BRASIL. Un Congreso delictivo y de una Justicia oligárquica y racista


Hacia un incierto escenario institucional

 

Juan Luis Berterretche
Rebelión

La conducción coercitiva del ex-presidente Lula el 4 de marzo a Congonhas por una exagerada fuerza de 200 policías armados a guerra liderados por cuatro oficiales de la policía federal y cuatro fiscales -procuradores- del Ministerio Público de São Paulo, se trató de una operación para evaluar el nivel de apoyo con que cuenta aún el PT y el “lulismo”. Y quizá un ensayo para medir cual sería el grado de resistencia popular que encontrarían en un escenario de destitución presidencial.
Lula fue conducido en sigilo a una sala VIP del aeropuerto de Congonhas (São Paulo) al lado de la pista, con una aeronave de la policía federal en el hangar pronta para decolar. La intención era de hecho, detenerlo y conducirlo a Curitiba (en Paraná) para mantenerlo encarcelado por tiempo indeterminado. Toda la acción desconocía la diferencia entre dos figuras contempladas por la ley brasileña: la de sospechoso y la de acusado. Lula podría ser tratado como sospechoso y en ese caso correspondía una intimación previa. Invitarlo a deponer sin aparato coercitivo, sin amenaza, ni prepotencia. Dejando claro que esa es la forma con que se encara la intervención de la justicia cuando el sospechoso es parte de la elite política o económica del país. Con la población pobre y periférica esos recaudos no existen. Pero partamos de que se trata de un ex-presidente y las sospechas contra Lula hasta ahora, no han mostrado mucha consistencia.

Toda la operación, fue avisada a la gran prensa con antecedencia para que pudiera divulgarla. El editor de la revista “Época” -del grupo Globo- anunció la operación contra Lula en Twitter horas antes. Esto, alertó también a los petistas de la artimaña que se estaba pergeñando.

A medida que el tiempo avanzó y se conoció la localización donde Lula estaba retenido, se fueron juntando parlamentarios y una multitud en el aeropuerto que hacía sentir su protesta a los gritos y reclamaba por la libertad de su líder.

La propia declaración de los promotores de la acción fallida, es que su estrategia era acusarlo de un conjunto de acciones de improbidad para impedir que Lula pudiera concurrir nuevamente a cualquier proceso electoral. La nota oficial de los procuradores se trataba, como afirmó el periodismo alternativo, de un libelo anticipando la pieza final de la acusación, antes de cualquier interrogatorio o investigación. Folha de São Paulo que apoya la campaña contra el PT confirma que estas eran las verdaderas intenciones de la operación montada por sus perseguidores.

¿Golpe institucional o parlamentario?

El episodio del secuestro “judicial” de Lula para algunas fuerzas políticas -en las que se encuentra el “petismo” institucional- plantearía el inminente peligro de un golpe institucional o parlamentario con la destitución de la presidente Dilma Rousseff, por medio de un proceso de impeachment. Es una caracterización política imprecisa a la que llegaron, por lo menos, con algunos años de retraso.

Siempre cuando se menciona “golpe” en Latinoamérica se liga a las experiencias del siglo XX. Pero las nuevas estrategias políticas en el mundo nos muestran que se pueden utilizar las elecciones para un cambio tajante de orientación gubernamental apoyándose en la crisis económica internacional, el desgaste de gobiernos “progresistas” y una fuerte intervención mediática, como en Argentina. Se puede realizar un expeditivo golpe parlamentario como en Paraguay -destitución de Lugo- y luego imponer en unas elecciones manipuladas por el imperialismo, un candidato extraído del narcotráfico. Y estas son sólo algunas de las posibilidades ya ejecutadas. Vamos a presenciar otras operaciones novedosas sin intervención de los cuarteles.

Con un componente que ha sido muy exitoso en todos los continentes: una “campaña” nacional sesgada contra la corrupción que termina entregando el estado a gobiernos más corruptos como fue el caso emblemático de Manos Limpias (Mani Pulite) en Italia que dejó como herencia a Berlusconi. Y que sería el futuro de Brasil si la oposición (Partido Social Demócrata de Brasil -PSDB-, con apoyo del Partido del Movimiento Democrático de Brasil-PMDB) desplaza a Dilma y toma la conducción gubernamental.

Por detrás de toda la situación hubo y hay un proceso de “golpe” con el modelo exitoso imperialista de las “primaveras” ejecutadas en todos los continentes. Apoyado en una falsa campaña anti-corrupción -Lava Jato- con la mira puesta en los representantes del PT. Una campaña que no se centra en hechos sino en personas y en especial en petistas y aliados, evitando la condena a los grandes corruptos de la oligarquía, que durante siglos la perfeccionaron como un beneficio patrimonial endémico incuestionable que les entregaba el estado brasileño. Se trata del principal pilar, que con el racismo, sostiene la enorme desigualdad social en el país.

Una campaña que en verdad está dirigida a destruir todas las conquistas limitadas que se consiguieron durante el “lulismo”, muchas de ellas -como el aumento del salario mínimo- que no fue una concesión “lulista” sino una conquista de la movilización de una nueva clase obrera surgida en las favelas y la periferia de los centros urbanos, por el proceso de integración al mercado de trabajo de decenas de millones, con las obras públicas impulsadas por el PT.

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