Mundo para combatir en Medio Oriente.

Como reconoció el sociólogo francés Alain Tourine en una entrevista en radio Nacional Rock este jueves, más de mil jóvenes franceses pasaron a enrolar las filas yihadistas en los últimos tiempos. Una cifra de esta envergadura elimina cualquier argumento de “locos sueltos”, o casos de patología individual asesina: algo anda mal en la sociedad francesa, por la cual cientos y cientos de jóvenes nacidos y criados allí abandonan la tierra de la “libertad” y la “democracia” para adentrarse en las entrañas del monstruo pre moderno coránico. ¿Será que no todos pueden disfrutar de la misma libertad? ¿Será que no todos son iguales en la Francia actual de la austeridad económica y la xenofobia racial y religiosa?

Para mirarlo de la manera más microsociológica posible: algo no está bien entre los vecinos de París que resuelven sus diferencias religiosas y culturales mediante el uso de Kalishnikov. Porque, aunque parezca extraño, el exquisito caricaturista Stephane Charbonnier y el ex rapero convertido al fanatismo islámico Chérif Kouachi, vivían en la misma ciudad.

Claro, resulta más tranquilizador responder que se trata de una “contaminación” externa. Sin embargo, todo apunta al corazón de las sociedades europeas, por más que en estas horas sus líderes políticos insistan en arrojar el problema fuera de su cancha.

Las agencias internacionales de noticias consignan a los hermanos que comandaron el ataque a Charlie Hebdo como de nacionalidad “franco-argelino” aunque, como marcamos antes, se trata de dos ciudadanos francés, a secas, nacidos y criados en el país galo. Podría pensarse como una discriminación particular, entendible ante la conmoción de la matanza, pero no. En Francia, como en otros países europeos, tener la ciudadanía legal no implica tener la ciudadanía cultural, identitaria. En general, este último título es reservado para los franceses “puros”, aquellos que pueden ostentar largas genealogías en la tierra del vino y los quesos, excluyendo quirúrgicamente a quienes llegaron en las oleadas migratorias del siglo XX que, dicho sea de paso, están directamente vinculadas con el pasado colonialista de Francia

Que se trata de un conflicto nacional -aunque con obvias y notorias conexiones con dinámicas internacionales, entre ellas el llamado “terrorismo internacional”- lo demuestra la reacción de la propia clase política, inmediatamente después del crimen.
Marine Le Pen, líder del ultraderechista Frente Nacional, el mismo día del atentado, salió a pedir un referéndum para establecer la pena de muerte. En su país. Se podría decirse lo mismo que se dice de los fanáticos religiosos respecto del Islam: es una pequeña minoría que no representa el sentir del conjunto de los franceses. Ya no. Marine Le Pen ganó las elecciones europeas de mayo pasado, y hoy, según todas las encuestas, ganaría las elecciones generales para elegir gobierno.

El brutal asesinato a los periodistas de la revista satírica debería invitar a una sociedad democrática y con diversidad de opiniones a preguntarse cómo llegó hasta este punto. En vez de acentuar la “otredad” simplona descargando las culpas sobre una vaporosa “barbarie”, ensayar un curso acelerado de introspección sobre la propia “civilización”. Claro, no es sencillo: Francia tiene una larga tradición en realizar una operación político ideológica por la cual convierte en un conflicto “externo”, lo que en verdad está ardiendo sin solución dentro suyo. Cuidado: no se trata de decir que los franceses son igual de bárbaros que los musulmanes. Se trata de entender que existe un problema social, político, económico y, en último término, religioso al interior de las sociedades europeas, y no fuera de ellas, en algún “oscuro rincón del mundo”. El problema está en Europa.

Ese problema puede resumirse en el histórico problema “nacional”, por el cual sociedades como la francesa construyen una identidad excluyente, refractaria a incorporar de manera plena a nuevos contingentes poblacionales, manteniendo así una separación y segregación cultural y social impropia de un país que se ve a sí mismo como plural y democrático. La existencia de esa deriva nacional excluyente puede fácilmente corroborarse en el comportamiento electoral reciente de franceses, ingleses o alemanes, que en un contexto de crisis económica como el actual terminan volcándose por opción de extrema derecha, como el caso del Frente Nacional, o el UKIP en el caso de Gran Bretaña. E

Finalmente, también hay una “conexión” externa, si se comprueban los lazos con grupos terroristas de Medio Oriente de los jóvenes franceses que realizaron la masacre. Pero esa conexión con el terrorismo internacional no queda tampoco ajena a decisiones políticas tomadas por los gobiernos del Primer Mundo. Desde la primavera árabe de 2011, hubo una destrucción sistemática de los estados en el norte de África y la península arábiga. Libia, Irak y Siria son territorios caotizados, donde ISIS siembra el terror y realiza propaganda viral en Internet para que nuevos contingentes de jóvenes europeos se sumen a sus filas. En el caso de Libia, la participación francesa en el derrocamiento de Kadafi fue directa e inocultable. El gobierno de Kadafi no fue remplazado por una democracia ejemplar, sino por la destrucción del país, a partir del cual creció la influencia del islamismo extremista que, de modos brutales, impone un orden donde los europeos dejaron caos.

