Mujer soltera busca

Se estrenó Cómo ser soltera, una película que invita a pensar en las nuevas representaciones de la soltería femenina en las comedias románticas, cargadas de sexo y con una especie de nuevo mandato: se puede soportar la soltería pero hay que coger, y mucho. De lo que no zafamos para este guión que pesca en el aire algo de lo que “el público pide ver” desde Sex and the City a la actualidad es del “final feliz”, que siempre encauza a la soltera loca al altar o a la pareja monogámica, ni hablar si en sus planes (y siempre está en nuestros planes, ¡cómo no!) está convertirse en madres. Escenas de masturbación, amigxs que disfrutan del buen sexo juntos sin estar comprometidxs y un corrimiento de la edad para cumplir el mandato forman parte de lo nuevo del rubro, pero el ideal de amor romántico goza de buena salud.

Por Marina Yuszczuk


Quizás todo se deba a Sarah Jessica Parker, que en 1998 se puso al frente de una serie de título picante y contenido al tono en la que las mujeres solteras de más de treinta cobraron entidad como un grupo con características propias, encaramado en unos tacos carísimos. Sex and the city se propuso hacer de su mundo ficcional algo más que un limbo en el que las menos afortunadas se sentarían a esperar que les llegara el hombre de su vida (aunque, más tarde o más temprano, las cuatro amigas neoyorquinas que tomaban Cosmopolitans y se contaban los secretos sexuales terminaron en pareja, salvo la incorregible Samantha). La serie de HBO duró seis temporadas pero tardó mucho menos en convertirse en un fenómeno. Al parecer, mujeres de varios países con realidades distintas se identificaban con el grupo de amigas que podían salir juntas, tener una vida profesional exitosa y coger a mansalva, aunque muchas menos se hayan visto reflejadas en los Manolo Blahnik de 500 dólares, los restoranes carísimos y los roperos inagotables de las cuatro amigas que no dejaban de ofrecer ropa nueva como una cornucopia fashion.

Podría pensarse que la condición de solteras y la de consumidoras (lo que implica obviamente tener ingresos propios) van por carriles paralelos pero Sex and the city fue aguda en mostrar que no se podía ni se puede separar los tantos, como lo establecen todos los estudios donde se analiza el perfil de las nuevas solteras de más de treinta. Después de todo, si en algún punto de la historia las mujeres empezaron a plantearse que podían no desear ni necesitar la presencia de un varón al lado, seguramente tuvo más que ver en el asunto la independencia económica lograda por sus propios medios que cualquier idea abstracta de libertad, cualquier rechazo caprichoso del amor monogámico y romántico. Es que los dos aspectos se cuentan por separado, las estadísticas tratan de no mezclarse con las historias de amor pero lo cierto es que (¿hace falta decirlo?) el matrimonio tal como lo conocemos pertenece al orden burgués, y allí estaba Jane Austen hace dos siglos para demostrar que la preocupación por casar a las mujeres era ante todo una preocupación por su futuro económico, dado que no podían heredar y estaban demasiado limitadas para mantenerse por sí mismas.

No puede sorprender entonces que, conseguido el trabajo y la vivienda propia, la pareja y los hijos no se planteen con la misma urgencia. Ni tampoco que esta manera de estar sola por elección sea un fenómeno urbano, de personas que trabajan muchas horas y a pesar de eso salen tres o cuatro veces por semana, eligen bares y restoranes exclusivos, viajan mucho y arman una especie de tribu o familia con otrxs pares que también están siempre disponibles. Según la Encuesta Anual de Hogares que realizó el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en 2013, el 38,7 por ciento de las mujeres que viven en esta ciudad no tiene hijos, y en el 31,7 por ciento de los hogares porteños vive una persona sola. Liberadas hasta cierto punto del mandato de formar pareja y tener hijos o dispuestas a dilatar el asunto todo lo que se pueda, las solteras al fin existen por derecho propio, no contagian, no muerden y por sobre todas las cosas no tienen nada que ver con las “solteronas” de antaño, ni les espera como destino vestir santos o cuidar a los parientes más grandes. Ah, y también cogen.

Reinas del drama

Así las muestra Cómo ser soltera, una de las tantas ficciones que en los últimos años se vienen haciendo cargo de este sector demográfico polémico y explosivo que parece que necesitara permanentemente ser explicado y hasta “inspirado”. Pero mientras el hábitat más frecuente de las chicas “casaderas” es la comedia romántica, ese género en el que por más aggiornadas que estén las relaciones (es decir, por más sexo que tengan) siempre se trata de conseguir una media naranja, Cómo ser soltera es un intento por contar una época en la vida de Alice (Dakota Johnson, la misma de 50 sombras de Grey) sin centrarla en las historias que tiene o deja de tener con los varones, como lo enuncia la voz de la protagonista no bien empieza la película. ¿Habrá algo para contar a partir de esa premisa que también pueda ser vendido? El desafío que asume Cómo ser soltera es grande, y en un principio parece cumplirlo porque toma a Alice en el preciso momento en que su novio de cuatro años la abandona para tener otras experiencias. Clásico: la parejita de dulces novios que estuvieron juntos durante toda la carrera y al recibirse se dan cuenta de que no hicieron nada, y por nada se debe entender lo que hicieron los demás, que no es otra cosa que estar de fiesta, tener sexo caótico y abundante, vivir unos años sin orden ni sentido. Ser jóvenes, en definitiva; explotar esa brecha entre los veintipico y los treinta y pico en la que ahora se toleran semejantes excesos.

Tales son los derechos que las solteras y solteros parecen haberse ganado tarjeta de crédito en mano: hacé lo que quieras, mientras consumas. Pero esa es otra historia. La de Alice continúa en Nueva York, con un trabajo nuevo en un estudio de abogados y una compañera, Robin (Rebel Wilson), que vive de fiesta y promete enseñarle cómo ser soltera. Bares, boliches, after hours, tragos pagados por tipos babosos, sexo con desconocidos, así es la diversión entendida por Robin, que está lejos del modelo de belleza canónico pero a pesar de eso se mueve por la noche y la ciudad como si estuviera blindada. Las chicas que completan el muestrario de solteras son Lucy (Alison Brie), que gasta las horas en sitios de citas online y espanta a cuanto tipo se le cruza con alusiones a futuros hijos, y Meg (Leslie Mann), la hermana de Alice, médica que vive para trabajar y hace de cuenta que no le importa no tener hijos mientras ve cómo le pasan por el costado los bebés de otros, los mismos que ayuda a traer al mundo.

No es que alguna de las cuatro sepa cómo ser soltera: lo que en el título de la película parece aludir a una especie de manual de instrucciones no tarda en sumar signos de pregunta, incluso llega a convertirse en un dilema. Porque a Alice no le cuesta nada conocer tipos, entrar y salir de relaciones o a veces, que la saquen a los empujones; lo que le cuesta es saber qué hacer consigo misma en el medio. Así, una noche de sexo casual con un tipo que trabaja en un bar y al que Alice no le interesa en absoluto la devuelve horrorizada a los brazos del ex novio, pero el rechazo del ex la devuelve al juego, pero por suerte se le cruza un viudo que parece perfecto, pero cuando el viudo le dice que no puede estar en una relación, la aparición del ex en una fiesta le resulta providencial. Lo más interesante de Cómo ser soltera, incluso lo más osado, es que llega un punto en que todos los movimientos de Alice se vuelven insoportables y ella misma también: desde afuera no es difícil notar que avanza a puro paso en falso con tal de no estar sola.

Adicta al drama permanente de las relaciones de pareja que empiezan y terminan (o no terminan nunca, porque los ex siguen reapareciendo como fantasmas), Alice no se banca estar mucho tiempo sin que le pase “algo” con un chico. Ese silencio. Como si no hubiera nada más importante que tener algún tipo de relación con los varones, sea mala o buena, y todo el tiempo que transcurre entre cada encuentro y el otro no fuera más que una espera que, de todos modos, sigue girando alrededor de la fantasía del tipo que vendrá. Después de todo, hasta en Sex and the city no había hobby más intenso que conocer tipos, a razón de uno por capítulo.

Que se mueran los feos

Hay un doble discurso, claramente, en las películas que quieren dirigirse a las chicas: por un lado se muestra a estas solteras que no pueden pensarse sin varones como cerebritos formateados por la idea de familia y de amor romántico desde pequeñas, que necesitan una lección, y por el otro no hay prácticamente películas sobre mujeres donde todo no derive en una historia romántica, sin irnos al extremo de Charlize Theron manejando ese camión en Mad Max: Fury Road. Incluso una película con el título ostentoso de Bachelorette (Solteras, 2013), una especie de versión más amarga de Cómo ser soltera que no se molestaba por hacer que sus protagonistas fueran agradables –y eso es una novedad, un bienvenido trago amargo–, reunía a cuatro amigas del secundario justo antes de la boda de la primera de ellas que lograba el paso triunfal de acceder al altar (la misma Rebel Wilson que fiestea en Cómo ser soltera), amagaba con mostrar una noche de salida con amigas, y en la mitad de la película cada una de las chicas se iba con un varón y encaraba una historia de pareja, dos de las cuales terminaban en amores de comedia romántica.

Bachelorette tenía su cuota de osadía: las protagonistas (Lizzy Caplan, Isla Fisher y esa rubia de frialdad alemana que es Kirsten Dunst) eran odiosas, hablaban como chetas, apenas podían ser tiernas entre ellas incluso cuando parecían contentas de verse y eran tan pero tan forras que a la amiga gorda a punto de casarse le arruinaban el vestido por hacer, borrachas y después de tomar cocaína, la broma de meterse dos flacas en el traje de la gorda y sacarse una foto. Pero había una verdad que se decían cuando el alcohol les aflojaba el orgullo, y la decía Kirsten Dunst: ¿por qué, aunque hice todo bien, me salió todo mal (léase: no me casé ni estoy en pareja)? O mejor todavía, como si la voz de la cultura hablara a través de esas tres chicas que se esforzaron por cumplir con todos los mandatos: ¿Por qué, si estoy re buena, soy copada, me cuido para mantenerme flaca y estoy abierta sexualmente, la que se casa es la gorda? Suena brutal y lo es, pero no pasa muy seguido que una película diga lo que nadie quiere decir: que la promesa de que si las chicas se preocupan por convertirse en princesas tarde o temprano van a atraer a un príncipe es la nada misma. Bachelorette era dura con sus protagonistas pero sincera al mostrar cómo se manejaban estas chicas cuando no podían ser felices con un encuentro entre amigas y además de las drogas y el alcohol, necesitaban salir a buscar tipos. Claro que no tuvo mucho éxito: las chicas que todo el mundo quiere ver son las encantadoras. Que pueden, por momentos, ser desalmadas y coger con tipos que no les importan, pero solo porque están perdidas. Así construyó la comediante Amy Schumer su personaje en Trainwreck (2015), la película que escribió y en la que la dirigió Judd Apatow. Schumer interpreta a Amy, una periodista que demasiado influenciada por el modelo del padre, divorciado y mujeriego, pasa de cama en cama, siempre un poco pasada de alcohol para darse coraje. Amy coge con tipos que no le interesan y nunca se la ve demasiado contenta; mientras tanto se horroriza con el matrimonio ñoño de la hermana, y un día conoce a un médico también ñoño (Bill Hader) con el que la pasa bien, se enamora pero después se freakea, y al final se entrega. Al amor, al compromiso, la pareja, todo aquello que cuando falta es síntoma de alguna patología.

