Caracazo contra las medidas económicas y sociales impuestas por FMI

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El Caracazo o Sacudón fue una serie de fuertes protestas y disturbios en Venezuela durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez, que comenzó el 27 de febrero y terminó el 8 de marzo de 1989 en la ciudad de Caracas, e iniciados realmente en la ciudad de Guarenas, cerca de Caracas. El nombre proviene de Caracas, la ciudad donde acontecieron parte de los hechos, recordando a otro hecho violento ocurrido en Colombia el 9 de abril de 1948; el Bogotazo. La masacre ocurrió el día 28 de febrero cuando fuerzas de seguridad de la Policía Metropolitana (PM), Fuerzas Armadas del Ejército y de la Guardia Nacional (GN) salieron a las calles a controlar la situación. Aunque las cifras oficiales reportan 276 muertos y numerosos heridos, algunos reportes extraoficiales hablan de más de 300 personas fallecidas y 2000 desaparecidas.

La economía venezolana cayó a partir del endeudamiento que generó el país después del “boom” petrolero en los 70. (…)

Con este gran respaldo popular el gobierno de Pérez buscó dar un cambio al liberar la economía, a través de un programa de ajustes macroeconómicos promovido por el Fondo Monetario Internacional (FMI), al que se le llamó “Paquete Económico”, concebido para generar cambios sustanciales en la economía del país. Se anunciaron medidas de aplicación inmediata y otras de aplicación gradual en plazos breves. El paquete comprendía decisiones sobre política cambiaria, deuda externa, comercio exterior, sistema financiero, política fiscal, servicios públicos y política social. Sin embargo, la liberación de precios y la eliminación del control de cambio generó un reajuste sumamente brusco para las personas de menores ingresos.

Las principales medidas anunciadas fueron:

* Someterse a un programa bajo supervisión del Fondo Monetario Internacional con el fin de obtener aproximadamente 4500 millones de dólares en los 3 años siguientes.
* Liberación de las tasas de interés activas y pasivas en todo el sistema financiero hasta un tope temporal fijado en alrededor del 30%.
* Unificación cambiaria con la eliminación de la tasa de cambio preferencial.
* Determinación de la tasa de cambio en el mercado libre de divisas y realización de todas las transacciones con el exterior a la nueva tasa flotante.
* Liberación de los precios de todos los productos a excepción de 18 renglones de la cesta básica.
* Anuncio del incremento no inmediato, sino gradual de las tarifas de servicios públicos como teléfono, agua potable, electricidad y gas doméstico.
* Aumento anual en el mercado nacional durante 3 años de los precios de productos derivados del petróleo, con un primer aumento promedio del 100% en el precio de la gasolina.
* Aumento inicial de las tarifas del transporte público en un 30%.
* Aumento de sueldos en la administración pública central entre el 5 y el 30% e incremento del salario mínimo.
* Eliminación progresiva de los aranceles a la importación.
* Reducción del déficit fiscal a no más del 4% del producto territorial bruto.
* Congelación de cargos en la administración pública.

A solo pocas semanas de asumir el gobierno el entonces presidente Pérez, se decide poner en práctica de manera inmediata el paquete de ajuste y de medidas económicas, financieras y fiscales.

El 26 de febrero el ministerio de Energía y Minas anuncia el alza en 30% de los precios de la gasolina y el incremento de las tarifas del transporte público urbano e inter-urbano también en un 30% a partir del 27 de febrero, válido para los 3 meses siguientes, después de los cuales podrían aumentarse hasta el 100%.

Las medidas económicas y sociales impuestas por el gobierno y la creciente tasa de pobreza, originaron la masacre y la ola de violencia llamada como el “Caracazo”.   In Wikipédia

 

 

 

“Diez años después del Caracazo, el Gran Sacudón, daba a luz a la República Bolivariana

El Gran Sacudón

 

por Daniel Sazbón

 

El 27 de febrero de 1989, Carlos Andrés Pérez lanzó su plan, al que llamó “Gran Viraje”. Apertura de la economía, devaluación de la moneda, elevación de tarifas, liberación de precios, la receta era la misma para toda la región. Sin embargo, la respuesta popular fue uno de los levantamientos más importantes de la historia reciente de América Latina: el Caracazo. A casi 30 años de aquel Gran Sacudón, una lectura sobre esos años y sobre las consecuencias políticas que tamaña rebelión tuvo en la política de la región.

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El año es 1989; el escenario, una nación sudamericana sacudida por una crónica crisis económica, una deuda externa que ahorca las arcas estatales, y una situación social explosiva. Acaba de triunfar con holgura en elecciones presidenciales un carismático candidato, con la promesa de recuperar esplendores perdidos. Las esperanzas depositadas en su figura iban de la mano con la trayectoria de su partido, que en el rígido esquema vigente en su país desde mitad de siglo, debía representar a los trabajadores sindicalizados. Sorpresivamente, a pocos días de asumir el cargo, el flamante gobernante le comunica a la azorada población que la gravedad de la crisis lo obligaba a tomar medidas drásticas, anunciando políticas económicas de corte claramente neoliberal.