Lo que pasó en las oficinas de Charlie Hebdo no fue un ataque “externo”, sino un hecho brutal, asesino y extremista que, lamentablemente, también refleja a parte de la sociedad europea. Una sociedad donde, desde ya, también existen valores y fuerzas democráticas y libertarias. Ojalá, por el bien de Europa y del mundo, ganen los segundos.

 

Hay motivos para la sospecha

 

por Miguel Ángel Ferrer


Hay lugar para la conmoción. Un grupo de hombres armados ingresa a las oficinas en París de una revista muy conocida por su tratamiento poco comedido de los temas del islam, y con rifles automáticos AK 47 asesina a once periodistas y a varias personas más. En muy breve plazo, la policía francesa afirma tener identificados a los matones. Incluso proporciona los nombres de los tres criminales, a los que sin mayor averiguación llama terroristas. En el lugar de los hechos se apersona el presidente de Francia y dice, frase cohete, que los asesinos serán perseguidos sin descanso y llevados ante la justicia.

A las pocas horas, la policía informa que ya tiene localizados a los responsables del múltiple homicidio. Un poco después, los gendarmes afirman que los asesinos han sido muertos durante un enfrentamiento con las fuerzas del orden. Ya se sabe que los muertos no hablan.

También en brevísimo tiempo llegan a París un montón de jefes de Estado para encabezar una multitudinaria marcha condenatoria del terrorismo. Y llama la atención que en la vanguardia de la manifestación se encuentra un célebre practicante del más cruel terrorismo: el primer ministro de Israel.

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Acto seguido, como en un film de acción vertiginosa, ese montón de jefes de Estado, junto con el presidente de Estados Unidos, convocan a una conferencia internacional sobre seguridad para hacer frente, de manera conjunta y coordinada, al flagelo del terrorismo. Pero, ojo, no cualquier terrorismo, sino el terrorismo islámico. Y más concretamente el terrorismo islámico yihadista, al que sin mayor evidencia y del modo más categórico posible se atribuye el atentado contra la revista parisina.

Al calor del conocimiento de estos hechos vertiginosos, no puede uno evitar que venga a la memoria el incendio del Reichstag, atribuido por los nazis a “los comunistas”, atentado que produjo casi automáticamente, la llegada de Adolfo Hitler al poder absoluto.

Y cómo no recordar el hundimiento en la bahía de La Habana, en 1898, del Maine, buque de la armada estadounidense, atribuido por Washington al ejército español y que sirvió de perfecta excusa para el ingreso de Estados Unidos en la guerra de independencia de Cuba contra el dominio colonial español, y que tras la derrota de España permitió a Estados Unidos apoderarse militarmente de Cuba y ejercer sobre la isla un dominio neocolonialista que sólo terminó con el triunfo de la revolución de la Sierra Maestra.

¿Ya se olvidó el celebérrimo incidente del golfo de Tonkín en que, nos dijeron, unas lanchas torpederas de Vietnam del Norte habían cañoneado a un barco gringo, lo que más tarde se comprobó fue un hecho inexistente, una rotunda falsedad, pero que sirvió de pretexto para iniciar los bombardeos masivos de Vietnam del Norte, ocultados, por cierto, a la prensa y a la opinión pública estadounidenses?

¿Y las Torres Gemelas? También se responsabilizó a unos fanáticos musulmanes de ese feroz hecho. Pero hasta ahora nadie ha podido probar que, en efecto, las cosas ocurrieron como dice la versión oficial. Ni en Nueva York ni en Washington ni en Maryland, donde nos dijeron que, quién sabe cómo, un avión lleno de pasajeros se vino a tierra. En la literatura política mundial, a este tipo de acciones se les llama atentados con bandera falsa.

Aquel montón de mandatarios y sus servicios secretos y sus aparatos de inteligencia y espionaje y la policía parisina, ¿habrán siquiera considerado la hipótesis de un atentado con bandera falsa? ¿O sólo siguieron puntualmente y con cara de circunstancias el libreto preescrito para aumentar y justificar la islamofobia occidental y nuevas guerras coloniales contra los países musulmanes, Irán en primer término? De modo que si hay motivos para la conmoción, también los hay para la sospecha.

Blog del autor: http://www.miguelangelferrer-mentor.com.mx

Charlie Hebdo: calar ou ser morto?

A blasfémia é um direito e não um crime

por Francisco Teixeira da Mots
Público/ Portugal

 

democracia censura

A dimensão de que goza a liberdade de expressão numa sociedade é uma excelente forma de aferirmos da sua democraticidade pelo que a definição dos seus limites deve ter sempre em conta que a proibição ou a repressão de qualquer opinião, por mais aberrante que seja, é sempre um prejuízo para a sociedade, ao impedir a livre circulação de ideias.

Há, no entanto, expressões que podem ou devem ser reprimidas, como, por exemplo, a instigação pública à prática de crimes, na medida em que constituam um perigo sério e atual para a integridade física e psíquica dos cidadãos, mas nunca por não concordarmos com as mesmas ou porque sejam aberrantes ou sinistras. Como disse o juiz Oliver Wendell Holmes Jr., do Supremo Tribunal norte-americano, a liberdade de expressão não protege o pensamento dos que concordam connosco, mas sim o pensamento que odiamos.