No hay diagnóstico posible que se pueda armar a partir de esas ficciones más que el mapa de lo que la comedia mainstrem hoy por hoy se permite mostrar (refiriéndome por supuesto a la comedia norteamericana, que abunda en ejemplos mientras es casi imposible encontrar uno solo en nuestro país). La novedad es que las chicas cogen, incluso cuando no tienen novio, y nadie se horroriza demasiado por eso. Es más: la que no coge es porque tiene algún asunto sin resolver. O porque no se lo permite, o porque no sale al mundo y se deja elegir al mismo tiempo que elige. Claro que también están las que usan el sexo como una especie de inversión, pensando que más tarde o más temprano el amante ocasional va a sentar cabeza y se va a quedar con ellas. Esa es la historia de Lainey (Alison Brie), que en Sleeping with other people (2015) no deja de responder a cada llamado de un idiota que se termina casando con otra solo porque piensa que va a terminar llevándolo al altar. Por suerte tiene un mejor amigo, Jake (Jason Sudeikis), que la ayuda a abrir los ojos y mientras tanto le da unos consejos para entretenerse sola. Ayudado por una botella transparente, Jake le enseña a Lainey cómo masturbarse para pasarlo genial después que ella le confiese que no lo hace nunca porque se aburre. La escena es sexy (aunque, por dios, ¿hasta eso nos tienen que enseñar?), y la chica no deja de aplicar enseguida otros consejos de su amigo cuando después de una cita con un separado, terminan en la cama y le pide que le toque el clítoris exactamente como le explicó Jake, lo que la hace volar por el aire; no se ve muy seguido una escena de sexo en la que una chica la pase re bien y eso no implique que se va a enamorar del compañero de turno.

Como sea, coger es el nuevo mandato y no es la suerte que les toca únicamente a las lindas; actrices como Rebel Wilson y Melissa McCarthy, además de ser geniales, por momentos parecen estar ahí para que las películas puedan ejemplificar en ellas cómo las gordas también pueden conseguir sexo y hasta amor. Pero no se hagan ilusiones, la verdad no está en el guión sino en el casting: Dakota Johnson puede seducir a un prototipo de publicidad de boxers como el millonario Christian Grey, Amy Schumer puede elegir entre Bill Hader (un feo tierno que puede ser hermoso) o el fisicoculturista con el que está al principio de Trainwreck, Alison Brie puede estar con Jason Sudeikis o Adam Scott, pero a Rebel Wilson le tocan dos tipos en Cómo ser soltera y los dos son panzones y peludos. Nadie dice que no sean divinos, pero el racismo del “Unir con flechas” está bien a la vista. De modo que las condiciones para pertenecer a la nueva elite de mujeres que son libres porque quieren –y no puedo dejar de remarcarlo: porque quieren– nunca se explicitan pero se representan, están a la vista en cuanta publicidad, película o serie anda dando vueltas por ahí. Y esas condiciones, tan persuasivas como si las estuviera susurrando una serpiente enroscada en un árbol, decididamente fueron conformando un nuevo mandato en los últimos años (Sex and the city incluido): está permitido ser soltera, darse el lujo de no encuadrarse en la maternidad y la familia, siempre y cuando una mujer sea linda, se cuide, resulte atractiva para los hombres y tenga una vida sexual activa. Esa multitud de indicadores demostraría que la mujer está sola porque así lo decide, y no que en realidad su supuesta elección de vida no es más que un modo de consolarse porque nadie se quedó con ella.

Solas sí, madres no

No abundan las películas de mujeres que tengan existencia propia, y Cómo ser soltera hace el intento por ser una de esas historias pero no lo consigue totalmente. Primero, porque a pesar de que en un momento Robin le grita a Alice que es una pésima amiga, que siempre está pensando en hombres y sólo la llama cuando corta con alguien, la amistad entre las dos, que debería ganar el centro de la escena, está bastante mal construida y no conmueve. Segundo, porque cuando la hermana mayor de Alice tiene la osadía de mandarse a ser madre sin un varón al lado y recurre a un banco de esperma, la película le pone en el camino a un chico que se enamora de ella. No sé qué clase de monstruo le resulta a tanta gente una madre soltera pero lo cierto es que acá, como en otras películas sobre mujeres que se embarazaban usando el esperma de donantes, anónimos o no (Plan B con Jennifer López y The switch con Jennifer Aniston), la bravuconada se redime sólo cuando la mujer consigue pareja y ocupa por fin el lugar “natural” de mamá dentro de una familia.

El argumento para disuadir a las madres que se cortan solas es que tener un hijo en esas condiciones es muy difícil, como si vivir en pareja fuera un viaje en patineta y no un trabajo arduo, cotidiano, que muchas veces implica negociar absolutamente todo con un varón que a cada paso revela una formación machista. La misma Encuesta Anual de Hogares registra que en la Ciudad de Buenos Aires nacen 3000 bebés por año de madres solas, pero las ficciones les dirán que en ellas lo que más abunda es la falta, la de un varón al lado. Las escenas de mamá recién parida con bebé a upa en la habitación de un hospital insisten con la llegada triunfal del papá –biológico o no– para completar el cuadro, o mejor dicho, la santa trinidad de la familia. Pero si en cambio no abundan las escenas de mamás recientes que se rodean de otros brazos, de otros afectos y otras formas de familia, es simplemente porque nadie quiere mostrarlas.

Se trata de maneras sutiles, o a veces burdamente explícitas, de marcar territorio: hasta acá (tener sexo) se puede, pero ir más allá (tener un hijo sola) está vedado, como si lo importante fuera mantener a las solteras en circulación, allí donde siempre pueden cruzarse con un varón para una noche de sexo o quizás, eventualmente, formar una familia. Es solamente después de un trabajo de demolición enorme que personajes como Alice en Cómo ser soltera pueden dejar de estar siempre disponibles, siempre a la espera, para darle otro valor a esas épocas de la vida en las que los varones no aparecen más que como amigos. Y lamentablemente el cambio suele venir desde el discurso de la autoayuda puesta en una vocecita en off tan irritante como la de Carrie Bradshaw, o en lecciones de vida tan banales y turísticas como las de Julia Roberts en Comer, rezar, amar. Si estos productos existen dan ganas de preguntar a los cuatro vientos, ¿de verdad a las mujeres nos interesa que nos hablen con ese tono, que nos digan qué hacer? ¿Lo buscamos? ¿Lo permitimos? Curiosamente fue una argentina, Paula Schargorodsky, quien con su corto 35 y soltera, hecho por encargo del New York Times y después convertido en película que pasó por el Bafici en el 2015, logró un enfoque del tema que evidentemente pudo dialogar con el público norteamericano al que están destinadas en primer lugar estas películas y al mismo tiempo plantear un acercamiento más reflexivo, menos concentrado en los finales felices, al hecho de ser soltera (aunque ella tampoco logró esquivar, en el corto si no en la película, el tono de la autoayuda). Quizás porque Schargorodsky empieza como Bridget Jones y luego, con el documental como herramienta de una investigación insidiosa, recurre a las horas y horas de video grabadas en el pasado, cuando el amor estaba vivo, para contrastarlas con conversaciones con los ex novios en el presente. Y para tratar de sustraer esas historias al esquema tradicional de éxito o fracaso, esa manera de faltar el respeto a la vida vivida suponiendo que los amores y las aventuras no importan si no terminan en convivencia, bebés, peleas por lavar los platos

Papa Francisco no Congresso dos Estados Unidos: “A atividade legislativa baseia-se sempre no cuidado das pessoas”

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Senhor Vice-Presidente,
Senhor Presidente da Câmara dos Representantes,
Distintos Membros do Congresso,
Queridos Amigos!

Sinto-me muito grato pelo convite para falar a esta Assembléia Plenária do Congresso «na terra dos livres e casa dos valorosos». Apraz-me pensar que o motivo para isso tenha sido o fato de também eu ser um filho deste grande continente, do qual muito recebemos todos nós e relativamente ao qual partilhamos uma responsabilidade comum.

Cada filho ou filha duma determinada nação tem uma missão, uma responsabilidade pessoal e social. A vossa responsabilidade própria de membros do Congresso é fazer com que este país, através da vossa atividade legislativa, cresça como nação. Vós sois o rosto deste povo, os seus representantes. Sois chamados a salvaguardar e garantir a dignidade dos vossos concidadãos na busca incansável e exigente do bem comum, que é o fim de toda a política.

Uma sociedade política dura no tempo quando, como uma vocação, se esforça por satisfazer as carências comuns, estimulando o crescimento de todos os seus membros, especialmente aqueles que estão em situação de maior vulnerabilidade ou risco. A atividade legislativa baseia-se sempre no cuidado das pessoas. Para isso fostes convidados, chamados e convocados por aqueles que vos elegeram.

O vosso trabalho lembra-me, sob dois aspectos, a figura de Moisés. Por um lado, o patriarca e legislador do povo de Israel simboliza a necessidade que têm os povos de manter vivo o seu sentido de unidade com os instrumentos duma legislação justa. Por outro, a figura de Moisés leva-nos diretamente a Deus e, por consequência, à dignidade transcendente do ser humano. Moisés oferece-nos uma boa síntese do vosso trabalho: a vós, pede-se para proteger, com os instrumentos da lei, a imagem e semelhança moldadas por Deus em cada rosto humano.

Nesta perspectiva, hoje quereria dirigir-me não só a vós mas, através de vós, a todo o povo dos Estados Unidos. Aqui, juntamente com os seus representantes, quereria aproveitar esta oportunidade para dialogar com tantos milhares de homens e mulheres que se esforçam diariamente por cumprir uma honesta jornada de trabalho, por trazer para casa o pão de cada dia, por poupar qualquer dólar e – passo a passo – construir uma vida melhor para as suas famílias. São homens e mulheres que não se preocupam apenas com pagar os impostos, mas – na forma discreta que os caracteriza – sustentam a vida da sociedade. Geram solidariedade com as suas atividades e criam organizações que ajudam quem tem mais necessidade.

Quereria também entrar em diálogo com as numerosas pessoas idosas que são um depósito de sabedoria forjada pela experiência e que procuram de muito modos, especialmente através do voluntariado, partilhar as suas histórias e experiências. Sei que muitas delas estão aposentadas, mas ainda ativas e continuam a empenhar-se na construção deste país. Desejo também dialogar com todos os jovens que lutam por realizar as suas grandes e nobres aspirações, que não se deixam extraviar por propostas superficiais e que enfrentam situações difíceis, tantas vezes resultantes da imaturidade de muitos adultos. Quereria dialogar com todos vós, e desejo fazê-lo através da memória histórica do vosso povo.

A minha visita tem lugar num momento em que homens e mulheres de boa vontade estão a celebrar o aniversário de alguns americanos famosos. Apesar da complexidade da história e da realidade da fraqueza humana, estes homens e mulheres foram capazes, com todas as suas diferenças e limitações, de construir um futuro melhor com trabalho duro e sacrifício pessoal – alguns à custa da própria vida. Deram forma a valores fundamentais, que permanecerão para sempre no espírito do povo americano. Um povo com este espírito pode atravessar muitas crises, tensões e conflitos, já que sempre conseguirá encontrar a força para ir avante e fazê-lo com dignidade. Estes homens e mulheres dão-nos uma possibilidade de ver e interpretar a realidade. Ao honrar a sua memória, somos estimulados, mesmo no meio de conflitos, na vida concreta de cada dia, a haurir das nossas mais profundas reservas culturais.

Quereria mencionar quatro destes americanos: Abraham Lincoln, Martin Luther King, Dorothy Day e Thomas Merton.

Este ano completam-se cento e cinquenta anos do assassinato do Presidente Abraham Lincoln, o guardião da liberdade, que trabalhou incansavelmente para que «esta nação, com a protecção de Deus, pudesse ter um renascimento de liberdade». Construir um futuro de liberdade requer amor pelo bem comum e colaboração num espírito de subsidiariedade e solidariedade.