Previsiblemente, el impacto de las medidas pegó de lleno en los sectores más pobres. Un violento estallido popular tuvo lugar en la ciudad capital; la ola de protestas callejeras y saqueos a comercios fue reprimida con saña, ahogándo la revuelta en sangre. Unos diez años después de estos acontecimientos, el entero sistema de partidos entraría en una profunda crisis, abriendo el camino para la aparición de una figura hasta entonces relativamente desconocida. Este nuevo líder redefiniría las coordenadas políticas del país y terminaría construyendo un liderazgo que aún hoy, luego de más de una década de gobierno, continúa vigente, a pesar de la desaparición física de su fundador.

El relato, mirado con ojos australes, resuena con ecos familiares. Pero esta historia no transcurre en el Cono Sur, sino en el trópico. El carismático candidato es Carlos Andrés Pérez (CAP), que asumió la presidencia de Venezuela a principios de febrero, rodeado de figuras como Fidel Castro, Gabriel García Márquez, el sandinista Daniel Ortega y el presidente de la Internacional Socialista, Willy Brandt. No era de extrañar, dado su pasado nacionalista (15 años atrás, en su primer presidencia, CAP había nacionalizado las industrias del hierro y el petróleo) y su encendida retórica: en su campaña había comparado las políticas del FMI con los efectos de la bomba neutrónica, que “sólo-mata-gente”. Pero apenas asumió, CAP lanzó su “Gran Viraje”, un programa de ajuste inspirado, como tantos en la región, en las recetas del FMI: apertura de la economía, devaluación de la moneda, elevación de tarifas, liberaciónde precios. Sus efectos inmediatos fueron el encarecimiento del costo de vida, el desabastecimiento de productos básicos y un explosivo aumento de las tarifas de transporte.

La respuesta fue inmediata. Días después de lanzado el plan, el lunes 27 de febrero de 1989, estalló el levantamiento popular más importante de Venezuela, y uno de los más importantes de la historia de América latina: el Caracazo, “el Gran Sacudón”; cinco días de protestas y saqueos que conmovieron al país. La chispa fueron los reclamos de trabajadores y estudiantes, afectados por el aumento del transporte (que llegó a triplicar su valor), pero el incendio llegó con los moradores de los cerros, el cinturón de ranchos precarios que rodea desde lo alto el valle de Caracas. Los enfrentamientos no tardaron en replicarse en otras ciudades del país. Desbordado, CAP decretó el estado de sitio, implantó un toque de queda y militarizó la ciudad: entraron en escena el ejército y la guardia nacional, aplicando la ley marcial contra saqueadores y manifestantes. La represión fue sangrienta, su entera magnitud se desconoce; disparos a mansalva y ejecuciones sumarias al abrigo de la noche produjeron un número de muertes que va desde los casi 300 oficialmente reconocidos a los más de dos mil que denuncian entidades no gubernamentales.

“Mataron al catire Acosta, al catire Acosta Carlez / quien lo mató no imagina lo que vendrá en adelante / ni la fuerza que ahora palpita dentro de la tierra madre…”. Es Hugo Chávez quien dedicó estos versos a la memoria de su compadre Felipe Acosta Carlez, muerto en el Caracazo. Chávez supo ver que con este “reventón” estallaba todo un sistema político. Desde la caída de la dictadura de Pérez Jiménez en 1958, se había consolidado en Venezuela la “Cuarta República”; su documento fundacional, el Pacto de Punto Fijo, fijaba la alternancia en política (el bipartidismo entre el partido de CAP, el socialdemócrata AD, ligado a los sindicatos; y el COPEI, socialcristiano y pro-empresario) y la continuidad en la economía, basada en la moderada distribución de la renta petrolera por el Estado. En 1992, el propio Chávez protagonizó un levantamiento militar contra Pérez, cuyo fracaso, famosamente, relativizaría ante las cámaras de televisión: los objetivos del levantamiento, declaró, no se han cumplido “por ahora”. Al año siguiente, CAP debía dejar la presidencia, removido por corrupción. Pero Chávez todavía tendría que esperar hasta 1998, cuando con su Movimiento V República llegó a la presidencia, venciendo al candidato que apoyaban conjuntamente los dos partidos tradicionales. Diez años después del Caracazo, el Gran Sacudón daba a luz a la República Bolivariana.

“Nada deberás temer, mientras el bosque de Birnam no se levante hasta Dunsinane”, le auguraron las brujas a Macbeth, entre truenos y relámpagos. Durante 40 años el sistema político venezolano vivió tan confiado en su futuro como el rey de Escocia, y sus manos terminaron más manchadas de sangre que las del matador de Duncan y Banquo. Pero un día bajaron los cerros; Birnam subió a Dunsinane, y la tempestad fue imparable. “La tormenta de los pueblos se desató por las calles. / No quedaba nada en pie desde Petare hasta el Valle / Caracas tenía sed y la sed era de sangre…”.