Muito daquilo que se escrevia e desenhava no Charlie Hebdo – e espera-se que assim continue – era de um profundo mau gosto, por vezes, abjecto e sempre de uma enorme inconveniência, num jornalismo satírico e violento que, à partida, não respeitava nada nem ninguém, testando os limites admissíveis da liberdade de expressão numa cruel apologia de uma humanidade despida de tabus e preconceitos, de moralismos e hierarquias. É por isso mesmo perfeitamente absurdo ver, entre outros, os presidentes da Hungria e da Turquia, países onde a liberdade de expressão é uma miragem, desfilarem em Paris sob a bandeira “Je suis Charlie”.

A matança na redação no Charlie Hebdo é uma manifestação de um fanatismo político-religioso, desesperado, ao qual não podemos responder de forma cordata, mas sim com o radicalismo da palavra: reafirmando a essencialidade de podermos pensar e falar livremente. Não podemos aceitar polícias do pensamento e da palavra, sejam eles fundamentalistas religiosos ou fanáticos moralistas. Muçulmanos, judeus ou cristãos.

Responder com um pretenso “bom senso” ao ataque terrorista à liberdade de expressão em França, com afirmações do tipo “há que ter em conta a sensibilidade dos outros e evitar proferir publicamente palavras que chocam as crenças, nomeadamente religiosas”, seria abdicar da nossa responsabilidade e liberdade enquanto seres humanos e cidadãos de sociedades democráticas. Seria a vitória do terrorismo. No fundo, ceder à chantagem.

A Al-Qaeda da Penísula Arábica já reivindicou a autoria do atentado, nomeadamente a escolha do alvo e o financiamento da operação. Segundo um dirigente desta organização, “a operação foi uma grande satisfação para todos os muçulmanos” e constituiu “uma mensagem forte a todos aqueles que se atrevem a meter-se com o que é sagrado para os muçulmanos”, aproveitando para exortar os ocidentais a “pararem com os seus ataques em nome de uma falsa liberdade”.

Este criminoso fanatismo político-religioso, de uma vanguarda iluminada e autoproclamada representante de toda uma comunidade, que responde às caricaturas do Charlie Hebdo com a execução pública dos cartoonistas não pode prevalecer. Temos de continuar a poder dizer – quem o quiser fazer – e a poder ouvir – quem o quiser, também – todas as inconveniências, políticas, religiosas e culturais, sob pena de um dia não podermos dizer nenhuma, nem mesmo aquelas que já não acharmos inconveniências.

Embora a liberdade de expressão, como garantia do livre pensamento, deva incluir o direito à blasfémia, isto é, às injúrias e desrespeito às divindades e às religiões, não é essa a realidade legal em todos os Estados democráticos. Mas seja um direito ou seja um crime, a blasfémia não é seguramente justificação ou atenuante sequer para a morte dos seus autores.

O terrorismo sempre foi uma realidade extremamente minoritária e nunca conseguiu atingir grandes objectivos ou provocar grandes modificações sociais, antes se consumindo em atos que, embora de grande visibilidade e impacto emocional, são isolados e estéreis. Não podemos, pois, aceitar que o medo nos domine, nem que a Europa mergulhe em qualquer sinistra deriva securitária como aquela a que assistimos nos EUA após o 11 de Setembro, com um crescimento exponencial do Estado com graves prejuízos para os direitos individuais.

Haverá, certamente, explicações para aquilo que sucedeu em Paris, para além do indesmentível fanatismo dos seus autores. Como também as haverá para as crianças armadilhadas “explodidas” em mercados da Nigéria. Ou muitos outros atos terroristas. Certo é que não podemos nunca aceitar abdicar da nossa liberdade pela chantagem terrorista daqueles que desprezam a nossa humanidade.

P.S.– Espera-se que o humorista Dieudonné, que escreveu na sua página de Facebook após ter participado na manifestação do dia 11 de Janeiro que se sentia “Charlie Coulibaly”, seja absolvido do crime de apologia de terrorismo por que foi detido a bem da liberdade de expressão.

La ocultación política y mediática de las causas del atentado contra “Charlie Hebdo”, sus consecuencias y retos

 

por Said Bouamama
Investig’Action

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Traducido del francés por Beatriz Morales Bastos.

El atentado contra el semanario satírico Charlie Hebdo marcará nuestra historia contemporánea. Falta por saber en qué sentido y con qué consecuencias. En el contexto actual de la «guerra contra el terrorismo» (guerra exterior) y de racismo e islamofobia de Estado, los autores de este acto ha acelerado, conscientemente o no [1], un proceso de estigmatización y aislamiento del componente musulmán, real o supuesto, de las clases populares.

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«Aún es fecundo el vientre del que surge la bestia inmunda», Bertolt Brecht, Arturo Ui

Las consecuencias políticas del atentado ya son desastrosas para las clases populares y van a ser peores si no se propone ninguna alternativa política a la famosa «Unión Nacional».

En efecto, la manera de reaccionar de los medios de comunicación franceses y de la abrumadora mayoría de la clase política es criminal. Son estas reacciones las que son peligrosas para el futuro y las que llevan en sí mismas muchos «daños colaterales» y futuros 7 y 9 de enero cada vez más mortíferos. Comprender y analizar para actuar es la única postura que hoy permite evitar las instrumentalizaciones y desviaciones de una emoción, una cólera y una revuelta legítima.