Todos estamos plenamente cientes e também profundamente preocupados com a situação social e política inquietante do mundo atual. O nosso mundo torna-se cada vez mais um lugar de conflitos violentos, ódios e atrocidade brutais, cometidos até mesmo em nome de Deus e da religião. Sabemos que nenhuma religião está imune de formas de engano individual ou de extremismo ideológico. Isto significa que devemos prestar especial atenção a qualquer forma de fundamentalismo, tanto religioso como de qualquer outro género. É necessário um delicado equilíbrio para se combater a violência perpetrada em nome duma religião, duma ideologia ou dum sistema econômico, enquanto, ao mesmo tempo, se salvaguarda a liberdade religiosa, a liberdade intelectual e as liberdades individuais. Mas há outra tentação de que devemos acautelar-nos: o reducionismo simplista que só vê bem ou mal, ou, se quiserdes, justos e pecadores. O mundo contemporâneo, com as suas feridas abertas que tocam muitos dos nossos irmãos e irmãs, exige que enfrentemos toda a forma de polarização que o possa dividir entre estes dois campos. Sabemos que, na ânsia de nos libertar do inimigo externo, podemos ser tentados a alimentar o inimigo interno. Imitar o ódio e a violência dos tiranos e dos assassinos é o modo melhor para ocupar o seu lugar. Isto é algo que vós, como povo, rejeitais.

Pelo contrário, a nossa resposta deve ser uma resposta de esperança e cura, de paz e justiça. É-nos pedido para fazermos apelo à coragem e à inteligência, a fim de se resolverem as muitas crises econômicas e geopolíticas de hoje. Até mesmo num mundo desenvolvido aparecem demasiado evidentes os efeitos de estruturas e ações injustas. Os nossos esforços devem concentrar-se em restaurar a paz, remediar os erros, manter os compromissos, e assim promover o bem-estar dos indivíduos e dos povos. Devemos avançar juntos, como um só, num renovado espírito de fraternidade e solidariedade, colaborando generosamente para o bem comum.

Os desafios, que hoje enfrentamos, requerem uma renovação deste espírito de colaboração, que produziu tantas coisas boas na história dos Estados Unidos. A complexidade, a gravidade e a urgência destes desafios exigem que ponhamos a render os nossos recursos e talentos e nos decidamos a apoiar-nos mutuamente, respeitando as diferenças e convicções de consciência.

Nesta terra, as várias denominações religiosas deram uma grande ajuda na construção e fortalecimento da sociedade. É importante que hoje, como no passado, a voz da fé continue a ser ouvida, porque é uma voz de fraternidade e de amor que procura fazer surgir o melhor em cada pessoa e em cada sociedade. Esta cooperação é um poderoso recurso na luta por eliminar as novas formas globais de escravidão, nascidas de graves injustiças que só podem ser superadas com novas políticas e novas formas de consenso social.

Penso aqui na história política dos Estados Unidos, onde a democracia está profundamente radicada no espírito do povo americano. Qualquer atividade política deve servir e promover o bem da pessoa humana e estar baseada no respeito pela dignidade de cada um. «Consideramos evidentes, por si mesmas, estas verdades: que todos os homens são criados iguais, que são dotados pelo Criador de certos direitos inalienáveis, que, entre estes, estão a vida, a liberdade e a busca da felicidade» (Declaração de Independência, 4 de Julho de 1776). Se a política deve estar verdadeiramente ao serviço da pessoa humana, segue-se que não pode estar submetida à economia e às finanças. É que a política é expressão da nossa insuprível necessidade de vivermos juntos em unidade, para podermos construir unidos o bem comum maior: uma comunidade que sacrifique os interesses particulares para poder partilhar, na justiça e na paz, os seus benefícios, os seus interesses, a sua vida social. Não subestimo as dificuldades que isto implica, mas encorajo-vos neste esforço.

Penso também na marcha que Martin Luther King guiou de Selma a Montgomery, há cinquenta anos, como parte da campanha para conseguir o seu «sonho» de plenos direitos civis e políticos para os afro-americanos. Aquele sonho continua a inspirar-nos. Alegro-me por a América continuar a ser, para muitos, uma terra de «sonhos»: sonhos que levam à ação, à participação, ao compromisso; sonhos que despertam o que há de mais profundo e verdadeiro na vida das pessoas. Nos últimos séculos, milhões de pessoas chegaram a esta terra perseguindo o sonho de construírem um futuro em liberdade. Nós, pessoas deste continente, não temos medo dos estrangeiros, porque outrora muitos de nós éramos estrangeiros. Digo-vos isto como filho de imigrantes, sabendo que também muitos de vós sois descendentes de imigrantes. Tragicamente, os direitos daqueles que estavam aqui, muito antes de nós, nem sempre foram respeitados. Por aqueles povos e as suas nações, desejo, a partir do coração da democracia americana, reafirmar a minha mais alta estima e consideração. Aqueles primeiros contatos foram muitas vezes tumultuosos e violentos, mas é difícil julgar o passado com os critérios do presente. Todavia, quando o estrangeiro no nosso meio nos interpela, não devemos repetir os pecados e os erros do passado. Devemos decidir viver agora o mais nobre e justamente possível e, de igual modo, formar as novas gerações para não virarem as costas ao seu «próximo» e a tudo aquilo que nos rodeia. Construir uma nação pede-nos para reconhecer que devemos constantemente relacionar-nos com os outros, rejeitando uma mentalidade de hostilidade para se adoptar uma subsidiariedade recíproca, num esforço constante de contribuir com o melhor de nós. Tenho confiança que o conseguiremos.

O nosso mundo está a enfrentar uma crise de refugiados de tais proporções que não se via desde os tempos da II Guerra Mundial. Esta realidade coloca-nos diante de grandes desafios e decisões difíceis. Também neste continente, milhares de pessoas sentem-se impelidas a viajar para o Norte à procura de melhores oportunidades. Porventura não é o que queríamos para os nossos filhos? Não devemos deixar-nos assustar pelo seu número, mas antes olhá-los como pessoas, fixando os seus rostos e ouvindo as suas histórias, procurando responder o melhor que pudermos às suas situações. Uma resposta que seja sempre humana, justa e fraterna. Devemos evitar uma tentação hoje comum: descartar quem quer que se demonstre problemático. Lembremo-nos da regra de ouro: «O que quiserdes que vos façam os homens, fazei-o também a eles» (Mt 7, 12).

Esta norma aponta-nos uma direção clara. Tratemos os outros com a mesma paixão e compaixão com que desejamos ser tratados. Procuremos para os outros as mesmas possibilidades que buscamos para nós mesmos. Ajudemos os outros a crescer, como quereríamos ser ajudados nós mesmos. Em suma, se queremos segurança, demos segurança; se queremos vida, demos vida; se queremos oportunidades, providenciemos oportunidades. A medida que usarmos para os outros será a medida que o tempo usará para connosco. A regra de ouro põe-nos diante também da nossa responsabilidade de proteger e defender a vida humana em todas as fases do seu desenvolvimento.

Esta convicção levou-me, desde o início do meu ministério, a sustentar a vários níveis a abolição global da pena de morte. Estou convencido de que esta seja a melhor via, já que cada vida é sagrada, cada pessoa humana está dotada duma dignidade inalienável, e a sociedade só pode beneficiar da reabilitação daqueles que são condenados por crimes.

Recentemente, os meus irmãos bispos aqui nos Estados Unidos renovaram o seu apelo pela abolição da pena de morte. Não só os apoio, mas encorajo também todos aqueles que estão convencidos de que uma punição justa e necessária nunca deve excluir a dimensão da esperança e o objetivo da reabilitação.

Nestes tempos em que as preocupações sociais são tão importantes, não posso deixar de mencionar a Serva de Deus Dorothy Day, que fundou o Catholic Worker Movement. O seu compromisso social, a sua paixão pela justiça e pela causa dos oprimidos estavam inspirados pelo Evangelho, pela sua fé e o exemplo dos Santos.

Quanto estrada percorrida neste campo em tantas partes do mundo! Quanto se fez nestes primeiros anos do terceiro milênio para fazer sair as pessoas da pobreza extrema! Sei que partilhais a minha convicção de que se tem de fazer ainda muito mais e de que, em tempos de crise e dificuldade econômica, não se deve perder o espírito de solidariedade global. Ao mesmo tempo, desejo encorajar-vos a não esquecer todas as pessoas à nossa volta encastradas nas espirais da pobreza. Há necessidade de dar esperança também a elas. A luta contra a pobreza e a fome deve ser travada com constância nas suas múltiplas frentes, especialmente nas suas causas. Sei que hoje, como no passado, muitos americanos estão a trabalhar para enfrentar este problema.

Naturalmente uma grande parte deste esforço situa-se na criação e distribuição de riqueza. A utilização correcta dos recursos naturais, a aplicação apropriada da tecnologia e a capacidade de orientar devidamente o espírito empresarial são elementos essenciais duma economia que procura ser moderna, inclusiva e sustentável. «A atividade empresarial, que é uma nobre vocação orientada para produzir riqueza e melhorar o mundo para todos, pode ser uma maneira muito fecunda de promover a região onde instala os seus empreendimentos, sobretudo se pensa que a criação de postos de trabalho é parte imprescindível do seu serviço ao bem comum» (Enc. Laudato si’, 129). Este bem comum inclui também a terra, tema central da Encíclica que escrevi, recentemente, para «entrar em diálogo com todos acerca da nossa casa comum» (ibid., 3). «Precisamos de um debate que nos una a todos, porque o desafio ambiental, que vivemos, e as suas raízes humanas dizem respeito e têm impacto sobre todos nós» (ibid., 14).

Na encíclica Laudato si’, exorto a um esforço corajoso e responsável para «mudar de rumo» (ibid., 61) e evitar os efeitos mais sérios da degradação ambiental causada pela atividade humana. Estou convencido de que podemos fazer a diferença e não tenho dúvida alguma de que os Estados Unidos – e este Congresso – têm um papel importante a desempenhar. Agora é o momento de empreender ações corajosas e estratégias tendentes a implementar uma «cultura do cuidado» (ibid., 231) e «uma abordagem integral para combater a pobreza, devolver a dignidade aos excluídos e, simultaneamente, cuidar da natureza» (ibid., 139). Temos a liberdade necessária para limitar e orientar a tecnologia (cf. ibid., 112), para individuar modos inteligentes de «orientar, cultivar e limitar o nosso poder» (ibid., 78) e colocar a tecnologia «ao serviço doutro tipo de progresso, mais saudável, mais humano, mais social, mais integral» (ibid., 112). A este respeito, confio que as instituições americanas de investigação e acadêmicas poderão dar um contributo vital nos próximos anos.

Um século atrás, no início da I Grande Guerra que o Papa Bento XV definiu «massacre inútil», nascia outro americano extraordinário: o monge cisterciense Thomas Merton. Ele continua a ser uma fonte de inspiração espiritual e um guia para muitas pessoas. Na sua autobiografia, deixou escrito: «Vim ao mundo livre por natureza, imagem de Deus; mas eu era prisioneiro da minha própria violência e do meu egoísmo, à imagem do mundo onde nascera. Aquele mundo era o retrato do Inferno, cheio de homens como eu, que amam a Deus e contudo odeiam-No; nascidos para O amar, mas vivem no medo de desejos desesperados e contraditórios». Merton era, acima de tudo, homem de oração, um pensador que desafiou as certezas do seu tempo e abriu novos horizontes para as almas e para a Igreja. Foi também homem de diálogo, um promotor de paz entre povos e religiões.

Nesta perspectiva de diálogo, gostaria de saudar os esforços que se fizeram nos últimos meses para procurar superar as diferenças históricas ligadas a episódios dolorosos do passado. É meu dever construir pontes e ajudar, por todos os modos possíveis, cada homem e cada mulher a fazerem o mesmo. Quando nações que estiveram em desavença retomam o caminho do diálogo – um diálogo que poderá ter sido interrompido pelas mais válidas razões –, abrem-se novas oportunidades para todos. Isto exigiu, e exige, coragem e audácia, o que não significa irresponsabilidade. Um bom líder político é aquele que, tendo em conta os interesses de todos, lê o momento presente com espírito de abertura e sentido prático. Um bom líder político não cessa de optar mais por «iniciar processos do que possuir espaços» (Exort. ap. Evangelii gaudium, 222-223).