La ocultación total de las causas

El hecho de no tener en cuenta las causalidades profundas e inmediatas, el aislar las consecuencias del contexto que las hace emerger y el no inscribir un acontecimiento tan violento en la genealogía de los factores que lo han hecho posible condena a la tetania en el mejor de los casos y en el peor a una lógica de guerra civil. Nadie en los medios de comunicación aborda hoy las causas reales o potenciales. ¿Por qué es posible que semejante atentado se produzca hoy en París?

Como pone de relieve Sophie Wahnich, existe «un uso fascista de las emociones políticas de la masa» cuyo único antídoto es el «anudamiento posible entre las emociones y la razón» [2]. Lo que estamos viviendo actualmente es este confinamiento de los discursos mediáticos y políticos dominantes a una sola emoción ocultando totalmente el análisis real y concreto. Todo intento de análisis real de la situación tal como es o todo análisis que trate de proponer otra explicación que la proporcionada por los medios de comunicación y la clase política se convierte en una apología del atentado.

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Mirada al vientre fecundo de la bestia inmunda
Miremos, pues, hacia las causas y, en primer lugar, a las que de ahora en adelante competen a la larga duración y a la dimensión internacional. Francia es una de las potencias que está más en guerra en el planeta. Desde Iraq a Siria pasando por Libia y Afganistán debido al petróleo, de Mali a la República Centroafricana pasando por Congo debido a los minerales estratégicos los soldados franceses contribuyen a sembrar la muerte y el desastre en los cuatro rincones del planeta. El final de los equilibrios mundiales surgidos de la Segunda Guerra Mundial con la desaparición de la URSS unido a la globalización capitalista centrada en el descenso de los costes para maximizar los beneficios y a la nueva competencia de los países emergentes convierten al control de las materias primas en la causa principal de las injerencias, las intervenciones y las guerras contemporáneas. El sociólogo Thierry Brugvin resume de la siguiente manera el lugar que ocupan las guerras en el mundo contemporáneo:

«La conclusión de la Guerra Fría precipitó el final de una regulación de los conflictos a nivel mundial. Entre 1990 y 2001 se disparó la cantidad de conflictos entre Estados: 57 conflictos importantes en 45 territorios diferentes. […] Oficialmente siempre se legitima por medio de móviles virtuosos el emprender la guerra contra una nación adversa: defensa de la libertad, democracia, justicia… En los hechos, las guerras permiten controlar económicamente a un país, pero también facilitar que los empresarios privados de una nación puedan acaparar las materias primas (petróleo, uranio, minerales, etc.) o los recursos humanos de un país.» [3]

Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 el discurso de legitimación de las guerras se construye esencialmente sobre el «peligro islamista» que contribuye a que se desarrolle una islamofobia a gran escala en el seno de las principales potencias occidentales, islamofobia que los propios informes oficiales se ven obligados a constatar. [4] Estas guerras producen al mismo tiempo un fuerte «odio a Occidente» en los pueblos que son víctimas de estas agresiones militares. [5] Las guerras que lleva a cabo Occidente son una de las principales matrices de la bestia inmunda.

Próximo Oriente y Medio Oriente son un reto geoestratégico fundamental en la voluntad de control de las riquezas de petróleo y gas. Las estrategias de las potencias occidentales en general y de las francesas en particular se despliegan en dos ejes: el fortalecimiento de Israel como base y pilar del control de la región, y el apoyo a las petromonarquías reaccionarias del Golfo.

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De este modo, el apoyo incondicional al Estado de Israel es una constante de la política francesa que no conoce alternancia, desde Sarkozy a Hollande. El Estado sionista puede asesinar a gran escala con total impunidad. Sean cuales sean la magnitud y los medios de las masacres, el gerente local de los intereses occidentales nunca está verdadera y duraderamente inquieto. Así, François Hollande declaró durante su viaje oficial a Israel en Israel en 2013: «Seré siempre un amigo de Israel». [6]

Y también en este caso el discurso mediático y político de legitimación de este apoyo se construye sobre la base de una representación del grupo Hamás palestino pero también de la resistencia palestina en su conjunto (a través de recurrentes imprecisiones verbales), de la población palestina en su conjunto y de sus apoyos políticos internacionales, como portadores de un peligro «islamista». La lógica del «doble rasero» se impone una vez más a partir de un enfoque islamófobo adoptado por las esferas más altas del Estado y que retoman la gran mayoría de los medios de comunicación y de actores políticos. Este es el segundo perfil del vientre de la bestia inmunda.

Estos factores internacionales se conjugan con factores internos de la sociedad francesa. Antes hemos puesto de relieve la islamofobia de Estado, propulsada por la Ley sobre el pañuelo en 2004 y mantenida después regularmente (discurso sobre las revueltas de los barrios populares en 2005, Ley sobre el niqab, «debate» sobre la identidad nacional, Circular Chatel y exclusión de las puertas de salida de las escuelas de aquellas madres que lleven velo, acoso a las estudiantes de instituto que lleven faldas largas, prohibición de las manifestaciones en apoyo al pueblo palestino, etc.).

Hay que poner de relieve ahora que ninguna respuesta de las fuerzas políticas que se declaran de las clases populares ha hecho frente a este clima de islamofobia. Y lo que es más grave, en varias ocasiones se ha producido un amplio consenso con el pretexto de defender la «laicidad» o de no relacionarse con «quienes defienden a Hamás». Desde la extrema derecha a una parte importante de la extrema izquierda se han presentado los mismos argumentos, se han construido las mismas separaciones, se han producido las mismas consecuencias

El resultado de ello no es otro que el arraigo aún más profundo de las islamalgamas*, la profundización de una división en el seno de las clases populares, el debilitamiento aún mayor de los ya debilitados diques antirracistas y una violencia concreta o simbólica ejercida contra las y los musulmanes. Como propone Raphaël Liogier, este resultado se puede describir como la difusión por parte de un sector importante de la sociedad del «mito de la islamización» que desemboca en la tendencia a constituir una «obsesión colectiva». [7]

La tendencia a la producción de una «obsesión colectiva» aumentó todavía más con el reciente tratamiento mediático de los casos Zemmour y Houellebecq. Tras haberle ofrecido múltiples tribunas, Eric Zemmour fue despedido de I-télé por haber propuesto la «deportación de los musulmanes franceses». Esto le permite dárselas de víctima en el contexto de esta obsesión colectiva que hemos mencionado. Por lo que se refiere al escritor [Michel Houellebecq] lo defienden muchos periodistas con el pretexto de que no se puede confundir ficción y realidad. No obstante, en ambos casos queda una profundización del sentimiento de «la obsesión colectiva» por una parte y el sentimiento de ser una vez más insultado permanentemente por otra. Este es el tercer perfil del vientre de la bestia inmunda.

Este factor interno de una islamofobia banalizada tiene unos efectos decuplicados en el actual contexto del debilitamiento económico, social y político general de las clases populares. La pauperización y la precarización generalizada se han vuelto insoportables en los barrios populares. De ahí se desprenden unas relaciones sociales marcadas por una violencia cada vez mayor contra uno mismo y contra las personas cercanas. A ello se une el descenso de clase social de una parte importante de las clases medias, así como el temor a ese descenso en aquellas personas para las que las cosas todavía van bien, pero que no son «de buena familia». Cuando estas últimas personas se sienten en peligro disponen entonces de un blanco consensual que ya está completamente calificado de legítimo tanto mediática como políticamente: el musulmán o la musulmana.

El debilitamiento afecta aún más al componente surgido de la inmigración de las clases populares, que se enfrenta a las discriminaciones racistas sistémicas (ángulo absolutamente muerto de los discursos de las organizaciones políticas que se declaran de las clases populares), las cuales producen unas trayectorias de marginación (en la formación, en la búsqueda de vivienda, en la relación con la policía y con los controles según el color de la piel**, etc.). [8]

La profundización de la división entre dos componente de las clases populares en una lógica de «dividir a quienes deberían estar unidos (los diferentes componentes de las clases populares) y de unir a quienes deberían estar divididos (las clases sociales con intereses divergentes)» es el cuarto perfil del vientre de la bestia inmunda.

terrorista

¿Qué pare este vientre?
Esta matriz es claramente propicia para la emergencia de trayectorias nihilistas que se traducen en la matanza de Charlie Hebdo. Estas trayectorias, que son extremadamente minoritarias, son una producción de nuestro sistema social, así como de las desigualdades y discriminaciones generalizadas que lo caracterizan.

Pero lo que las reacciones al atentado han revelado es igual de importante y cuantitativamente está mucho más extendido que la opción nihilista (¿por ahora?). Sin poder ser exhaustivos, recordemos algunos elementos de estos últimos días. Por lo que se refiere a los discursos, tuvimos a Marine Le Pen exigiendo un debate nacional contra el «fundamentalismo islámico», al bloque identitario que declaraba la necesidad de «poner en tela de juicio la inmigración masiva y la islamización» para luchar contra el «yihadismo», al periodistas Yvan Rioufol de Le Figaro que conminaba a Rokhaya Diallo de desolidarizarse en RTL, a Jeannette Bougrab que acusaba a «quienes han calificado a Charlie Hebdo de islamófobo» de ser los culpables del atentado, sin contar todas las declaraciones que hablaban de «guerra declarada». A estas palabras se unen los pasos al acto de estos últimos días: una miembro de Femen se filma quemando y pisoteando El Corán, se producen unos disparos contra la mezquita de Albi, aparecen unas pintadas racistas en las mezquitas de Bayona y Poitiers, se lanzan granadas contra otra en Mans, se producen disparos contra una sala de oración en Port la Nouvelle, se quema otra sala de oración en Aix les Bains, se cuelgan una cabeza y vísceras de jabalí ante una sala de oración en Corte, Córcega, un kebab es objeto de una explosión en Villefranche sur Saône, un automovilista es el blanco de unos disparos en el Vaucluse, se molesta a un estudiante de secundaria de origen magrebí de 17 años durante un minuto de silencio en Bourgoin-Jallieu en Isère, etc. Estas palabras y actos muestran la magnitud de los daños que ya han causado las últimas décadas de banalización islamófoba. También forman parte de la bestia inmunda.

La bestia inmunda se encuentra también en la sangrante ausencia de indignación frente a las innumerables víctimas de las guerras imperialistas de estas últimas décadas. Al reaccionar a propósito del 11 de septiembre la filósofa Judith Butler se pregunta sobre la indignación desigual. Pone de relieve que la justificada indignación por las víctimas del 11 de septiembre se acompaña de una indiferencia por las víctimas de las guerras emprendidas por Estados Unidos: «¿Cómo es que no nos dan los nombres de los muertos de esta guerra, incluidos aquellos a los que ha matado Estados Unidos, aquellas personas de las que nunca tendremos una imagen, un nombre, una historia, nunca tendremos el menor fragmento de testimonio sobre sus vidas, algo que poder ver, tocar, saber?». [9]

Esta indignación desigual está en la base de un proceso de producción de una división muy real en el seno de las clases populares. Y es esta división la que es portadora de todos los peligros, sobre todo en un periodo de construcción de «la unión nacional», como el actual.