Estar ao serviço do diálogo e da paz significa também estar verdadeiramente determinado a reduzir e, a longo prazo, pôr termo a tantos conflitos armados em todo o mundo. Aqui devemos interrogar-nos: Por que motivo se vendem armas letais àqueles que têm em mente infligir sofrimentos inexprimíveis a indivíduos e sociedade? Infelizmente a resposta, como todos sabemos, é apenas esta: por dinheiro; dinheiro que está impregnado de sangue, e muitas vezes sangue inocente. Perante este silêncio vergonhoso e culpável, é nosso dever enfrentar o problema e deter o comércio de armas.

Três filhos e uma filha desta terra, quatro indivíduos e quatro sonhos: Lincoln, a liberdade; Martin Luther King, a liberdade na pluralidade e não-exclusão; Dorothy Day, a justiça social e os direitos das pessoas; e Thomas Merton, capacidade de diálogo e abertura a Deus.

Quatro representantes do povo americano.

Concluirei a minha visita ao vosso país em Filadélfia, onde participarei no Encontro Mundial das Famílias. É meu desejo que, durante toda a minha visita, a família seja um tema recorrente. Como foi essencial a família na construção deste país! E como merece ainda o nosso apoio e encorajamento! E todavia não posso esconder a minha preocupação pela família, que está ameaçada, talvez como nunca antes, de dentro e de fora. As relações fundamentais foram postas em discussão, bem como o próprio fundamento do matrimónio e da família. Posso apenas repropor a importância e sobretudo a riqueza e a beleza da vida familiar.

Em particular quereria chamar a atenção para os membros da família que são os mais vulneráveis: os jovens. Para muitos deles anuncia-se um futuro cheio de tantas possibilidades, mas muitos outros parecem desorientados e sem uma meta, encastrados num labirinto sem esperança, marcado por violências, abusos e desespero. Os seus problemas são os nossos problemas. Não podemos evitá-los. É necessário enfrentá-los juntos, falar deles e procurar soluções eficazes em vez de ficar empantanados nas discussões. Correndo o risco de simplificar, poderemos dizer que vivemos numa cultura que impele os jovens a não formarem uma família, porque lhes faltam possibilidades para o futuro. Mas esta mesma cultura apresenta a outros tantas opções que também eles são dissuadidos de formar uma família.

Uma nação pode ser considerada grande, quando defende a liberdade, como fez Lincoln; quando promove uma cultura que permita às pessoas «sonhar» com plenos direitos para todos os seus irmãos e irmãs, como procurou fazer Martin Luther King; quando luta pela justiça e pela causa dos oprimidos, como fez Dorothy Day com o seu trabalho incansável, fruto duma fé que se torna diálogo e semeia paz no estilo contemplativo de Thomas Merton.

Nestas notas, procurei apresentar algumas das riquezas do vosso património cultural, do espírito do povo americano. Faço votos de que este espírito continue a desenvolver-se e a crescer de tal modo que o maior número possível de jovens possa herdar e habitar numa terra que inspirou tantas pessoas a sonhar.

Deus abençoe a América!

Palavras pronunciadas pelo Papa, no terraço do Congresso

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Bom-dia a todos vós! Agradeço a vossa recepção e a vossa presença. Agradeço às personagens mais importantes que aqui estão: as crianças. Quero pedir a Deus que vos abençoe: «Senhor, Pai de todos nós, abençoai este povo, abençoai a cada um deles, abençoai as suas famílias, concedei-lhes aquilo de que mais necessitam». Peço-vos, por favor, que rezeis por mim. E, se houver entre vós alguém que não crê ou não pode rezar, peço-lhe, por favor, que me deseje coisas boas. Obrigado! Muito obrigado! Deus abençoe a América!

Francisco se despide de Cuba rumbo a EEUU

Florida USA

Florida USA

 

 Basílica Menor del Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre en Santiago (Cuba)

Basílica Menor del Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre en Santiago (Cuba)

CUBA PAPA Fotografía del interior de la Basílica Menor del Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre durante una misa oficiada por el papa Francisco hoy, martes 22 de septiembre de 2015, en en Santiago (Cuba). Orlando Barría EFE

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Fieles asisten a una misa oficiada por el papa Francisco hoy, martes 22 de septiembre de 2015, en la Basílica Menor del Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre en Santiago (Cuba). Orlando Barría EFE

Fieles asisten a una misa oficiada por el papa Francisco hoy, martes 22 de septiembre de 2015, en la Basílica Menor del Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre en Santiago (Cuba). Orlando Barría EFE

por NORA GÁMEZ TORRES Y
SERGIO N. CÁNDIDO

Con un llamado a proteger las familias, a las que se refirió como “verdaderos espacios de libertad” y “centros de humanidad”, concluyó Francisco su contacto con el pueblo cubano, en una gira que lo llevó a tres ciudades durante cuatro días.

“Dejemos un mundo con familias, es la mejor herencia”, subrayó en un encuentro con familias cubanas de todo el país reunidas en la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción en Santiago de Cuba, la última actividad con los fieles en Cuba antes de partir a Estados Unidos alrededor del mediodía.

El Papa destacó el espacio familiar como “pequeñas iglesias domésticas”, donde se aprenden valores como la fraternidad y la solidaridad.

“En casa no hay lugar para las caretas, somos lo que somos; y, de una u otra manera, estamos invitados a buscar lo mejor para los demás”, subrayó.

Francisco dedicó varios minutos a criticar el impacto de la masificación del mundo moderno en el seno de las familias.

“Poco a poco todo lleva a separarse, a aislarse, escasean momentos para estar juntos, para estar en familia. No se sabe pedir permiso, pedir perdón, dar gracias, porque la casa va quedando vacía de relaciones, de contactos humanos”, reflexionó.

El Papa defendió a la familia como la solución a esos males.

“La familia nos salva de dos fenomenos actuales, la fragmentación y la masificación. Las personas se transforman en individuos aislados, fáciles de manipular, entonces encontramos en el mundo sociedades divididas”, señaló.

Asimismo, valoró que este proceso conlleva una debilitación de “las redes que nos sostienen en la adversidad y motivan las luchas para la prosperidad”, además de generar “personalidades que las podemos llamar así: yo, me, conmigo, para mí”.

“Las familias no son problemas, son principalmente una oportunidad”, concluyó.

Anteriormente, el Arzobispo de Santiago de Cuba, Dionisio García Ibáñez había expresado su preocupación por el envejecimiento poblacional y las dificultades que enfrentaban los jóvenes para crear sus propias familias en la isla.

“La familia es la institución más valorada por los cubanos”, afirmó. Sin embargo cuando las familias jóvenes desean tener hijos, “muchas veces estos proyectos se viven como problemas por la emigración, la escasez de viviendas, la separación por motivos laborales y las dificultades económicas. El resultado es una caída de la natalidad”.

“Nuestro país envejece, comprometiendo así su futuro. En este aspecto no se avisoran soluciones que enfoquen este desafío”, opinó.

Francisco saludó a los santiagueros desde su “Papa móvil”en el trayecto desde el Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre hasta la Catedral, en el centro de la ciudad y luego en el trayecto hacia el aeropuerto Antonio Maceo, donde se realizará una breve ceremonia de despedida.

La Catedral, que ha sido reconstruida en varias ocasiones debido a los sismos que sacuden a esa ciudad, fue totalmente remozada, durante un proyecto de restauración que duró más de dos años. Como resultado, la cúpula fue revestida de cobre y los frescos de su interior fueron también restaurados.

Desde su exterior, el Papa bendijo a la ciudad y pidió a las familias allí reunidas, que rezaran por él, un en gesto ya habitual. Al inicio de sus palabras en la Catedral, agradeció a todos los cubanos “por hacerme sentir todos estos días en familia, por hacerme sentir en casa”.

“Tus mamás irán al Infierno”

Por Ana María Fernández

arton lésbica casamento gay
En familias formadas por dos mujeres con hijos la elección del colegio para sus chicos suele ser difícil. Una muchacha muy católica expresa que. si bien hubieran preferido un colegio religioso, desistieron de esa elección porque temen que allí traten a sus niños con más prejuicios: “Las dos somos de religión católica. Fuimos a colegios católicos. Hicimos todos los ritos de bautismo, comunión, confirmación. Hoy ninguna de las dos es practicante. Por ejemplo, hemos decidido no bautizar a nuestro hijo. Por una cuestión de principios. Pienso que en la Iglesia hay una hipocresía muy grande. Yo no me sentiría capaz de hacer bautizar a nuestro hijo en una religión que le dice que su modelo de familia es no solamente pecado, sino que la van a fulminar, que tus mamás se van a ir al infierno. Siento que no le estaría haciendo ningún bien tratar de criarlo en una religión que no quiere su modelo de familia, que no quiere lo que él es, de donde él viene. Creo que eso le crearía muchísimo más conflicto, por lo menos al principio. Las dos estamos de acuerdo en que, si él después quiere descubrir su camino en cualquier religión, que no tiene por qué ser la católica, lo vamos a apoyar. Y bueno, veremos”.

Si bien todos y todas han celebrado la ley de matrimonio igualitario, no todos/as tienen particular interés en usar este derecho. En el caso de las parejas mujer-mujer, esto está más unido a la idea de tener hijos. Incluso ya cuentan con organizaciones de activistas que brindan todo tipo de asesoramiento para hacer efectiva la inscripción del nacimiento de sus hijos e hijas.

Por un trabajo conjunto de las organizaciones Lesmadres, 100% Diversidad y Derechos y el Centro de Estudios Legales y Sociales, se constituyó el primer registro de familias LGTB con hijos e hijas. Se propone llevar adelante una base de datos para “fortalecer la comunicación y el conocimiento de distintas composiciones familiares”. Ya está constituida la Red Nacional de Familias LGTB.

NUEVOS MODELOS DE FAMILIA “Mujer-mujer”

Una investigación sobre familias formadas por dos mujeres con hijos/as releva cuestiones como de qué modo llegan a determinar cuál de las dos llevará el embarazo por fertilización asistida; cómo se procesa la aceptación, o no, por las familias de origen; las elecciones sobre fidelidad, religión, y también el “riesgo del encierro en relaciones especulares”.

casal lésbicas

Por Ana María Fernández *


La investigación “Modos de subjetivación contemporáneos: diversidades amorosas, eróticas, conyugales y parentales en sectores medios urbanos” (Proyecto UBACyT, en curso en la ciudad de Buenos Aires) incluyó entrevistas a familias formadas por dos mujeres con hijos/as. Se constata que una de las primeras cuestiones a resolver para la formación de estas familias fue cuál de ellas llevaría el embarazo. En algunos casos se resuelve por la más joven o por la más apta físicamente para la fertilización asistida. En otros casos, una de ellas expresa su falta de interés, dificultad o rechazo a sostener las transformaciones corporales de un embarazo, la experiencia del parto, etcétera. Si bien las entrevistadas expresan que son siempre decisiones tomadas de común acuerdo, algunas veces puede inferirse una mirada un poco envidiosa frente a la gestante. En algunos casos, expresan que para un próximo embarazo les gustaría que cambiara la gestante. Quien expresa este anhelo suele ser la que ha gestado y parido, más como una oferta de paridad a su compañera que por desagrado frente a la experiencia vivida, que, muy por el contrario, es relatada como de gran felicidad (contrastan con esta felicidad los relatos de embarazos por fertilización asistida que realizan las mujeres heterosexuales, quienes transitan los sucesivos intentos con esperanza pero con mucha angustia y temores).