La unión nacional que sueñan con construir es «todas y todos juntos contra aquellos que no son de los nuestros, contra aquellas y aquellos que no enseñen su patita blanca***».

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Una formidable instrumentalización política
Pero el escándalo que vivimos hoy no se detiene ahí. Con un cinismo consumado se despliegan todo el día instrumentalizaciones de la situación y del pánico que esta suscita.

* Refuerzo de la seguridad y ataques contra las libertades democráticas

Algunos, como Dupont Aignan, reclaman «más flexibilidad a las fuerzas del orden» aunque el pasado otoño ya se votó una nueva «ley antiterrorista». Y haciéndose eco, Thierry Mariani alude a la Patriot Act estadounidense (cuya consecuencia fue un grave ataque contra las libertades individuales con el pretexto de la lucha contra el terrorismo): «Estados Unidos supo reaccionar tras el 11 de septiembre. Se ha denunciado la Patriot Act, pero desde entonces no ha habido atentados, aparte del de Boston». [10]

Instrumentalizar el miedo y la emoción para reforzar unas leyes y medidas liberticidas es la primera manipulación que se pone hoy a prueba para medir las posibilidades en materia de regresión democrática. Determinadas reivindicaciones legítimas y urgentes se vuelven ya inaudibles debido al enorme aumento de las medidas de seguridad que tratan de aprovecharse de la situación: por ejemplo, será mucho más difícil llevar a cabo la lucha contra los controles según el color de la piel y continuarán las humillaciones cotidianas que estos producen en medio de la indiferencia general.

* La unidad nacional

La construcción activa y determinada de la unidad nacional es la segunda instrumentalización importante en curso. Permite poner en sordina el conjunto de las reivindicaciones que traban el proceso de desregulación generalizada. Por muy burdo que sea, es eficaz en un clima de miedo generalizado, que el conjunto de los medios de comunicación producen cotidianamente. En algunas ciudades la unidad nacional se ha extendido ya al Frente Nacional que ha participado en las concentraciones de apoyo a Charlie Hebdo. [La ex ministra francesa de Justicia Rachida] Dati y [el ex primer ministro francés François] Fillon se indignan ya de «la exclusión» de Marine Le Pen de la unidad nacional. Esta «unidad nacional» también es lo que más daño político ha provocado puesto que destruye las raras referencias positivas que pudieran existir antes en términos de posibles alianzas e identidades políticas.

* La conminación a justificarse

Otra instrumentalización es la permanente conminación que se hace a los musulmanes reales o supuestos a justificarse por unos actos que ellos no han cometido y/o a desmarcarse de los autores del atentado.

Este hecho de ser permanentemente acusado es humillante. A nadie se le ocurrió exigir a los cristianos reales o supuestos una condena cuando el noruego Anders Behring Breivik asesinó a 77 personas en julio de 2011 reivindicándose como islamófobo y nacionalista blanco.

Tras esta conminación se encuentra la lógica que plantea que el islam es por esencia incompatible con la República. De esta lógica se desprende la idea de poner a los musulmanes, reales o supuestos, bajo vigilancia no solo policial, sino también de los medios de comunicación, de los profesores, de los vecinos, etc.

* ¿Ser Charlie? ¿Quién puede ser Charlie? ¿Quién quiere ser Charlie?

 

Por último, la consigna «todos somos Charlie» es la ultima instrumentalización desplegada estos días. Si el atentado contra Charlie Hebdo es condenable, sin embargo está fuera de cuestión olvidar el papel que ha desempeñado este semanario en la construcción del actual clima de islamofobia.

También está fuera de cuestión olvidar las odas a Bush que acogían sus páginas cuando este impulsaba esta famosa «guerra contra el terrorismo» en Afganistán y después en Iraq. Estas tomas de postura escritas o dibujadas no son detalles o simples diversiones sin consecuencias: son el origen de múltiples agresiones a mujeres veladas y de muchos actos contra lugares de culto musulmanes. Sobre todo, este semanario ha contribuido enormemente a dividir a las clases populares en un momento en que más que nunca necesitaban unidad y solidaridad. No somos más Charlie ayer que hoy.

Los tiempos que se avecinan van a ser difíciles y costosos. Para detener la escalada tenemos que acabar con la violencia de los dominantes: tenemos que luchar para parar las guerras imperialistas en curso y derogar las leyes racistas. Para detener la escalada tenemos que desarrollar todos los marcos y acontecimientos de solidaridad destinados a impedir la invasión de palabras o de actos racistas y, sobre todo, islamófobos. Para detener la escalada tenemos que construir todos los espacios posibles de solidaridad económica y social en nuestros barrios populares, con total autonomía respecto a quienes predican la unión nacional como perspectiva.

Necesitamos más que nunca organizarnos, cerrar filas, rechazar la lógica que «divide a quienes deberían estar unidos y une a quienes deberían estar divididos». Más que nunca tenemos que designar al enemigo para construirnos juntos: el enemigo es todo aquel que nos divide.