En otros casos, a la hora de pensar en tener hijos, la adopción puede ser una de las opciones imaginadas. Una entrevistada expresa: “Lo hablamos un montón, nos reímos. Nos parece una locura, pero por otro lado no. Hoy en día yo no tengo ganas de tener hijos, pero creo que en algún momento me va a dar ganas… Hoy no tengo esa sensación, ella tampoco. Ella me carga y me dice que tendría que ser yo la que tenga el bebé. A ella le da mucha impresión, no podría estar embarazada. Le da mucha impresión el embarazo. No podría tener ella el bebé, pasar por un parto…”. Luego la entrevistada vuelve sobre el tema: “También tenemos la posibilidad de adoptar. Es algo que vemos viable en un futuro… no que necesariamente sea un embarazo de ninguna de las dos”.

Obsérvese la construcción de la última frase. Posiblemente habría querido decir “… no necesariamente que el embarazo sea de alguna de las dos”. En la construcción gramatical que compuso posiblemente se exprese una de las más duras claves del conflicto. ¿Podría ser que, en las latencias que sostendrían este acto fallido, la tensión a dirimir fuera “para que no sea de alguna de las dos… que no sea de ninguna”?

En estas familias también suele coincidir que quien lleve adelante el embarazo disminuya o interrumpa su vida laboral y se dedique más a la crianza, como en la mayoría de las parejas actuales constituidas por una mujer y un varón. En nuestras clases medias está muy naturalizado que, con la llegada de los hijos, la mujer deba disminuir o detener su vida laboral. Además, la mayoría de las entrevistadas generalmente han alcanzado altos niveles educativos y de capacitación laboral, o al menos viven en un medio donde las credenciales educativas y los éxitos laborales suelen ser objeto de alta valoración. Por tal motivo es de suponer que el repliegue por la maternidad sea vivido con tensiones muy específicas, aunque no siempre explicitadas con claridad.

En realidad, llama un poco la atención que este imaginario colectivo y sus prácticas se replique en toda su naturalización en algunos matrimonios de dos mujeres. Es tanto lo que han tenido que transgredir de la heteronorma e inventar por fuera de ella, que la eficacia y eficiencia de este imaginario maternal clásico ameritará futuras investigaciones. También habrá que esperar a lograr casuística de paternidades de dos varones y ver allí desde qué nuevos imaginarios paternales se organizan las prácticas cotidianas de la crianza.

Sí pueden constatarse diferencias significativas al interrogar sobre la división de tareas domésticas. Suelen expresar que no es un tema conflictivo. “Cada una hace lo que más le gusta” es la respuesta que más se reitera. Tampoco expresan tensión o dificultades respecto del dinero que aporta cada una. Frecuentemente, ni las responsabilidades domésticas ni la “propiedad” del dinero han tenido que ser conversadas o consensuadas. Relatan que todo esto se ha ido dando en la convivencia con naturalidad. Las más jóvenes, en convivencia pero sin hijos, pueden plantear que mantienen cuentas separadas, pero que aportan según lo que se va necesitando. Ante las repreguntas de quien entrevista, suelen sonreír o sorprenderse de que las cuestiones de reparto de tareas domésticas pudieran ser tema de conflicto.

En general, en las entrevistas de mujeres en relación con mujeres puede percibirse el intento de hacer visible a quien entrevista que todo funciona muy bien. Con independencia de las distancias que suelen producirse entre los relatos y las prácticas en cualquier entrevista, es probable que en estos casos esté presente ese efecto de triunfo, de entusiasmo, que suele animar a los o las pioneras de cualquier innovación social. La alegría de los logros personales, sociales y legales que en este momento acontecen posiblemente ponga esa dosis de potencia subjetiva imprescindible para sostenerlos, pero que necesariamente minimiza las dificultades o conflictos.

Quisiera detenerme en un detalle. En nuestra investigación, en el grupo de mujeres en pareja con mujeres, en más de una ocasión se presentaron las dos integrantes a la entrevista, aun cuando la consigna había sido muy clara en cuanto a que la entrevista era individual. Esto no ocurrió con ningún entrevistado gay ni con hombres o mujeres heterosexuales. Si bien en general contestaba el cuestionario una sola de ellas, la otra asentía, hacía gestos, tenían miradas de complicidad. Pareciera que ir a todos lados juntas sería una modalidad habitual. Al señalárselo quedan sorprendidas, suelen verlo como algo muy natural. Ninguna ofreció retirarse. Su actitud no era de incomodidad por haberse equivocado al presentarse ambas, sino, por el contrario, aprovechar la oportunidad de mostrar qué excelente relación han constituido, que no se separan en ningún momento…

¿Este detalle será indicio de un modo de vinculación específico de algunas relaciones mujer-mujer? ¿Desde qué posicionamiento subjetivo-vincular se organiza tal especificidad? ¿Cómo se configura tal naturalización? ¿A qué costo? ¿El orgullo que algunas evidencian de ir a casi todos lados juntas correrá el riego del encierro en relaciones especulares?

No puede evitarse la posiblemente incorrecta comparación con las parejas mujer-varón. Si en una entrevista a una mujer en pareja con un varón éste se hiciera presente y permaneciera, si él no ofreciera retirarse, si la entrevistada buscara en él aprobación de lo que expresa, etcétera, ¿no circularía en quien realiza el trabajo de campo cierta idea de un hombre posesivo y controlador, de una mujer con significativa impronta subjetiva de subalternidad?

“Ser como soy”

En general, en las entrevistas de relaciones mujer-mujer tomaron mucho más lugar las vicisitudes previas acerca de cómo informaron a sus familias su “condición”, que las posteriores situaciones de comunicar que se irían a vivir juntas, que se casarían o que habían decidido tener un hijo. La no aceptación de las familias, por lo menos en un principio, es narrada en todos los relatos como tránsitos realizados con miedo, dolor, sufrimiento. Pero una vez constituidas ellas como familia, algunas tienen trato muy frecuente con ambos grupos familiares de origen, van a pasar los domingos y feriados, reciben ayuda económica para comprar su casa o su auto, nos dicen que todos se alegran con la decisión del embarazo y la llegada del nieto o nieta.

Algunos relatos señalan que la primera y mejor aceptación familiar provino de alguna de sus abuelas, cuestión que sin duda pone en interrogación el imaginario de un progreso lineal de aceptaciones generacionales. Otras, pasados los años aún padecen la no aceptación de su posicionamiento o las dificultades de aceptar la existencia de su pareja: “Mi mamá casi no puede hablar del tema. Hace cinco años que estoy en pareja, pero ella no la conoce. A mi papá se lo pude contar recién hace dos años y reaccionó re-bien. Al tiempo la conoció y cada tanto me pregunta por ella. Para mi mamá es todo un tema, no puede, se resiste. Al principio fue terrible para mí. Lo sufrí un montón. Estuvimos mucho tiempo sin hablarnos. Yo fui siempre muy compinche con ella. Y de repente eso…, algo se abrió ahí entre nosotras.”

El sufrimiento, la dificultad o el miedo de comunicar a las familias su posicionamiento erótico-sexual parece estar centrado en el disgusto o la desilusión que provocaría en sus seres queridos, pero hasta ahora en ninguna entrevistada –a diferencia de tantos varones gays– hubo mención a sentirse culpables de “ser como soy”. Tampoco refieren haberse conflictuado por “su diferencia”, aun aquellas que han tenido educación religiosa. Los relatos de la ausencia de conflicto al registrar su atracción por las mujeres los hemos encontrado tanto en mujeres que desde un principio se relacionaron con mujeres como en las que comenzaron tras algunos años de relaciones con varones: “Yo siempre estuve en parejas con chicos hasta los 30 años y ahí me empezaron a gustar las mujeres y muy rápidamente me puse de novia. Es mi única pareja mujer. Hace cuatro años que estamos juntas. Yo nunca me sentí mal por lo que me pasaba. Fue como un ‘¡Uy, qué loco que me pase esto ahora, a esta edad…!’. Fue una novedad, pero nunca lo sentí como un peso. Sí me preocupaba cómo decírselo a mis viejos. No sabía cómo iban a reaccionar”.

En cuanto a su vida sexual conyugal, aquí también encontramos una similitud con parejas de mujeres-varones con hijos. Está muy naturalizado que con la llegada de los hijos disminuyen los encuentros sexuales de la pareja. Ofrecen los mismos argumentos: cansancio, falta de tiempo. Les gustaría disponer de más tiempo, pero, como es algo tan natural, no tratan de implementar estrategias para remediarlo. Simplemente es así.

Con respecto a la moral sexual, en particular la fidelidad, en algunas parejas, particularmente las más conyugalizadas, es condición indispensable, suponen que la violación de este criterio sería inadmisible y volvería inviable la pareja. Otras consideran que es un requisito difícil de cumplir en el largo plazo y están abiertas a otras relaciones. Otras, particularmente las más jóvenes, plantean que la posibilidad de otras relaciones debe estar planteada desde el principio; aquí lo importante sería no engañar, entendiendo por engaño la mentira o el ocultamiento. “Tengo una pareja estable y el planteo desde el inicio es que sea una relación abierta, lo cual implica que ambas partes podemos relacionarnos con otras personas, tanto sexual como afectivamente, sin que esto afecte al núcleo del vínculo en sí. Todo el tiempo estamos con un montón de personas. Intervenimos en lugares distintos. En todos esos lugares hay gente que nos puede atraer más o menos. Bueno, la idea es la sinceridad. Las dos estamos al tanto de las otras parejas ocasionales que tiene cada una. A partir de allí, básicamente la relación consiste en nosotras por un lado y cada una de nosotras con otras personas por el otro. Tratar de armar este tipo de relación es parte de la igualdad y la honestidad.”

Con respecto a su identidad sexual, las respuestas son muy variadas. Algunas jóvenes se autodenominan lesbianas e incluso algunas de ellas militan en organizaciones que activan en distintos ámbitos de las diversidades sexuales. Una entrevistada expresa: “Yo me defino como lesbiana. Pero no sé muy bien si sería una identidad. Las identidades tienen un montón de cosas atrás. Por ejemplo, te dicen que los afroamericanos son de tal manera, los judíos de tal otra, las mujeres tienen una determinada… Entonces, si bien me defino de esa manera, no sé si tomarlo como una identidad. Para mí es más una cuestión de objeto de amor, no mucho más. Mi objeto amado son las mujeres”. Ríe con picardía y agrega: “Sin embargo me atraen algunos varones, claro que algunos que tienen características femeninas… podemos decir que seguimos en el mismo terreno”.

A otras, aunque están muy seguras de que sólo les interesan las relaciones con mujeres, no les gusta la denominación “lesbiana”. No siempre saben explicar claramente por qué, pero pareciera inquietarles que la nominación pueda significar ghetto, encierro entre iguales. Otras portan la nominación “lesbiana” con naturalidad y dicen que asumirla fue un elemento importantísimo en su construcción identitaria y su autoafirmación.

Algunas siempre establecieron vínculos sexuales o amatorios con mujeres. Otras vienen de relaciones con varones y la convivencia actual es su primera o segunda relación con una mujer. Cuando la entrevista abre interrogación a cómo fue este tránsito, consultando específicamente si fue conflictivo, generalmente responden que no las problematizó. Si bien expresan que quieren estar con su novia o esposa “hasta que la muerte nos separe”, pueden no considerarse homosexuales. Se han enamorado de “esa persona” y punto.

Algunas que se autoperciben como lesbianas dicen sentirse, a veces, atraídas por mujeres en relaciones de pareja con varones: “Quedé un poco afectada de una relación que tuve hace un tiempo con una amiga que se define heterosexual y que, de modo oculto, por supuesto, estuvo un tiempo conmigo. Pero lo que yo le hacía a ella, ella no me lo hacía a mí. Nunca pudo salir de su rol pasivo. En realidad, saber que ella era heterosexual me despertaba cierto morbo pero después de un tiempo la cosa me empezó a molestar. Yo era algo así como un objeto de diversión para ella y eso no me gustaba. Las reglas no estaban claras, no eran las mismas para las dos”.