Notas:
[1] Por una parte es demasiado pronto para decirlo y por otra el resultado es el mismo.

[2] Sophie Wahnich, La révolution française, un événement de la raison sensible 1787-1799, Hachette, París, 2012, p. 19.

[3] Thierry Brugvin, Le pouvoir illégal des élites, Max Milo, París, 2014.

[4] Djacoba Liva Tehindrazanarivelo, Le racisme à l’égard des migrants en Europe, éditions du Conseil de l’Europe, Estrasburgo, 2009, p. 171.

[5] Jean Ziegler, La haine de l’Occident, Albin Michel, París, 2008.

[6] Le Monde, “Hollande «ami d’Israël» reste ferme face à l’Iran”, 17-11-2013.

* N. de la t.: “Islamalgame” es un neologismo creado para expresar todas las amalgamas, siempre con connotaciones negativas, que se hacen a propósito del islam (islam y terrorismo, islam y delincuencia, etc.).

[7] Raphaël Liogier, Le mythe de l’islamisation, essai sur une obsession collective, Le Seuil, París, 2012.

** N. de la t.: “contrôles au faciès” en el original. Se refiere a los controles policiales que se hacen en Francia sobre todo a las personas que no son de piel blanca y que los sufren con mucha más frecuencia que aquellas que tienen la piel blanca

[8] Véase sobre este aspecto mi último artículo en mi blog, “Les dégâts invisibilisés des discriminations inégalité sociales et des discriminations racistes et sexistes”, https://bouamamas.wordpress.com/

*** N. de la t.: Hay un juego de palabras intraducible con la expresión “montrer patte blanche”, cuyo origen está en una fábula de La Fontaine de la cabrita que pedía al lobo que enseñara su patita blanca para poder entrar y que actualmente significa “enseñar un signo de reconocimiento convenido, decir la contraseña necesaria para entrar en algún lugar”. Su traducción literal sería “enseñar la pata blanca”.

[9] Judith Butler, citada en Mathias Delori, “Ces morts que nous n’allons pas pleurer”, http://blogs.mediapart.fr/blog/math…, consultado el 9 de enero de 2015 las 18:00 h.

[10] Le Parisien, 8-01-2015

Animador del Collectivo Manouchian, Said Bouamama es un sociólogo, militante asociativo y político. Su especialidad es la inmigración, las discriminaciones y el racismo como procesos de dominación. Said Bouamama fue uno de los participantes de la Marcha por la Igualdad de diciembre de 1983 en la que convergieron hacia París miles de personas que luchaban por acabar con el racismo y las discriminaciones masivas del estado francés hacia una parte de sus ciudadanos, en especial aquellos de origen magrebí, en un contexto generalizado de crímenes racistas y banalización de la extrema derecha. Acaba de publicar Figures de la Révolution Africaine (de Kenyata à Sankara), Editions La Découverte, 2014. También es el autor de Les classes et quartiers populaires. Paupérisation, ethnicisation et discrimination, Éditions du Cygne, 2009; La France: Autopsie d’un mythe national, Larousse, 2008 y L’affaire du foulard islamique: production d’un racisme respectable, Le Geai bleu, 2004, entre muchas otras obras.

Los angelitos de Charlie

Libertad, Igualdad, Publicidad

Fadi Abou Hassan

Fadi Abou Hassan

 

por Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión

“Allons enfants de la Patrie”… la guerra de propaganda burguesa llama a sus hijos a reactivar trincheras y ocupar todo el territorio del relato imperial. La derecha europea se alebresta y fiel a su costumbre agita banderas de populismo snob en los balcones de sus monopolios mediáticos. Usaron el repudio mundial a un asesinato para legitimar su “todo vale” burgués. Los expertos en silenciar a los pueblos lloriquearon mediáticamente para informarnos que profundizarán su guerra de IV generación. A su libertad de agresión le llaman “libertad de expresión”.

Todas las cartas están a la vista. Detrás de la hipocresía oligarca, que sacó a pasear a sus gerentes para enmascarar con luto lenguaraz la xenofobia y el hambre de belicismo, se agitan las perversiones nazi-fascistas más peligrosas para la humanidad. Todas las denuncias y rechazos al asesinato de los periodistas de Charlie Hebdo se han manipulado para sembrar el “huevo de la serpiente” que en defensa de la “libertad de expresión” burguesa profundizará la censura a la libre expresión de los trabajadores y de los pueblos. En el trasfondo está también la guerra económica contra Rusia y China mientras defienden al euro. A cualquier costo. Literalmente.

No es difícil ver la agenda del silenciamiento que tiene fechas cruciales. Barak Obama, experto gerente de la guerra y en espiar al mundo entero, quiere protagonizar una “Cumbre sobre Seguridad Global” el 8 de febrero y no es otra cosa más que un plan represivo planetario para liberar territorios mercantiles que den sobrevida al capitalismo putrefacto. Es la respuesta a la “multipolaridad” abierta por el avance geo-estrategico de China y Rusia y es la venganza mafiosa de la industria bélica contra Putin que los hizo regresarse de la “línea roja” cuando les abortó el negocio de invadir a Siria. Todo está archivado en la memoria de los negocios de la muerte. Esa agenda represora tiene decorados electorales que también son un gran negocio para la guerra de propaganda. ¿Quién lo administra?