Varias relatan que fue “un flechazo a primera vista” y que desde ese momento no se separaron. Suelen considerar que la dificultad de comunicarlo y de ser aceptadas por sus familias fue mayor que con sus amigos y relaciones sociales cercanas. En el ámbito laboral suelen tomar más recaudos. Las más jóvenes, todavía en noviazgos sin convivencia, ante la pregunta por situaciones de discriminación social, suelen decir que no han sido demasiado importantes. Algunas señalan que tal vez éste sea un beneficio de la invisibilidad que las relaciones entre mujeres aún tienen en nuestra sociedad. “Dos chicas de viaje, juntas en un restaurante o en el cine, a nadie hace sospechar que son pareja”. Relatan con cierta picardía que cuando van por la calle de la mano no faltan algunos muchachos que les griten alguna grosería; también es muy frecuente que ellos se ofrezcan para formar un trío. Cuando cuentan estas situaciones, si bien registran claramente la agresión, algunas no se sienten muy atacadas; más bien expresan cierta lástima, los ven como tontos. Otras los encaran y se autoafirman cuando los muchachos “se van al mazo”. Otras se quedan rumiando su rabia, se arrepienten de “no haber encarado”.

Las que ya tienen hijos expresan que tuvieron y tienen dificultades de aceptación en la escuela de los chicos, pero entre los adultos, no con los niños y niñas compañeritos de sus hijos e hijas. Una de ellas relata una anécdota muy divertida con una niña de Lesmadres (grupo de acción política integrado por familias de lesbianas madres que decidieron tener hijos e hijas en pareja) en el jardín de infantes: “Yo tengo dos mamás”, le dice una nena a otra, que piensa un momento y responde): “Bueno, yo tengo dos abuelas”.

* Profesora en la Facultad de Psicología de la UBA. El texto es un fragmento de “Amores diversos: saberes, poderes y placeres” que integrará el libro en preparación Diversidad familiar, cuidados y migración. Nuevos enfoques y viejos dilemas (Herminia Gonzálvez Torralbo, comp.; ed. Universidad Alberto Hurtado, Chile).

TEORIA QUEER. La importancia de llamarse Paul

ENTREVISTA EXCLUSIVA CON PAUL B. PRECIADO, UNO DE LOS REFERENTES MÁS INFLUYENTES Y PROVOCADORES DE LA FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA Y DE LA TEORÍA QUEER

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Por primera vez visita la Argentina Paul B. Preciado, una de las voces (españolas y también francesas) fundamentales de la Teoría Queer. Invitado por el MALBA y el Centro Cultural de España en Buenos Aires, este filósofo y curador de arte conocido como Beatriz Preciado hasta hace poco tiempo expone su decisión de habitar la masculinidad y el goce político que esto implica. La letra “B” persiste en su nombre como rastro de su historia personal, que incluye sin dudas el compromiso con los feminismos. A la pregunta ¿por dónde pasa hoy el desafío?, responde que por la inclusión de las políticas sexuales dentro de un movimiento de emancipación más amplio: “La revolución por venir será a partir de alianzas transversales con otros colectivos ninguneados o no será”.

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Por Dolores Curia

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Paul B. Preciado vuelve carne la crítica. Es en sí mismo la encarnación de los mismos cuestionamientos al régimen biopolítico que desarrolla en sus libros. Eso es ser autocobayo. De eso se trata el llamado a la intoxicación voluntaria que propone en su famosísimo Testo Yonqui: micropolíticas bioterroristas, autoexperimentación, ejercicios de reprogramación del género. Así como hizo Benjamin con el hachís, Freud con la cocaína o Micheaux con la mezcalina, enmarcados en toda una tradición de pensadores que usaron sustancias psicoactivas para producir conocimiento, Preciado vio en la testosterona una droga política, una arma química con el potencial de hacer explotar al sistema sexo/género desde adentro. En sus textos y en persona ha denunciado los protocolos de reasignación sexual (regulados por las instituciones médicas y jurídicas) como medios para normalizar la plasticidad sexual: “No quiero el género femenino que me fue asignado en el nacimiento. Tampoco quiero el género masculino que la medicina transexual me promete y que el Estado me acabará otorgando si me porto bien”. La heterosexualidad y la homosexualidad no existen, son ficciones políticas, dice. Del mismo modo que ser hombre o ser mujer son construcciones producidas “por un conjunto de tecnologías de domesticación del cuerpo”. Más que luchas identitarias –explica Preciado en Manifiesto contra-sexual, libro catalogado como una de las propuestas más influyentes y provocadoras de la filosofía contemporánea– “lo que me interesa es que las técnicas de producción de verdad, cuerpo y subjetividad no sean capturadas por el neoliberalismo, la elite sexual, el monolingüismo, sino que estén abiertas a lo múltiple: no se trata de ser un funcionario homosexual sino un revolucionario total”. Paul B. Preciado, agitador de mentes y cuerpos, es profesor en la Universidad París VIII, doctor en Teoría de la Arquitectura en Princeton, master en Filosofía contemporánea y Teoría de género en la New School for Social Research de Nueva York, donde tuvo como maestros a Agnes Heller y Jacques Derrida. Un montón de títulos que, según él mismo aclara, no sirven para nada si no se ponen al servicio de desarmar la dimensión técnica de todo aquello que se presenta como “natural”.

Qué dice un nombre

Desde diciembre de 2014, la persona que escribió Manifiesto contra-sexual, Pornotopía, Testo Yonqui, entre otras biblias de la teoría queer, decidió intensificar un proceso de masculinización, que empezó con la experiencia de administrarse testosterona de modo experimental desde 2005, y que ahora, con dosis más altas, ha cambiado de modalidad. Entre muchos otros efectos –“mi voz y mi cuerpo están cambiando”– hay uno lingüístico: Preciado hoy lleva el nombre masculino, según sus palabras, como una máscara más y a su vez como “una variable discursiva tremendamente importante para modular mi género”. Casi no hay fotos de esta etapa más que las que se ven en esta nota porque Preciado no ha querido documentar este proceso con imágenes sino con palabras. “A todas las sensaciones que experimento con el cambio de nombre y esta nueva transición las anoto compulsivamente. El nombre nuevo es una ficción, igual que el anterior. Pedirle complicidad a la gente, que te llame por otro nombre, incluso uno en el que al principio no te reconoces, es un pacto colectivo bellísimo. Un ejercicio de desidentificarme. Vivo este borrado con un enorme goce político. Cada vez que alguien me llama ‘Paul’ borra conmigo lo que el género normativo quiso hacer de mí. Tengo 44 años y me siento como un niño, llamando a todas las cosas de nuevo.”

¿Cómo decidís cambiar de modalidad?

–Hablar de transición lenta o rápida es una modulación política. La transexualidad, como la homosexualidad, es una noción inventada por la medicina. En la mayoría de los países europeos, si quieres cambiar de sexo, tienes que reconocerte como disfórico e iniciar una “terapia” para pasar de F a M o al revés. Cuando te piensas a ti mismo como un disidente del sistema sexo-género, la cuestión de cambiar de un lugar a otro, puesto que ambos son ficciones, no va. En mi caso es difícil hablar de algo así como “un punto de inflexión”. El supuesto cambio rápido legal hubiera sido entrar en el protocolo, administrarme 250 ml de testosterona por semana hasta que un comité médico me permita cambiar de nombre. La transición a mi ritmo ha sido una forma de mediar con mi propia tradición feminista, reapropiarme estratégicamente de la masculinidad sin ocupar una posición normativa. Me cuesta pensar por qué alguien elegiría un solo género toda la vida. No veo mi situación como excepcional; lo excepcional es la inmovilidad de género en el resto de la gente. Estoy cambiando ahora, pero tal vez al final de mi vida quiera cambiar a otra cosa.

Además, la B persiste…

–Durante mucho tiempo quise afirmar la posición de las mujeres como minoría en la filosofía pero al final tuve que renunciar y acabé de reconocer mi propio deseo, que políticamente es muy importante. Me conocieron como Beatriz, bueno, ahora le tendrán que dar la vuelta. Esa B está ahí como el rastro de temporalidad política, de lucha feminista. Estoy envejeciendo. Mi propia temporalidad casi es como la historia del feminismo del siglo XX y XXI. Viví en una dictadura, los ’70, me asignaron sexo femenino. A los cinco años alguien me llama bollera, me construyo desde la resistencia a esa injuria, luego voy a Estados Unidos y allí me doy cuenta de que no soy homosexual, soy queer. Accedo a la testosterona, sin ver diferencia entre ella y la filosofía.

¿Por qué no hay diferencia?

–Ambas son técnicas de producción de subjetividad, así como el chamanismo, la ayahuasca. Hay muchísimos rituales de transformación de la subjetividad. Yo tengo acceso a algunos que tampoco son la maravilla. Pero hay que sobrevivir con lo que hay. La transexualidad para mí no es volver a un origen, sino una deriva. Por supuesto que no transformas tu subjetividad y tu cuerpo solo, hay un colectivo alrededor. Pude acceder a la testosterona que estoy tomando ahora porque soy profesor de la Universidad de Nueva York y con el sistema médico pude ir a una clínica nada tradicional especializada en minorías sexuales. Aquellos históricamente patologizados, a los que se nos ha negado el acceso a las técnicas de producción de subjetividad, de repente encontramos un lugar para articular nuestros propios lenguajes con nuestras propias técnicas y resignificarnos políticamente. Cuando llegué a esta clínica dije: “Esta es mi casa, éstos son mis parias”.

¿Qué otros cambios le trajo a tu vida diaria esta forma de habitar la masculinidad?

–Estoy en un momento en el que ya no puedo entrar ni en los baños de hombres ni en los de mujeres, ni a las tiendas de hombres, ni las de mujeres. ¡Me echan de todos los sitios! Tomo aún más conciencia de las violentas y constantes fronteras de género. El espacio público y el supuesto espacio privado están absolutamente segmentados en términos de género. Está tan hipercodificado que el simple hecho de que pudiera haber mujeres con barba sería un escándalo. Y parece una estupidez. Hablar de las mujeres con barba debería darnos vergüenza: si hubiera sabido que iba a estudiar tantos años filosofía para acabar hablando de la depilación con láser… (risas). Pero realmente es así: la depilación con láser es una técnica de normalización necesaria para la estabilidad del sistema. Así que lo siento por la banalidad…

Qué dice un rostro

Toda arquitectura corporal es política. Preciado lo sabe desde la niñez, cuando le vio la cara al aparato médico, que fue el que le reconstruyó su propia cara. “Nací con una deformación de mandíbula. Durante años no tuve fotografías personales, sólo médicas. En casa no hacíamos fotos porque yo era deforme.” Pasó por dos cirugías de mandíbula, a los 7 y a los 18. Con todo cicatrizado escuchó por todos lados “estás fantástica”, ahí es cuando se dio cuenta de que “mi imagen y la que los otros veían no coincidían ni coincidirían nunca”. ¿Es la cara el reflejo del alma? Preciado responde que no: que la suya es el espejo de la medicina plástica, bastante poco sofisticada, de la España de los ochenta. “En Manifiesto contra-sexual pensaba la sexualidad a partir de la prótesis y no del órgano. Los movimientos que mejor respondieron a ese libro fueron los de diversidad funcional: tenían la necesidad de pensar la prótesis políticamente. No soy de hablar mucho de esto pero yo vengo de ahí, vengo de esa deformación congénita de mandíbula, porque pasé toda la niñez en contacto con el sistema médico en una redefinición constante de lo que era mi cara. Además tuve dificultades en el colegio, acabé en un grupo de educación especial para ocho alumnos con problemas de autismo y de adaptación al medio escolar. Mi infancia se dio en la tensión entre la diferencia y la normalización, y me ha dado una relación particular con el discurso científico y médico al que me dirijo casi como a un padre, en el peor sentido de la palabra.”