El asunto nodal es asegurar y hacer crecer a la industria bélica yanqui y eso incluye a sus armas de guerra ideológica trasvertidos como “medios de comunicación” y hacer crecer, también, esa industria opresora de conciencias. Su target es sembrar miedo y confusión, criminalizar a los líderes sociales y obligar a las víctimas a disfrutar y agradecer la esclavitud de su conciencia, entre bailes, consumismo y endeudamiento. Los bancos también son armas de guerra económica contra la clase trabajadora. Hay cifras obscenas al “por mayor”. Les importa sembrar miedo. Exitoso, horrendo y añoso juego burgués del miedo. Se trata de espantarnos poniendo ante nuestros ojos la imagen de nosotros mismos. Nos hacen mirarnos como lo “otro”, lo “externo”, lo “extranjero”, lo que invade y lo que amenaza. Nos hacen vernos como lo de la calle, lo que pasa en las calles, en el “afuera” donde (dicen) habitan las peores amenazas, donde anda el pueblo, donde anda la clase trabajadora que tanto temen y que tanto explotan.

No hay dudas de que el arsenal ideológico burgués necesita, como al aire, de profundizar la preeminencia de todas sus mercancías (objetivas y subjetivas) en un “mercado” saturado y competido a mansalva. Un ejército de publicistas creativos y serviles pasan sus días y noches inventando fetichismos de toda especie para desahogarles las bodegas. La lógica imperial, que es por definición criminal, necesita suprimir competencias para asentarse en el reino de los precios y fijarlos a su antojo. Para eso se estorban entre ellos mismos y habrán de desplegar los más sofisticados método de traición hasta asegurarse el control total de los mercados. Es esa su historia reciente y ese su destino. Si para eso hay que inventar nuevas semánticas a la “libertad”, a la “igualdad” y a la “fraternidad” de la clase dominante… sea pues, que al fin y al cabo son ellos los dueños de las herramientas de producción de sentido. Si para eso el imperialismo ha de resucitarse en París, sea pues, que no le faltarán gerentes dispuestos para una foto histórica que haga patente la hipocresía y el servilismo. Si para eso hay que matar a 12 en Francia, a 43 en Ayotzinapa… nada importa mientras se los pueda usar como cortina de humo plañidero para esconder las verdaderas intenciones capitalistas.

La llamada “nueva guerra fría” se calienta los pies con pantallas de televisión y portadas de diarios. Exhiben sus arietes ideológicos a “ocho columnas” siempre bien camuflados por la verborrea de sus publicistas (de bienes, servicios y política) vendedores de ideología chatarra. Pero el relato también se les gasta y necesitan siempre, con urgencia, de episodios sórdidos capaces de garantizar algunas cuantas semanas de amarillismo que, bien administrado, alcance para varios medios y varios modos. Y le dan la vuelta al mundo con su maniqueísmo de ocasión haciéndose ellos, siempre, lo buenos de la Historia. Hasta la náusea. Ya debe haber contratos para escribir el “Best Seller”, filmar la película, el documental y la serie de televisión… basados en los asesinatos de Charlie Hebdo. En esta guerra mediática los muertos también son una mercancía.

Nosotros no podemos dejarnos llevar por las “lágrimas de cocodrilo” burgués ni por la emoción de los hipócritas que preparan guerras contra nuestros pueblos. Lo que hoy es acusación contra el “terrorismo” mañana será contra las luchas revolucionarias que ya en varios países son consideradas “terroristas” y enemigas del “progreso” burgués. Los gerentes burgueses, que hoy lagrimean en Francia, son los mismos que avasallaron, por ejemplo, a Irak, Libia, Siria, Palestina… su luto no es más que otra forma de la guerra de propaganda para desorientar a las masas y camuflar los verdaderos intereses del capitalismo. No aceptemos que los pueblos pierdan de vista al enemigo que está en los bancos y lo confundan con un dogmático fundamentalista suicida proveniente de tierras exóticas porque eso es, justamente, lo que quiere la industria de las armas para justificar los ataques y sus negocios. No perdamos la atención sobre lo que amenaza a la humanidad por más que agiten las banderas apocalípticas en Francia o en el Pentágono. El capitalismo se pudre día a día y eso debe animarnos a profundizar las luchas sin aturdirnos con el “show” de la muerte y sin dejar de repudiar a todo terrorismo criminal comenzando con el del capitalismo y sus negocios bélicos. Los yanquis y los imperios.

O CESTO DE DAVIR JACQUES LOUIS

por Talis Andrade

    
 
      No espelho dos teus olhos
      o desejo de me ver
      que seja uma única vez
 
      Eu pago o preço
      mesmo que custe
      o temido castigo
      de ter os olhos
      para sempre vendados
      com uma faixa tecida
      por hábil tricotadeira
      todos os dias
      ajoelhada
      com as companheiras
      junto à guilhotina
      alegre vivandeira
      do terror
      o terror político
      transformado
      em espetáculo
 
      O rosto voltado
      para a terra
      a cabeça decepada
      em um só golpe
      a cabeça jogada
      no cesto forrado
      com seco capim
      para absolver
      o sangue golfado
 
      No horrendo cesto
      sanguinoso cesto
      em que revoam
      um enxame de almas
      a cabeça mumificada
      por Davir
      os olhos abertos
      revirados de cego
      que mais desejam ver