Garganta profunda

Al poder hoy no se lo obedece, se lo traga. En forma de cápsulas, por la boca, o se lo absorbe por los poros. Es líquido, viscoso, aspirable e inyectable. A veces, transparente. Siempre, dispuesto a fluir. Para Preciado –y alrededor de esa idea entre otras gira Testo Yonqui– el poder ya no produce cosas sino estados del alma, tejidos vivos, deseos, reacciones químicas, que también son moneda de cambio en el mercado. El poder ya no somete desde afuera como un aparato de ortodoncia, hace uno con el cuerpo. Se traga, también, a través de la mirada cada vez que la pantalla indica cómo hay que gozar, cómo consumir y consumar. La verdad del sexo toma forma de imperativo visual. Paul B. Preciado llama a este momento en el cual el poder ya no es ni vigilante ni castigador, exclusivamente, era farmacopornográfica. En Testo Yonqui, su diario íntimo de intoxicación voluntaria, un manifiesto tan personal como político para expandir el mal ejemplo, donde el autor demanda que el Estado saque sus números de sus genitales, Preciado respondió preguntas como ¿qué tendrá que ver el sexo con la economía? ¿Por qué la heterosexualidad produce plusvalía a través de la división del trabajo sexual? ¿Por qué ser hombre, mujer, heterosexual, homosexual, no son más que etiquetas? “Nunca fue pensado como un texto documental –dice–, las interpretaciones literales de lo que cuento allí no van porque no hay pretensión de verdad, sino ficción política”.

En Testo Yonqui te definís como pirata de género en contraposición al activista legalista. ¿Qué sucede cuando todo pasa por ingresar a la legalidad?

–No se trata de privilegiar unas luchas sobre otras, ni de pensar que la batalla por el matrimonio y la adopción, etc., no son la vía. Hay multiplicidad de estrategias que operan a distintos niveles. Todas necesarias. El problema es cuando una de ellas se convierte en finalidad última de activismo, que es lo ocurrió con el matrimonio. Me interesa inscribir las políticas sexuales dentro de un movimiento de emancipación más amplio que incluye a minorías raciales, minorías colonizadas y movimientos feministas. Hay una lucha, en absoluto acabada, por la redefinición del espacio democrático. Sabemos que el espacio democrático de la modernidad, que supuestamente se abre con la Revolución Francesa y al que tanto bombo y platillo le solemos dar como un espacio ejemplar, en realidad, es excluyente. Deja afuera un conjunto de sujetos que no son reconocidos como ciudadanos de derecho. Desde el siglo XVIII asistimos a un conjunto de luchas por la redefinición de ese espacio.

Dijiste alguna vez que más que luchar por el acceso equitativo al matrimonio sería más interesante luchar por abolirlo.

–En la medida en que, por ejemplo, hay una relación entre matrimonio y acceso a la nacionalidad, como en la mayoría de los países, ahí el matrimonio homosexual es una forma de reconocimiento del sujeto político. Pero eso no debe evitar que haya otras estrategias de lucha, más revolucionarias, de trasformación de las técnicas de gobierno. Lo central es quién tiene derecho a definir quién nos gobierna y cómo queremos gobernarnos. Históricamente, las mujeres, los homosexuales, los discapacitados, los adictos y todos los etcéteras de una lista que es casi la totalidad de la población, porque ahí también entran niños y ancianos, han quedado fuera de lo importante. Si miramos bien, ¡el espacio democrático está vacío! Las minorías han inventado una cultura de resistencias y ésa es otra utopía de espacio democrático, otras formas de relación, otros modos de vida, como relaciones múltiples o una filiación que no es necesariamente biológica. La belleza de nuestros movimientos minoritarios es que, no habiendo sido considerados sujetos de derecho, sin embargo, tenemos la capacidad de inventar nuestras propias técnicas de gobierno. Es una paradoja enorme.

A fondo y a la izquierda

Todos los que alguna vez fueron los impensables del feminismo aparecieron en el Manifiesto contra-sexual, su primer libro: juguetes sexuales, sexualidad anal, asignación del sexo de los bebés intersex, cultura BDSM. Preciado los convoca como los proletarios desviados de una revolución corporal. Habla para “la butch, la camionera, las bromas ontológicas, las imposturas orgánicas, las mutaciones prostéticas”. Un grito hacia las masas queer para reclutar a los invertidos del mundo pero no sólo a ellos: “La cosa va más allá de constituir a los lgbti como sujetos políticos. ¿Y la diversidad funcional, y la infancia, la animalidad, la Tierra? Las propuestas políticas radicales deben venir en esa línea, del conjunto de alianzas transversales”.

¿A qué se deben las dificultades del movimiento para armar alianzas transversales con otros colectivos?

–No veo tantas dificultades, por lo menos en Europa, que es el contexto que más conozco. Acabo de llegar de Estados Unidos a España justo para las elecciones municipales. La izquierda obtuvo muy buenas posiciones. Hay un tremendo entusiasmo popular. Los ’80 y ’90 aquí fueron de mucha despolitización excepto por las luchas del sida y la emergencia de los movimientos trans e intersex. Aparecían como muy periféricos pero ponían en escena un cuerpo vulnerable a las estrategias de normalización de la industria farmacológica y la gestión neoliberal. Después, la gestión neoliberal, farmacológica, etc., se han extendido al resto de la población. Después viene la crisis de 2008, con una enorme precarización de las clases medias en Europa, que ha hecho que se sientan vulnerables. Entonces se abrieron nuevas estrategias y aparece una nueva transversalidad, con los temas de precariedad y acceso a la vivienda, por ejemplo. Se han tomado estrategias que venían de las luchas del sida o del escrache argentino. Todas con mucha visibilidad performativa en el espacio público. Ese nuevo cuerpo vulnerable ha tomado forma a partir de 2008 y ha permitido que emerjan nuevas alianzas entre, por ejemplo, trabajadoras sexuales y los sin techo.

Es decir que las estrategias lgbti terminan nutriendo a otros colectivos.

–En Europa ha habido una emergencia fascinante de los movimientos de diversidad funcional y cognitiva, lo que antes llamábamos discapacidad, que está tomando modelos de acción de las políticas queer. Lo mismo con la cuestión racial, anticolonial y de migración. Ahora mismo esa frontera líquida que es el Mediterráneo, que divide Europa de Africa, se ha convertido en necropolítica, un lugar de muerte masiva. Eso ha generado una nueva conciencia: tenemos que tomar posiciones colectivas con respecto a cómo estamos definiendo la frontera política de Europa. Ya no se trata tanto de la identidad, de si somos gays, lesbianas, trans o lo que sea. El conjunto de tecnologías que nos normalizan son transversales, nos atraviesan a todos. En vez de seguir distrayéndonos con nuestras pequeñas luchas identitarias, pensemos cuáles son las técnicas de producción de la vida con las que nos queremos construir colectivamente. La identidad al final es otra de las ficciones de las que se sirve el neoliberalismo para evitar que podamos llevar a cabo una lucha global.

¿Estas nuevas alianzas podrían ser las nuevas multitudes queer?

–El interés que tuve, hace varios años, en inventar la noción de “multitudes queer” era establecer un diálogo entre la izquierda radical y los movimientos feministas y queer. Históricamente ha habido una ruptura entre esas dos tradiciones, que probablemente explique el fracaso de ambas. A esas multitudes de clase de la izquierda radical debíamos también poder pensarlas desde la sexualidad, cuestiones de razas y colonialismo. Las masas revolucionarias han estado para la izquierda descorporalizadas o encarnadas por un cuerpo masculino heroico. Yo quería poner en el centro un cuerpo no masculino, vulnerable, marica, indígena. Creo que la izquierda no me hizo mucho caso en ese momento (risas), pero esa noción me parece hoy muy operativa. La tradición de la izquierda ha sido muy cómplice del patriarcado. Ahora es tiempo de pensar juntos qué es la izquierda hoy.

En el principio la vedette fue el dildo, ¿cuáles son hoy las tecnologías que te interesan?

–Cuando me puse a trabajar sobre dildos era como un chiste. Un objeto impuro e invisibilizado. Estaba presente en la cultura lesbiana pero no se podía hablar de él porque surgían los fantasmas de que el dildo era un elemento patriarcal. Estaba haciendo un doctorado en teoría de la arquitectura y decidí mirar los dildos desde el punto de vista de la historia de la tecnología. Las tecnologías del cuerpo, como la testosterona, la píldora, etc., son productoras de subjetividad. En ese sentido hoy me interesan los medios de comunicación, las redes sociales, la informática. Como aparatos de producción de conciencia colectiva, ofrecen posibilidades de normalización y resistencia. Pienso a las tecnologías en sentido amplio, no son sólo máquinas: el matrimonio es una técnica, la familia también. Estoy prestando atención a lo que pasa en Estados Unidos con el Truvada. Se cree que va a prevenir el contagio del sida. El gobierno y los laboratorios piensan distribuirlo masivamente en los supuestos “grupos de riesgo”. Entonces, para las biomujeres tenemos la píldora y, ahora, a las “masculinidades de riesgo” (minorías raciales, etc.) se las trataría con Truvada. El resultado: una sexualidad totalmente mediada por técnicas farmacológicas.

Bestiario

En marzo de este año en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), el mismo día de la inauguración, se suspendió la exposición La bestia y el soberano, en la que desde hace más de un año y medio venían trabajando como curadores Paul B. Preciado, el historiador del arte Valentín Roma (ambos del equipo del museo) y los alemanes Hans D. Christ e Iris Dressler. El director del museo, Bartomeu Marí, declaró a último momento que había descubierto una pieza inapropiada y exigió su retirada. Frente a esto, los curadores decidieron suspender la muestra. La obra “degenerada” es una escultura de la austríaca Inés Doujak que no es nueva: ya había participado de la Bienal de San Pablo el año pasado. La obra muestra al rey Juan Carlos I siendo penetrado por la activista feminista boliviana Domitila Barrios de Chúngara. No es un dato menor que la presidenta de honor del patronato del MACBA sea la reina Sofía, esposa de Juan Carlos I. Finalmente la obra de Doujak se exhibió igual (y la venta de entradas del museo aumentó un 50 por ciento), el director de museo renunció pero antes despidió a Valentín Roma y Paul B. Preciado. “Valentín y yo –dice Preciado– siempre imaginamos que en algún momento las autoridades nos iban a querer ahorcar por las propuestas que llevábamos, ¡pero nunca pensamos que saldríamos de allí de manera tan esperpéntica!”

¿Cuál es tu reflexión sobre este episodio de censura ahora que han pasado algunos meses?

–Estamos en juicio contra el museo, así que por ahora no puedo explayarme muchísimo. Pero no creo que haya que leerlo en términos de censura sino de control institucional. El director del MACBA estuvo al corriente de todo, conocía la obra de Inés Doujak. Pero cuando la escultura llega al museo y el director le presta verdadera atención entra en un colapso epistémico. Dice que no puede exponerla porque la fundación MACBA, cuyo presidente es Leopoldo Rodés Castañé, un amigo personal del rey, lo iba a echar. Deja en evidencia que el museo público está controlado por la fundación que es propietaria de las obras y tiene unas relaciones oligárquicas con la casa real. La pregunta es cómo estamos definiendo el museo público, ¿es un espacio de representación del poder o un espacio de debate? El gobierno de la ciudad de Barcelona venía observando la programación que hacíamos con Valentín. Me han dicho que yo no programaba para el “público” sino para los sudacas, los inmigrantes, los discapacitados, las lesbianas, que era una programación de extrema izquierda. En el fondo lo que pasó en las últimas elecciones (en muchas posiciones los gobiernos de derecha fueron desplazados por las izquierdas) era algo que ya veían venir y estaban aterrados.

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Manifiesto contra-sexual
(Opera Prima, 2002).
Su primer libro es una de las Biblias de la Teoría Queer. Allí realiza un análisis crítico de las diferencias de género y sexo asociadas a la sociedad heterocentrada.

Testo Yonqui
(Espasa, 2008).
Su diario de autoexperimentación bioterrorista. Analiza cómo el modelo capitalista actual se asienta sobre dos pilares: la industria farmacológica y la pornográfica.

Terror anal
(Melusina, 2009).
Texto que acompaña El deseo homosexual de Guy Hocquenghen. Preciado sitúa en el ano un motor degenerado y generador de nuevos deseos que separa los tantos entre placer y reproducción.

Pornotopía
(Anagrama, 2010).
Ensayo que analiza la estética Playboy desde una perspectiva biopolítica y traza relaciones entre arquitectura, género, sexualidad y pornografía.

Os meios mais modernos de hoje, irrenunciáveis sobretudo para os mais jovens, tanto podem dificultar como ajudar a comunicação em família e entre as famílias

MENSAGEM DE SUA SANTIDADE PAPA FRANCISCO
PARA O XLIX DIA MUNDIAL DAS COMUNICAÇÕES SOCIAIS

Comunicar a família:
ambiente privilegiado do encontro na gratuidade do amor

[17 de Maio de 2015]

 

A Visitação, Giotto

A Visitação, Giotto

 

O tema da família encontra-se no centro duma profunda reflexão eclesial e dum processo sinodal que prevê dois Sínodos, um extraordinário – acabado de celebrar – e outro ordinário, convocado para o próximo mês de Outubro. Neste contexto, considerei oportuno que o tema do próximo Dia Mundial das Comunicações Sociais tivesse como ponto de referência a família. Aliás, a família é o primeiro lugar onde aprendemos a comunicar. Voltar a este momento originário pode-nos ajudar quer a tornar mais autêntica e humana a comunicação, quer a ver a família dum novo ponto de vista.

Podemos deixar-nos inspirar pelo ícone evangélico da visita de Maria a Isabel (Lc 1, 39-56). «Quando Isabel ouviu a saudação de Maria, o menino saltou-lhe de alegria no seio e Isabel ficou cheia do Espírito Santo. Então, erguendo a voz, exclamou: “Bendita és tu entre as mulheres e bendito é o fruto do teu ventre”» (vv. 41-42).

Este episódio mostra-nos, antes de mais nada, a comunicação como um diálogo que tece com a linguagem do corpo. Com efeito, a primeira resposta à saudação de Maria é dada pelo menino, que salta de alegria no ventre de Isabel. Exultar pela alegria do encontro é, em certo sentido, o arquétipo e o símbolo de qualquer outra comunicação, que aprendemos ainda antes de chegar ao mundo. O ventre que nos abriga é a primeira «escola» de comunicação, feita de escuta e contacto corporal, onde começamos a familiarizar-nos com o mundo exterior num ambiente protegido e ao som tranquilizador do pulsar do coração da mãe. Este encontro entre dois seres simultaneamente tão íntimos e ainda tão alheios um ao outro, um encontro cheio de promessas, é a nossa primeira experiência de comunicação. E é uma experiência que nos irmana a todos, pois cada um de nós nasceu de uma mãe.

Mesmo depois de termos chegado ao mundo, em certo sentido permanecemos num «ventre», que é a família. Um ventre feito de pessoas diferentes, interrelacionando-se: a família é «o espaço onde se aprende a conviver na diferença» (Exort. ap. Evangelii gaudium, 66). Diferenças de géneros e de gerações, que comunicam, antes de mais nada, acolhendo-se mutuamente, porque existe um vínculo entre elas. E quanto mais amplo for o leque destas relações, tanto mais diversas são as idades e mais rico é o nosso ambiente de vida. O vínculo está na base da palavra, e esta, por sua vez, revigora o vínculo. Nós não inventamos as palavras: podemos usá-las, porque as recebemos. É em família que se aprende a falar na «língua materna», ou seja, a língua dos nossos antepassados (cf. 2 Mac 7, 21.27). Em família, apercebemo-nos de que outros nos precederam, nos colocaram em condições de poder existir e, por nossa vez, gerar vida e fazer algo de bom e belo. Podemos dar, porque recebemos; e este circuito virtuoso está no coração da capacidade da família de ser comunicada e de comunicar; e, mais em geral, é o paradigma de toda a comunicação.

A experiência do vínculo que nos «precede» faz com que a família seja também o contexto onde se transmite aquela forma fundamental de comunicação que é a oração. Muitas vezes, ao adormecerem os filhos recém-nascidos, a mãe e o pai entregam-nos a Deus, para que vele por eles; e, quando se tornam um pouco maiores, põem-se a recitar juntamente com eles orações simples, recordando carinhosamente outras pessoas: os avós, outros parentes, os doentes e atribulados, todos aqueles que mais precisam da ajuda de Deus. Assim a maioria de nós aprendeu, em família, a dimensão religiosa da comunicação, que, no cristianismo, é toda impregnada de amor, o amor de Deus que se dá a nós e que nós oferecemos aos outros.

Na família, é sobretudo a capacidade de se abraçar, apoiar, acompanhar, decifrar olhares e silêncios, rir e chorar juntos, entre pessoas que não se escolheram e todavia são tão importantes uma para a outra… é sobretudo esta capacidade que nos faz compreender o que é verdadeiramente a comunicação enquanto descoberta e construção de proximidade. Reduzir as distâncias, saindo mutuamente ao encontro e acolhendo-se, é motivo de gratidão e alegria: da saudação de Maria e do saltar de alegria do menino deriva a bênção de Isabel, seguindo-se-lhe o belíssimo cântico do Magnificat, no qual Maria louva o amoroso desígnio que Deus tem sobre Ela e o seu povo. De um «sim» pronunciado com fé, derivam consequências que se estendem muito para além de nós mesmos e se expandem no mundo. «Visitar» supõe abrir as portas, não encerrar-se no próprio apartamento, sair, ir ter com o outro. A própria família é viva, se respira abrindo-se para além de si mesma; e as famílias que assim procedem, podem comunicar a sua mensagem de vida e comunhão, podem dar conforto e esperança às famílias mais feridas, e fazer crescer a própria Igreja, que é uma família de famílias.

Mais do que em qualquer outro lugar, é na família que, vivendo juntos no dia-a-dia, se experimentam as limitações próprias e alheias, os pequenos e grandes problemas da coexistência e do pôr-se de acordo. Não existe a família perfeita, mas não é preciso ter medo da imperfeição, da fragilidade, nem mesmo dos conflitos; preciso é aprender a enfrentá-los de forma construtiva. Por isso, a família onde as pessoas, apesar das próprias limitações e pecados, se amam, torna-se uma escola de perdão. O perdão é uma dinâmica de comunicação: uma comunicação que definha e se quebra, mas, por meio do arrependimento expresso e acolhido, é possível reatá-la e fazê-la crescer. Uma criança que aprende, em família, a ouvir os outros, a falar de modo respeitoso, expressando o seu ponto de vista sem negar o dos outros, será um construtor de diálogo e reconciliação na sociedade.

Muito têm para nos ensinar, a propósito de limitações e comunicação, as famílias com filhos marcados por uma ou mais deficiências. A deficiência motora, sensorial ou intelectual sempre constitui uma tentação a fechar-se; mas pode tornar-se, graças ao amor dos pais, dos irmãos e doutras pessoas amigas, um estímulo para se abrir, compartilhar, comunicar de modo inclusivo; e pode ajudar a escola, a paróquia, as associações a tornarem-se mais acolhedoras para com todos, a não excluírem ninguém.

Além disso, num mundo onde frequentemente se amaldiçoa, insulta, semeia discórdia, polui com as murmurações o nosso ambiente humano, a família pode ser uma escola de comunicação feita de bênção. E isto, mesmo nos lugares onde parecem prevalecer como inevitáveis o ódio e a violência, quando as famílias estão separadas entre si por muros de pedras ou pelos muros mais impenetráveis do preconceito e do ressentimento, quando parece haver boas razões para dizer «agora basta»; na realidade, abençoar em vez de amaldiçoar, visitar em vez de repelir, acolher em vez de combater é a única forma de quebrar a espiral do mal, para testemunhar que o bem é sempre possível, para educar os filhos na fraternidade.

Os meios mais modernos de hoje, irrenunciáveis sobretudo para os mais jovens, tanto podem dificultar como ajudar a comunicação em família e entre as famílias. Podem-na dificultar, se se tornam uma forma de se subtrair à escuta, de se isolar apesar da presença física, de saturar todo o momento de silêncio e de espera, ignorando que «o silêncio é parte integrante da comunicação e, sem ele, não há palavras ricas de conteúdo» (Bento XVI, Mensagem do XLVI Dia Mundial das Comunicações Sociais, 24/1/2012); e podem-na favorecer, se ajudam a narrar e compartilhar, a permanecer em contacto com os de longe, a agradecer e pedir perdão, a tornar possível sem cessar o encontro. Descobrindo diariamente este centro vital que é o encontro, este «início vivo», saberemos orientar o nosso relacionamento com as tecnologias, em vez de nos deixarmos arrastar por elas. Também neste campo, os primeiros educadores são os pais. Mas não devem ser deixados sozinhos; a comunidade cristã é chamada a colocar-se ao seu lado, para que saibam ensinar os filhos a viver, no ambiente da comunicação, segundo os critérios da dignidade da pessoa humana e do bem comum.

Assim o desafio que hoje se nos apresenta, é aprender de novo a narrar, não nos limitando a produzir e consumir informação, embora esta seja a direcção para a qual nos impelem os potentes e preciosos meios da comunicação contemporânea. A informação é importante, mas não é suficiente, porque muitas vezes simplifica, contrapõe as diferenças e as visões diversas, solicitando a tomar partido por uma ou pela outra, em vez de fornecer um olhar de conjunto.

No fim de contas, a própria família não é um objecto acerca do qual se comunicam opiniões nem um terreno onde se combatem batalhas ideológicas, mas um ambiente onde se aprende a comunicar na proximidade e um sujeito que comunica, uma «comunidade comunicadora». Uma comunidade que sabe acompanhar, festejar e frutificar. Neste sentido, é possível recuperar um olhar capaz de reconhecer que a família continua a ser um grande recurso, e não apenas um problema ou uma instituição em crise. Às vezes os meios de comunicação social tendem a apresentar a família como se fosse um modelo abstracto que se há-de aceitar ou rejeitar, defender ou atacar, em vez duma realidade concreta que se há-de viver; ou como se fosse uma ideologia de alguém contra outro, em vez de ser o lugar onde todos aprendemos o que significa comunicar no amor recebido e dado. Ao contrário, narrar significa compreender que as nossas vidas estão entrelaçadas numa trama unitária, que as vozes são múltiplas e cada uma é insubstituível.

A família mais bela, protagonista e não problema, é aquela que, partindo do testemunho, sabe comunicar a beleza e a riqueza do relacionamento entre o homem e a mulher, entre pais e filhos. Não lutemos para defender o passado, mas trabalhemos com paciência e confiança, em todos os ambientes onde diariamente nos encontramos, para construir o futuro.

Vaticano, 23 de Janeiro – Vigília da Festa de São Francisco de Sales – de 2015.

Francisco PP.

 

A Visitação de Maria à Isabel, por Mariotto Albertinelli

A Visitação de Maria à Isabel, por Mariotto Albertinelli

 

O Dia Mundial das Comunicações Sociais é celebrado no mundo inteiro, no Domingo da Ascensão do Senhor, portanto, o dia não é fixo. O tema para cada ano vem do Vaticano. A mensagem completa é publicada no dia de São Francisco de Sales, padroeiro dos jornalistas

 

 

Pinturas da Visitação de Maria à Isabel